Название | Lo que aprendí del Mar |
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Автор произведения | Mario Miret Lucio |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418759420 |
Lo único que me falta por decirte es que hay una canción que nos define, bien lo sabes tú, así que, como un cantautor argentino escribió una vez, quiero que sepas que no caminas solo, que yo quiero caminar contigo. Porque en esta vida todo es más bonito y se hace más fácil si se hace entre dos. Porque no hay mayor felicidad ni mejor sensación que un simple beso tuyo en mi nariz.
Tuya siempre,
la Chica de los tirabuzones
Leo la primera carta que me escribió una y otra vez, contemplo las imágenes que produce mi mente y vuelvo a guardarla en su sobre correspondiente. He borrado todas nuestras fotos, pero cada una de las palabras que me dedicó en un papel en blanco, las guardo bajo llave en un cajón secreto. No puedo romperlas, ni quemarlas, porque sé que no arderían en el fuego.
El amor que nos hemos tenido tiene demasiado valor para arder tan fácilmente.
6
A ti también te ha pasado, estoy seguro de ello. Te has enamorado a pecho descubierto derrocando los cimientos sociópatas de tu corazón. Has entregado hasta las tripas como si vivieras en un permanente control de seguridad de aeropuerto. Has querido tanto que nunca imaginaste que un día te harías la pregunta que tanto miedo nos da responder: ¿Qué hay después del amor? Sé que no soy especial, que tú también has sufrido como un pingüino en el deshielo. Y ahora que todo está convirtiéndose en agua, te inquieta saber si podrás flotar en la nada.
Me gusta la gente que está loca, que baila sin música y que ríe muy fuerte. Gente con la que es imposible aburrirse. Y cuando esa gente se marcha, sabes que el vacío que dejan es cubierto por la nostalgia. Lo sé, tú también lo has vivido. Por eso, cuando voy caminando por la calle, sé distinguir quiénes, como yo, también se han convertido en pingüino. Son quienes te sonríen pese a que por dentro las lágrimas están destrozando sus glaciares. Ellos son ahora mi casa. No sé qué hay después del amor, pero estoy nadando para averiguarlo, porque a los pingüinos nos han robado las alas. A ti también te ha pasado, tú también lo podrías haber escrito, sientes que es desconcertante este calentamiento global que te ha convertido en pingüino.
Ojalá no fueras como yo. Ojalá nunca hubieras visto la profundidad a causa del deshielo. No tengo nada más que decirte, porque a ti este calor también te está matando de frío.
Estoy preocupado por el cambio climático. Mi corazón no deja de hacer charcos.
Hoy soy un pingüino llorando de pena en el océano Antártico.
7
«Fracasé una vez, fracasé diez mil.
Y aun así alzo mi copa hacia el cielo».
NACHO VEGAS
Antes odiaba a las gaviotas, ahora me hacen compañía. Las veo posarse en la arena y se miran las unas a las otras. No sé si queda bien que me abra otra cerveza, pero así siento que la pena se evapora con el aire de la noche. El amor es una planta y se me ha marchitado el tallo, las hojas ya no florecen con la vitalidad de antes. A mí se me ha formado un nudo en el estómago y llevo dentro una bailarina que lucha por deshacerlo.
Suena Wonderful Tonight de Eric Clapton y recuerdo cuando borrachos bailábamos en la cocina y preparábamos macarrones a las tantas. La felicidad era eso. Nuestra planta crecía como los juncos de la Albufera y nos considerábamos grandes jardineros del amor. Ahora tengo a las gaviotas, no es lo mismo, pero en ellas encuentro la paz. Las veo y pienso que nosotros también volábamos como ellas, que no nos importaba girar en círculos y que, incluso en contradirección, hacíamos lo imposible por avanzar. Y lo conseguíamos.
Ahora entiendo que odiaba a las gaviotas porque me recordaban mucho a la Chica de los tirabuzones. No sé si es bueno o malo, pero me voy acostumbrando a verlas y no tenerlas. Es la sensación más desconcertante a la que me enfrentaré nunca: tan cerca y tan lejos a la vez. Escribiría un rato alguna tontería, porque, pese a ser malo escribiendo, soy bueno sufriendo. Tengo medalla de oro en echar de menos. Ella me aupó a lo más alto del pódium y se arrimó a mi cuello. Las gaviotas felices graznan, los humanos nostálgicos abrimos otra cerveza.
8
Hoy he tenido un orgasmo, uno de esos muy intensos. No sabría muy bien cómo explicarlo. Me he puesto a recordar una tarde tonta en que el sol de mayo nos hastiaba la soledad y decidimos juntarnos en mi casa, los dos solos, tras una larga jornada laboral y en busca de los besos que últimamente no nos habíamos dado.
Han sido tan penetrantes las imágenes en mi cabeza que he tenido un orgasmo sentimental. Por mis ojos se ha disparado el vértigo de unos días que ya no existen ni existirán jamás, pero que fueron tan hermosos que incluso el suicida más experimentado tendría miedo a las alturas. La memoria me juega estas malas pasadas, a veces.
Dicen que cuando sueñas algo que duele es porque estás empezando a superarlo. Yo quiero seguir teniendo estos orgasmos de eyaculación lacrimal y sentirme vivo y contento por las experiencias que voy sumando. No quiero superar el amor porque no conozco sensación más grande. Solo quiero sentarme en silencio, cerrar los ojos y sonreír.
¿Por qué lo que duele siempre es lo más bonito?
9
«Y que San Juan no nos queme en su hoguera
cuando descubra quién la saltó».
VETUSTA MORLA
Nuestra primera risa fue un 23 de junio. La recuerdo perfectamente. Era la primera vez que quedaba con la Chica de los tirabuzones y, tomando una cerveza en la Alameda, los dos pasamos un rato tan agradable que, al acabar la cita, teníamos agujetas en las mejillas. Sería muy pretencioso decir que se trató de amor a primera risa, pero ambos supimos que algo estaba empezando a fraguarse.
Los detalles más simples son los que nos hacen más felices. Habrá parejas que recuerden su primer beso, la primera vez que se acostaron, la fecha en que empezaron a salir. Sin embargo, nunca hubiera existido todo eso sin lo más importante: esa primera risa. No sé la cantidad de tonterías que dije, cuántos sinsentidos inventé solo para que se le quedara grabado en la memoria aquel 23 de junio. Dicen que esa noche suele ser la más mágica del año, la gente salta las olas del mar cuando las campanas dan las doce y piden un deseo al hacerlo. Lo que no dicen es que puedes ahorrarte toda esa superstición con una simple risa delante de la persona adecuada.
Si me hacen reír, me hacen vivir. La risa me hace ser un niño con zapatos que brillan en la oscuridad. No conozco amores sin risa ni risas sin sueños. Y en aquel instante mi sueño era contarle las piezas dentales en cada carcajada, porque, lejos de la belleza visual que transmitía, la Chica de los tirabuzones era guapa por la naturaleza de su risa, por cómo sorbía la cerveza a largos tragos y por cómo quiso estirar la quedada hasta las tantas, sintiéndose libre y feliz de hacerlo. No tardamos muchos más días en besarnos ni tampoco otros tantos en hacer el amor, pero la fecha de su primera risa es lo que más recuerdo. Se podría decir que yo también me encontré con un mar y salté las siete olas en la noche mágica de San Juan.
También es irónico que esté llorando recordando su primera risa. Pero de esa historia ya hablaremos otro día.
10
A mi amigo Carlos también le ha dejado la novia. Nos sentamos en un banco y le inunda la tristeza por las fosas nasales. Dice que quiere desahogarse conmigo porque yo sé lo que se siente, el muy cabrón, y lo peor de todo es que no podría estar más en lo cierto. Él habla y habla sobre su ex y a mí me vienen recuerdos que me hacen cosquillas en la garganta. No me imaginaba que pasaría el domingo sintiéndome el espejo de un amigo porque a los dos nos han pinchado las ruedas de la vida.
Hoy me he despertado con