Название | Verbos de cal y arena |
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Автор произведения | Mónica Balmelli |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788419198013 |
Los años de primaria pasaron rápida y fácilmente.
La educación secundaria fue diferente. El primer año fue de adaptación, pero los siguientes cinco años fueron maravillosos. Interactuaba socialmente con toda clase de gente y sus amigos iban al mismo centro.
Le encantaba aprender, aunque eso no quiere decir que le gustara estudiar. Le alcanzaba con estar atenta en clase, participar y hacer uso de su vasto vocabulario para salir airosa de escritos y exámenes.
La cosa se complicó cuando llegó a la universidad y se dio cuenta de que en los doce años previos no había aprendido a estudiar.
Morir
La abuela Celeste se enfermó de cáncer. El abuelo decidió vender la casa en la que vivían todos para poder pagar medicamentos y tratamientos.
De esa manera comenzó un tortuoso periplo de inyecciones, mudanzas y desasosiego.
Ella murió aún siendo joven, dejando un vacío inmenso en el resto de la familia.
Ya nada volvió a ser lo mismo y Celina se fue por su lado, con sus dos hijas a punto de empezar la adolescencia.
Agradecer
Ahora estaban las tres solas, intentando salir adelante en un momento difícil, no sólo para ellas, sino en general. Había poco trabajo, mal pagado y Celina trabajaba en todo lo que le iba saliendo.
No tenían un lugar propio para vivir, así que pasaron un tiempo cuidando a una anciana en su casa, luego cuidando de una casa porque su dueña estaba de viaje; hasta que una señora que conocían de las reuniones semanales de los viernes le ofreció a Celina alquilarle un pequeño apartamento que tenía al fondo de su propia casa.
Aquello les pareció un paraíso. Era diminuto, con una habitación mal ventilada, pero estaban las tres juntas y tranquilas.
Las tres le dieron las gracias a la señora, que se convirtió en una buena vecina y amiga.
Celina encontró un trabajo estable y con mejores condiciones laborales.
Muchas veces se habían sentido vulnerables pero siempre habían podido contar con personas que con un pequeño gesto solidario, ayudaron a solventar difíciles situaciones; y eso no lo han olvidado nunca.
Socializar
El grupo de amigos de Daniela se iba agrandando. Marina y Silvia, una vecina de ellas llamada Valeria, Bruno y el mejor amigo de éste, Javier. Paula orbitaba entre ese grupo y otros amigos que tenía, aunque siempre se apuntaba a salidas y cosas interesantes que surgieran.
A la vez, el propio grupo interactuaba con otros grupos de adolescentes, con individuos muy diferentes a ellos pero que les aportaban diversidad y alegría.
Salían mucho, siempre estaban organizando algo: ir al teatro, una actividad para el fin de semana, campamentos para el verano. El presupuesto era muy ajustado y, la mayor parte de las veces, nulo.
Sus padres les dejaban hacer sus planes porque confiaban en ellos y sabían que estarían juntos cuidándose y apoyándose.
Una vez llegaron a juntarse treinta chicos y chicas para ir a la playa a pasar un par de días. Pidieron a un padre que tenía un bus que los llevara y los fuera a recoger y así pasaron un fin de semana entre las dunas y las olas de un balneario cercano.
Reír
El especialista en hacer reír era Bruno. Dondequiera que fueran, él sabía qué decir o cómo actuar para que al resto les entrara un ataque de risa.
Algunas veces iban andando hasta el Parque Rodó y, si tenían algo de dinero, se subían a los juegos mecánicos.
En una de esas atracciones se subieron todas las chicas y Bruno se sentó frente a ellas con la intención de hacerles una de sus divertidas actuaciones. Cuando comenzaron las sacudidas al ritmo de la música, él empezó a gesticular haciendo como que se caía accidentalmente con las manos encima de los pechos de la chica que estaba sentada a su lado. No llegaba a tocarla, sólo hacía la mímica, demostrando un perfecto dominio de su cuerpo al controlar los movimientos a pesar de las violentas sacudidas del aparato.
Pocas cosas les había hecho reír tanto a las amigas que miraban todo desde el otro lado de la plataforma.
Besar
A Daniela siempre le habían gustado los chicos y había aprendido a relacionarse con ellos de una manera natural. No necesitaba dar rodeos ni inventarse artificios para acercarse a alguno que le gustara e iniciar una conversación. Había notado que eran mucho más abiertos a ese tipo de abordaje de lo que sus amigas creían.
Una noche de carnaval, en un teatro de barrio, Daniela aprendió a besar.
Sus relaciones fueron cambiando pero los besos eran un regalo ansiado que le enseñarían otras cosas sobre el sexo.
Bailar
Llegó el momento en que sus amigas, sus compañeras de clase y hasta ella misma cumplieran 15 años. Comenzó a recibir invitaciones a esos cumpleaños bastante antes de que a ella le llegara la edad. Algunas chicas hacían sus fiestas en grandes salones, con mesas y sillas para los invitados, con mucha comida y bebida y, por supuesto, con música. Otras hacían la fiesta en sus propias casas, en la que todo era un poco más modesto pero no faltaba la música ni la diversión. En todas las fiestas, Daniela bailaba hasta el amanecer en grupo, de a tres, en pareja o sola.
Ella sabía que su madre no se podría permitir una de esas fiestas tan bonitas en un gran salón, y tampoco le interesaba llevar uno de esos hermosos vestidos largos y vaporosos que llevaban las otras quinceañeras. Aunque sí que le hacía mucha ilusión organizar un baile y así se lo expresó a su madre.
Celina se puso a ello. Como el cumpleaños sería en verano, la generosa vecina les ofreció su casa y su jardín para el festejo. Su madre encargó a una compañera suya que hiciera una gran torta de cumpleaños, pagó a unos jóvenes para que se ocuparan de la música y comunicó a amigos, familiares y vecinos que trajeran comida y bebida para compartir.
La noche de la fiesta, aquel lugar estaba irreconocible. Daniela nunca había visto tanta gente allí, pasándolo tan bien, charlando, jugando, riendo y, sobre todo, bailando.
Su padre llegó con traje y corbata y con la intención de bailar un vals con su hija. Sin embargo, Daniela tenía muy claro que su fiesta era diferente y abrir el baile como lo hacían todas no estaba en sus planes.
Asistieron hasta personas de la familia que ni siquiera conocía. Todos le hicieron regalos y el padre de Marina llevó su cámara y se dedicó a hacer unas fotos maravillosas que Daniela conserva como un tesoro.
Hablar
Los amigos hablaban de todo: de cómo sería su futuro, de la situación general del país, de sus ilusiones, de sus miedos, de absolutamente todo. Tenían la peregrina idea de que vivirían juntos para siempre y, en el caso de que alguno quisiera casarse y formar una familia, podrían construir una casa grande donde los hijos de todos crecieran juntos.
Alguna vez salió el tema de irse del país. Marina decía que ella estaba dispuesta a vivir en otra parte, que la familia de su padre había venido de Italia y que a ella no le importaría volver. A Daniela le entró miedo porque no se imaginaba el resto de su vida sin su amiga. Intentó convencerla de que en ningún otro sitio estaría mejor que en su país.
En ocasiones, el destino se burla de lo que alguna vez hemos dicho y eso fue precisamente lo que años más tarde le pasó a Daniela.
Nacer
Después de años de haberse divorciado del padre de sus hijas, Celina comenzó una relación con un hombre que le había presentado un amigo en común. Se llamaba Pedro y era músico. Solía ir a su casa con su guitarra y les amenizaba la tarde con canciones de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otros autores que