Название | Congreso Internacional de Derecho Corporativo |
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Автор произведения | Группа авторов |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789972455469 |
Diversas entidades financieras tradicionales ven la fintech como un riesgo por nuevos competidores; sin embargo, representa una gran oportunidad, ya que los jugadores también dependen —en muchos casos— del uso de los canales tradicionales. En tal sentido, diversas entidades financieras tradicionales han expresado preocupaciones argumentando el riesgo de operaciones ilícitas o de lavado de dinero a través de fintech. En México, por ejemplo, los reguladores adoptaron un nivel de regulación de prevención de lavado de dinero y financiamiento al terrorismo equiparable al de los bancos, a fin de mitigar ese riesgo; pero también este nivel de regulación ha demostrado que puede ser una barrera de entrada importante para nuevos participantes debido al nivel de obligaciones y requerimientos de inversión.
3.2 Profundizar la inclusión financiera existente
A nivel mundial, se estima que alrededor de 1,7 millones de adultos carecen de acceso a la economía financiera formal (Banco Mundial, 2017). Las razones de este déficit son variadas y dependen de factores económicos, regionales y culturales. Por ejemplo, en algunos casos, la marginación geográfica de ciertas comunidades puede, históricamente, haber representado obstáculos para la bancarización de dichas poblaciones. En otros supuestos, podría haber sido la falta de acceso a la información relativa a los productos financieros disponibles y sus beneficios (falta de educación financiera).
La rápida evolución de la economía digital, la reducción de costos relacionados con los servicios de comunicación, el desarrollo de tecnologías móviles, la creación de infraestructuras físicas, entre otras, muestran posibles soluciones a algunos de los motivos de dicho rezago en materia de inclusión financiera. Como ejemplo, en México, en el 2015, el porcentaje de adultos que reportó tener una cuenta en una institución financiera fue del 44,1 % (Consejo Nacional de Inclusión Financiera [Conaif], 2017); mientras que, según cifras del 2018, el número total de usuarios de telefonía celular —una de las tecnologías con mayor penetración nacional y con las menores diferencias de acceso por región— sumó un total de 80,7 millones de usuarios (es decir, aproximadamente el 62 % de la población general), de los cuales el 80,2 % cuenta con un celular inteligente o smartphone (Instituto Nacional de Estadística y Geografía [Inegi], 2018). En vista de lo anterior, el desarrollo de servicios financieros que busquen apalancarse en tecnologías relativamente nuevas —como los dispositivos móviles con acceso a internet— puede ser un factor central para lograr la inclusión financiera de grupos históricamente marginados.
Al igual que hay factores identificables que explican la exclusión financiera de determinadas poblaciones, también existen variables que podrían potenciar la capacidad que tiene fintech de abonar a la inclusión financiera en América Latina. Dentro de dichos potenciadores se incluye: i) fomentar el intercambio de conocimiento y experiencias exitosas de difusión de tecnologías e inclusión financiera; ii) promover estrategias de educación financiera y tecnológica, y iii) ampliar el acceso a tecnologías infraestructurales básicas.
En relación con el intercambio de conocimientos, los prestadores de servicios tecnológicos y los participantes del sector financiero podrán beneficiarse de compartir sus experiencias en la difusión de tecnologías, con la finalidad de lograr una mayor penetración de los servicios financieros en poblaciones desatendidas.
Según lo observado en América Latina, la penetración de algunos productos tecnológicos ha ocurrido con mayor velocidad que en el caso de los servicios financieros (Conaif, 2017). La creación de alianzas entre entidades tradicionales y nuevos emprendimientos, que se apalanquen en el uso de fintech, podría crear oportunidades en materia de inclusión financiera. Por ejemplo, en lo relativo a aperturas de cuentas en wallets, el acceso a crédito (verbigracia, mediante préstamos P2P) o las nuevas plataformas que permitan generar y analizar información crediticia. En este sentido, conforme más operaciones se lleven totalmente de forma remota, también podría ser necesario para el sector financiero replantar los indicadores básicos de inclusión, cuya medición se utiliza para conocer el estado de inclusión financiera en un mercado, lo que permitirá el diseño de mejores planes de expansión —por ejemplo, en lo relativo a puntos físicos de acceso por número de habitantes—. Los espacios en los cuales se proponga este intercambio podrían tomar múltiples formas, como foros, centros de investigación o laboratorios de innovación o, incluso, iniciativas públicas, como ventanillas de recepción de comentarios e iniciativas para la mejora regulatoria (BID et al., 2018).
La asimetría en el acceso a la información relativa a servicios financieros que existe entre distintos grupos de población ha sido identificada como un factor de la exclusión financiera de ciertos segmentos (BID et al., 2018). No obstante los importantes avances para la difusión de información que han permitido la democratización del acceso a internet, aún existen retos para que los consumidores de servicios financieros gocen de la información suficiente para tomar decisiones óptimas.
Un paradigma ilustrativo es que, en México, el 94 % de la población adulta que recibe remesas —la cual tiende a estar ubicada en los estratos más bajos del ingreso— administra dichos recursos en efectivo, en comparación a una cuenta (Conaif, 2017). A pesar de que los beneficiarios de remesas son usuarios recurrentes de servicios financieros para la transmisión de dinero, dicha población no ha sido bancarizada o utiliza sus cuentas principalmente como medio de disposición en vez de como medio de pago.
En el entendido de que existe un constante incremento en la cobertura de tecnologías móviles y de internet, se podría aprovechar el conocimiento y el uso cotidiano de estas tecnologías como herramientas para generar un aumento de la confianza y conocimiento en relación con los servicios financieros disponibles. Con esta finalidad, se podría considerar incluir temas de tecnología financiera en las campañas, públicas o comerciales, cuya finalidad sea integrar a usuarios actualmente desatendidos. Lo anterior, podría complementarse con la digitalización de ciertos pagos a los gobiernos y las transferencias que estos realizan en favor de beneficiarios de, por ejemplo, programas sociales.
Mediante la normalización del uso de servicios financieros digitales, se podría suscitar el interés en otros productos que generen beneficios que históricamente no han sido aprovechados. Por supuesto, los beneficios de una mayor educación financiera no se limitan a que ciertos grupos con algún grado de marginación conozcan las diversas opciones de servicios financieros a las que pueden acceder, sino que también incluye que otros usuarios —como empresas de distintos tamaños— adquieran nuevas herramientas para tomar mejores decisiones financieras.
Finalmente, pese a que el acceso a las nuevas tecnologías de la información ha aumentado de manera drástica en las últimas décadas, aún existen importantes retos para lograr una cobertura universal. Ello es particularmente cierto en regiones en vías de desarrollo, como América Latina. En México, aunque el acceso a internet aumenta año a año, en el 2017, solo aproximadamente el 50,9 % de los hogares contaron con conexión (Inegi, 2018).
Si una de las principales virtudes que tiene fintech para lograr una mayor inclusión financiera es la posibilidad de aprovechar el acceso que genera una amplia cobertura tecnológica, la falta de infraestructuras básicas que permitan el acceso a internet y a redes de dispositivos móviles significaría un obstáculo crucial. En particular si —como podríamos suponer— existe una superposición entre las poblaciones excluidas del sector financiero y aquellas con menor acceso tecnológico. En este sentido, el mercado fintech podrá potenciar sus efectos positivos a la inclusión financiera en la medida en que existan políticas públicas que permitan el crecimiento y profundización de accesos a tecnologías básicas, así como que se implementen campañas que promuevan la importancia y el uso de la tecnología.