Название | El canto de las gaviotas |
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Автор произведения | Osvaldo Reyes |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412375435 |
⎯Es cierto ⎯aceptó Baker⎯. Espero acepten las disculpas de todo el personal del hospital. ¿Les quedó alguna duda?
⎯Como mil ⎯dijo Rosas con sinceridad. Después del primer minuto de conversación estaba tan mareado por los términos médicos y los procedimientos salvadores de vida en manos del doctor London, que su cerebro decidió apagarse por el resto de la entrevista.
Palmer lo miró con cara de desaprobación. Rosas alzó los hombros y se tomó su café.
⎯Bueno, la versión resumida es la siguiente ⎯dijo Baker deslizando una mano sobre la otra para remover cualquier fragmento de maíz o queso⎯. Andrea sobrevivirá, pero estuvo cerca. En la primera cirugía London logró reparar todos los desgarros vaginales que encontró, pero el trauma fue mucho más severo de lo que aparentaba. Tenía un hematoma en la pelvis que empezó a sangrar y ese fue el motivo de la segunda cirugía. London trató de reparar el daño, pero fue imposible. Tuvo que realizarle una histerectomía.
⎯¿Una histerectomía? ⎯preguntó Palmer con seriedad⎯. ¿Eso no es...?
⎯Sí. Le tuvo que sacar el útero. Y un ovario, además. Nunca podrá tener hijos, pero por lo menos está viva. Si he de ser franco, no pensé que lo lograría.
⎯¿Ya salió de peligro?
⎯Aún no. El grado de hemorragia fue mayúsculo. No estaba orinando y encontramos evidencia de una falla renal. Con las pérdidas de sangre, sus riñones dejaron de funcionar. Esperamos que sea algo temporal, pero no estaremos seguros por algún tiempo. Permanecerá en la Unidad de Cuidados Intensivos para diálisis y vigilancia.
⎯¿Cuánto tiempo? ⎯preguntó Rosas. Su taza de café estaba vacía, pero no parecía dispuesto a soltarla por el momento.
⎯Yo diría que unas 48 horas más. Si todo va bien para entonces, podrán hablar con ella.
Palmer suspiró con fuerza. Dos días más de espera para saber que tanto recordaba. Podía ser que nada o podía recordar cada segundo vivido desde el momento del secuestro.
Detalles que hacían toda la diferencia.
***
Dana se miró en el espejo una vez más.
Tenía levantado el suéter de color gris a nivel de las costillas. En su abdomen apenas era perceptible el pequeño bulto que indicaba el crecimiento de un nuevo ser en su interior.
Un hijo de ella y Mauricio.
O dos, si tenía suerte.
Sonrió ante la posibilidad. Esa tarde se haría su primer ultrasonido para saber cómo iba todo. No se lo había dicho a Mauricio, pero le aterraba que saliera algo malo. Lo amaría, de eso estaba segura, pero rezaba para que viniera sano. Su esposo había tratado de evitar acompañarla aludiendo exceso de trabajo, pero ella sabía cómo girar sus tuercas para que hiciera lo que ella quería. En el fondo presentía que su reticencia no era más que miedo. El mismo terror que la invadía cada vez que se tocaba la panza. No le gustaba forzarlo, pero era necesario. En unos meses sería padre, quisiera o no, y si el médico les daba alguna mala noticia, no quería estar sola.
Se deslizó la mano por la barriga y sonrió.
⎯No es que papi no te quiera ⎯le dijo con ternura⎯. Es que tiene miedo. De lo desconocido y de lo que pueda pasar en el futuro. Papi ve cosas muy feas todos los días. Tiene miedo de que algo así te pueda pasar.
Sabía que era muy temprano para eso, pero juraría haber sentido una patada.
⎯Es por eso ⎯continuó diciéndole⎯que será el mejor papi del mundo. Porque hará hasta lo imposible para mantenerte a salvo de todo el mal que hay en la tierra.
Se agachó como si quisiera decirle un secreto.
⎯Además, tiene permiso para portar armas. Lo siento mucho por tus futuros novios.
En su mente y en su corazón sentía que era una niña. Mauricio pensaba que era una tontería, aunque nunca se atrevería a enunciarlo en voz alta, pero ella estaba segura. Era algo tan cierto para ella como el amor de su esposo.
⎯No te preocupes pequeña ⎯dijo bajándose el suéter⎯. Papi quiere un hijo. El problema es que todavía no lo sabe. Tú te encargarás de hacerlo entender. Ya verás.
El repicar del teléfono la hizo salir de sus elucubraciones mentales. Aún parada delante del espejo estiró la mano y tomó el auricular.
⎯¡Omar! ⎯dijo al escuchar la voz del que, a estas alturas, era un miembro más de la familia⎯. ¿Cómo está mi segundo detective favorito?
Escuchó el mensaje y la alegría en su rostro se convirtió en una expresión de incertidumbre.
⎯No entendí. ¿Me repites todo de nuevo?
Dana caminó con el teléfono hasta una cómoda cercana y en una pequeña libreta apuntó el mensaje. Se sintió tentada a preguntar, pero al final prefirió esperar.
Ya obtendría las respuestas de su esposo.

CAPÍTULO 7
El oficial Cameron se acercó el vaso a los labios y sorbió una pequeña porción del caliente líquido. El aroma a cebolla era apenas perceptible a esa distancia. La sopa recorrió su garganta, infundiendo de renovadas energías a su abatido cuerpo.
Levantó la mirada hacia el reloj de pared a unos cuantos metros. Eran las dos de la mañana. Aún faltaban cuatro horas más para que llegara su relevo.
Era nuevo en el puesto. En realidad, era el más joven de todo el departamento, así que sabía cómo serían las cosas por un par de años. Los trabajos más glamurosos le tocarían a él. Meter la cabeza en polvorientos archivos buscando el informe que solo aparecería después de que terminara de buscar y tras un violento ataque de alergia. El interrogar a la viejita que tiene que gritar porque no escucha y que cada vez que habla parece un rociador humano de saliva.
El tener que estar a las dos de la mañana haciendo de niñera.
Su compañero no le había contado mucho. Que era testigo de un crimen y que debían vigilarla hasta que pudiera decir lo que sabía. Era su primera noche fuera de la Unidad de Cuidados Intensivos y, si todo iba bien, los detectives encargados del caso podrían interrogarla a primera hora de la mañana. Le hubiera gustado saber más. Algún detalle que le sirviera de estímulo, pero eso sería mucho pedir.
⎯Algún día ⎯pensó sorbiendo un poco más de la sopa de cebolla que había conseguido de la máquina del pasillo⎯. Algún día.
Un ruido de pisadas a su derecha lo hizo enderezarse en la silla. Giró la cabeza, pero la tensión que empezaba a preparar su cuerpo para una eventualidad se disipó como por arte de magia al ver el origen del sonido. Un médico de por lo menos un metro noventa y con una larga bata blanca que le llegaba a los tobillos se acercaba en su dirección. Llevaba una gorra de cirujano de color azul e iba con la cabeza agachada, leyendo mientras caminaba una revista de color verde oscuro. Casi seguro una de esas publicaciones médicas con artículos que no tenían el más mínimo sentido para él. Su novia era estudiante de medicina y la única vez que le dio por ojear una se sintió tan ignorante que nunca más repitió la experiencia.
Si no levantaba la mirada pronto se iba a chocar con él. En el poco tiempo que llevaba de policía había visto su buen número de accidentes por descuidos de ese tipo. Tal vez era hora de que alguien sacara al joven doctor de la dimensión desconocida, por la seguridad de todos.
⎯Doctor ⎯dijo en su tono de voz más autoritario⎯. Tenga cuidado. No debe leer y cami…
No