Название | Mi nombre es Lucía Joyce |
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Автор произведения | Sofia Buzali |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786077884057 |
A los 23 años, mi padre ya se había graduado en lenguas modernas del University College y dominaba italiano, francés, alemán, noruego y latín. Él fue siempre rebelde y rechazó la sociedad conservadora de los dublineses. Nora, mi madre, nació en Galway. Cuando se conocieron trabajaba de camarera en el Finn’s Hotel de Dublín. Se enamoraron. Mamá me contó que durante uno de sus paseos por la orilla del río Liffey, papá le preguntó si sería capaz de irse con él a Zúrich sin estar casados pues, según él, lo esperaba un puesto de profesor de inglés, en Berlitz Language School. Ella, sin pensarlo, aceptó. Seguramente tendría una vida mejor y a mi padre nadie le impediría escribir y llegar a ser famoso. Entonces, sin decirle nada a la familia, partieron. Londres, París y de ahí a Zúrich.
Papá me platicó que fue en aquel tren, al dejar Dublín atrás, cuando maduró la idea del Ulises.
Al llegar a Zúrich ningún puesto había para él, ni tampoco en Trieste a donde lo remitieron. El poco dinero que tenían para el viaje se terminó. Finalmente, el director de Berlitz en Trieste le consiguió una plaza en las instalaciones en Pola, ciudad austrohúngara. Dice mamá que fueron tiempos difíciles. Encontraron a la vuelta de la escuela un cuarto amueblado con cocina. Vivieron entre ollas, sartenes y una cafetera. Papá se quejaba de los mosquitos en verano y de lo difícil que era entender el dialecto local. Durante el invierno, sin calefacción, el cuarto se volvía húmedo. Apenas salían con los gastos. Papá asistía a conferencias en la biblioteca, leía y escribía a tío Stanislaus contándole los pormenores del diario vivir. Papá trabajó en sus textos obsesivamente. Usaba la mesa de la cocina porque tenía la mejor luz, mientras que mi madre se quejaba de que estaba desesperada con eso del idioma y de que extrañaba a su familia en Galway. Así, una mañana, Nora le dio la noticia a papá de que estaba embarazada.
¡Imagínese usted! Empezando una vida nueva y ahora un hijo. Cayeron en una crisis espantosa, no sabían cuidar niños, ¿cómo lo mantendrían? Papá pidió en la Berlitz que lo transfirieran a Trieste y lo consiguió, entonces podría tener, además de las clases en la escuela, alumnos particulares y sus ingresos mejorarían.
Volver a Trieste les dio a los dos una nueva ilusión. Se instalaron en una pequeña habitación con cocina en el centro de la ciudad que dominaba la Piazza Ponterroso, a unas cuadras de la escuela. Asistían al Teatro Verdi, a la ópera y a los conciertos sin importarles que los asientos fueran en la galería superior. Cuenta tía Eve que en sus cartas él decía que la vida en Trieste fue igual de difícil que en Pola. Mamá cayó en constantes depresiones, nada la animaba, no les alcanzaba siquiera para comprar ropa de embarazada. Vivieron de fiado, vivieron de prestado...
Me imagino, doctor, las penurias de esas épocas y lo que pasaba por la mente de mamá. Dicen que él se iba de juerga con los amigos al barrio antiguo de Trieste, a divertirse con las prostitutas. ¿Cómo pudo, doctor? Estaban en la miseria, mi madre alejada de su familia y él se iba de putas y bebía. A Babbo lo amo, pero fue un miserable con mi madre. ¿Será esa la razón por la que no confío en ningún hombre? Sam también me engañó. Me usó.
Yo lo admiraba, sin embargo, él solo quería estar cerca de papá.
¡Qué no haría ahora para alejar mi miedo!
Y papá describiendo los prostíbulos en el Ulises como los que conoció en Trieste.
La mirada de odio de mi madre se aferra a mis recuerdos.
¡Yo también te odio, mamá!
Lucía se detiene, la vista se le nubla. Cada vez que escribe siente angustia en la garganta, siente el miedo pegado al rostro como la máscara que le hicieron a su padre antes de ser enterrado y que ella nunca ha visto por estar recluida. Sacude la cabeza como para regresar al momento, debe seguir escribiendo, recordar. Se lo pidió el médico. Tiene que obedecer.
Giorgio nació con la ayuda de una comadrona, en la mitad de la estancia y con el susto de papá. Ella pidió de inmediato que lo bautizaran pero él, tajante, se rehusó. La familia en Dublín, tan católica, no pudo entender esa locura de no bautizar a su primogénito. Con la llegada de Giorgio su vida cambió. Babbo no podía escribir ni leer con los chillidos del niño. Le escribió a tío Stani contándole que sentía que los tímpanos se le perforaban. Además, seguía preocupado por no encontrar quién le publicara su libro de poemas, Chamber Music.
Las cosas iban de mal en peor, papá desesperado le pidió a tío Stanislaus que le ayudara a dejar Dublín para ir a vivir con ellos en Trieste. Con su ayuda todo cambiaría. Dicen que desde que el tío bajó del tren a su encuentro, papá lo primero que hizo fue pedirle dinero y, desde entonces, nunca dejó de hacerlo. Tío Stani fue el salvador de la familia y el mejor amigo de mio papà. Me contó mamá que daban largos paseos por el muelle, se iban a los cafés y papá leía para él sus textos recién escritos, para saber su opinión. Pasaban horas lejos de casa dejando a Nora sola con el niño.
Qué más hubiera querido mi padre, doctor, que haber vivido solos los dos, sin hijos, sin responsabilidades, sin que nadie los molestara. Un día mamá lo encontró borracho, tirado en la entrada del edificio donde vivían. En otra ocasión, llegó a la escuela a dar clases tan pasado de copas que se cayó a la mitad del salón. ¡Qué vergüenza! Por lo menos, dicen, no era agresivo cuando estaba borracho. Acreedores iban y venían, deuda del alquiler de tres meses, a veces hasta cuatro. Mamá amenazaba con dejarlo. Cómo no iba a estar harta de él.
¿Por qué, doctor, no lo abandonó? Seguramente por tener hijos sin estar casada. Ni por la ley, ni por la iglesia. Tal vez no tenía ahorrado ni un quinto para dejarlo o el sexo la tenía anclada a él.
De nuevo, papá decidió cambiar de suerte. Fue en Roma donde consiguió un puesto en un banco, como corresponsal de asuntos exteriores. Partieron con Giorgio en brazos. Según él, iba a ganar el doble de salario que en Trieste por menos horas, y podría dedicarle más tiempo a escribir. Me contó que realizaba más de doscientas cartas diarias y odiaba hacerlo.
Tío Stani enviaba dinero a Roma periódicamente, pero nunca fue suficiente y decidieron regresar a Trieste, ya conmigo en el vientre de mamá.
Interrumpe. Siente náusea. Mareo. Sale a caminar por los jardines y fuma un cigarro, pero regresa, regresa a escribir, como su padre. Está atrapada en la necesidad de seguir contando. Además, falta aún una hora para el lunch time.
Ayer en sesión, doctor, me preguntó si sabía cómo fue mi nacimiento... ¿Dónde nací?, en un sanatorio para indigentes, con un hermano de dos años, un padre enfermo con fiebre reumática, convaleciente en el mismo momento y hospital donde dio a luz mamá. Papá enfermo y mamá dando a luz de su segundo hijo. Decidieron llamarme Lucía, aunque me contaron que cuando supieron que era niña se decepcionaron porque ellos esperaban otro varón. Me gusta mi nombre, doctor, significa luz para el mundo. Santa Lucía, patrona de la visión. Babbo sufría de la vista, así que seguramente me puso ese nombre porque quería, tal vez, que algún día yo fuera sus ojos. Dos hijos en casa a quien cuidar.
Mi madre daba pecho a Giorgio de un lado, a mí del otro. Tía Eileen contó que papá le escribió a Irlanda pidiéndole que ella y tía Eve fueran a Italia porque era demasiado trabajo para una madre recién parida. ¿Sabe, doctor?, hoy me doy cuenta de lo importante que son las tías en la vida de una niña. Tía Eileen fue como una madre para mí. Tantas veces Nora me dejó llorando en mi cuna, con el pañal sin cambiar, y era Tía Eileen la que me calmaba y sacaba de ahí. Si cierro los ojos miro su rostro haciéndome reír, acariciándome. Después de haberme parido mamá cayó enferma, solo se sentaba en el sillón de papá y le gritaba que se fuera, que la dejara en paz.
Después dejó de amamantarme. Nunca más tuvimos contacto físico. El vínculo se rompió. Nunca tuve un hijo y mis senos están ahora flácidos, no podría alimentarlo ni transmitirle calor. Estoy seca.