Название | Debates presidenciales televisados en el Perú (1990-2011) |
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Автор произведения | Lilian Kanashiro |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789972453595 |
El tiempo de que dispone cada candidato para exponer o responder durante el debate es un aspecto sensible en cuanto a las características del formato. El tiempo hace que los candidatos trabajen a base de eslóganes o frases y se piden verdaderos milagros de comprensión de temas muy complejos en menos de un minuto. En la actualidad, los debates duran aproximadamente dos horas, que se reparten entre moderador, panelista y candidatos. La televisión es episódica y responde a los hábitos de las audiencias modernas (Jamieson y Birdsell, 1988, pp. 195-197). En ese sentido, se ha denominado a este tiempo la era de los sound bites, esto es, frases cortas e impactantes diseñadas para los medios. Los discursos se nutren por excelencia de aclamaciones, según los estudios realizados desde la perspectiva del análisis funcional del contenido, dado que los ataques y defensas construyen la indeseable presencia de un candidato reactivo antes que proactivo (Glantz et al., 2013).
4. El primer debate televisado: Nixon vs. Kennedy
El primer debate electoral televisado se desarrolló el 26 de setiembre de 1960 entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos: el entonces vicepresidente Richard Nixon y el senador demócrata John F. Kennedy. Constituye, sin lugar a dudas, un hecho sin precedentes en la historia política mundial. Este debate marca el hito de la política mediada por el lenguaje audiovisual (Pérez et al., 2011, p. 2; Verón, 2001, p. 15). Sin embargo, es menester destacar que el primer debate televisado es parte de una serie de cuatro debates acordada entre los equipos de los candidatos, tal como se consigna en el cuadro 1.1.
La emisión contó con la alianza y patrocinio de las tres cadenas de televisión más poderosas de Estados Unidos: CBS, NBC y ABC3. Se estima que setenta millones de americanos vieron el debate, además de varios millones que lo escucharon por radio. Los temas centrales fueron comunismo-seguridad nacional, trabajo-problemática agraria y experiencia de los candidatos.
Las publicaciones del New York Times señalan que en las negociaciones previas, mientras el senador Kennedy estuvo simplemente de acuerdo con el debate, el vicepresidente Nixon insistió en las reglas y puso como condición que el evento se desarrollara sin cortes comerciales. El formato acordado consistía en que cada candidato tenía ocho minutos para plantear su posición frente al tema que concitaba el debate, luego contestaba las preguntas de los panelistas y, finalmente, contaba con tres minutos para cerrar su presentación (Our Campaigns, sección de First Kennedy-Nixon Debate, s. f.).
La reacción posterior al primer debate fue que nadie comentó lo que los candidatos expusieron, sino cómo lucieron: compararon la palidez y la presencia exhausta de Nixon con la tez bronceada de Kennedy. Los antecedentes que se conocen de tal suceso señalan que, semanas antes, Nixon se encontraba hospitalizado por una cirugía de la rodilla para curar una lesión producto de su campaña en Carolina del Norte, y luego de su alta intentó recuperar aceleradamente el tiempo perdido. En cambio, Kennedy se preparó todo un fin de semana, ensayando preguntas y respuestas; asimismo, su esposa, la carismática Jacqueline Kennedy, se encontraba con seis meses de gestación y el día del debate organizó una fiesta para observar el evento con una docena de periodistas como invitados. Los demócratas, según refiere Schroeder (2008), utilizaron el debate como un acto de relaciones públicas. El triunfo electoral, según los testigos de aquel entonces, se debió a la actuación en el debate televisado. Este acontecimiento es, sin duda, un hito en el marco de la comunicación política que trajo consigo el arribo del consultor profesional en medios (Schroeder, 2008, pp. 5-10).
Con relación a este acontecimiento, uno de los elementos que más se ha discutido es la incorporación de la imagen al contenido político y sus efectos en la percepción de la audiencia. El elemento sorpresivo que surgió en este debate, y que los estudios no han cesado de resaltar, es la noción de ganador y perdedor. En el primer debate televisado, Kennedy resultó perdedor frente a la audiencia radial, mientras que Nixon resultó el gran derrotado ante los telespectadores, lo cual pone en evidencia que se trataba de debates electorales diferentes4.
No obstante, la literatura tiende a estudiar este debate como un acontecimiento aislado de los debates posteriores que ocurrieron en las semanas siguientes. El primer debate estuvo dedicado a la política local; el segundo giró en torno a la política exterior y los derechos civiles. El segundo debate se caracterizó por la incorporación de las tomas del candidato mientras escuchaba a su contendor, emitiendo a toda la nación no solo lo que un candidato exponía o contestaba, sino también las reacciones de su oponente. Este detalle fue eliminado en los posteriores debates a pedido de los contendores. Antes de iniciarse el tercer debate, Kennedy desafiaba a un quinto debate, ante lo cual Nixon proponía que el quinto debate podría ser entre los candidatos a vicepresidente (Our Campaigns, sección de Second Kennedy-Nixon Debate, s. f.).
El tercer debate sufrió variaciones en el formato: se eliminaron las aperturas y cierres de los candidatos, todo se concentró en contestar las preguntas de los panelistas. Los tiempos se fragmentaron y redujeron, cada candidato contaba con dos minutos y medio para responder a un panelista, y minuto y medio para replicar la respuesta del otro candidato. Pero la variación más importante fue que ambos candidatos no se encontraban en el mismo estudio: Nixon y los panelistas estaban en un estudio de la ABC en Hollywood, California; mientras que Kennedy participó desde un estudio de la misma ABC en Nueva York. Esta modificación recibió el nombre de split-screen debate. Sin embargo, un incidente quedó grabado en la historia de este evento. El candidato Nixon observó a través de un monitor interno en el estudio cómo John F. Kennedy usaba papeles y leía, lo cual motivó la queja airada del vicepresidente, quien denunció la violación a las reglas acordadas para el debate. La prensa de aquel entonces declaró ganador de este debate a Nixon. El cuarto debate se caracterizó por el retorno al formato original de distribución de tiempo y por la presencia in situ de ambos candidatos en el mismo estudio. Se siguió discutiendo en torno a política exterior, y apareció en la agenda el caso de Cuba (Our Campaigns, sección de Third Kennedy-Nixon Debate, s. f.; Fourth Kennedy-Nixon Debate, s. f.).
Si bien muchos autores coinciden en señalar que el primer debate de la serie fue el más visto por la audiencia y fue crucial en el triunfo electoral de John F. Kennedy, cabe recordar que Nixon fue declarado vencedor en los debates siguientes y mantuvo su renuencia a incorporar un debate adicional.
5. Debates electorales televisados en Estados Unidos
Si bien el debate entre Nixon y Kennedy en 1960 constituye un hecho sin precedentes para el escenario político mundial, pasó mucho tiempo para que los debates televisados se convirtieran en rituales inevitables. Schroeder (2008) señala que este evento empieza a ser una institución permanente y se vuelve parte del sistema a partir de la aceptación del candidato Reagan en 1984 para participar en un debate televisado (p. 20). De tal manera que negarse a participar de un debate público y televisado podía ser considerado un costo significativo en la campaña electoral.
Como se mencionó anteriormente, el primer debate fue patrocinado por las tres cadenas más grandes de broadcasters: NBC, CBS y ABC. Durante 16 años no se repitió este suceso por la negativa de Lyndon Johnson en 1964 y Richard Nixon en 1968 y 1972. A partir de 1976 se suceden los debates de forma ininterrumpida. Desde 1976 hasta 1984, The League of Women Voters fue la patrocinadora de los debates y, desde 1988, se constituye la Commission on Presidential Debates, que hasta la actualidad se encarga del patrocinio de estos eventos.
La institucionalización de los debates televisados en la historia política y