Ni rosa ni azul. Olga Barroso Braojos

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Название Ni rosa ni azul
Автор произведения Olga Barroso Braojos
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788426733276



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obviamente son todos distintos, pero son todos equivalentes. Todos y todas tienen el mismo valor y tienen la potencialidad de desarrollar todas sus capacidades a un nivel suficientemente bueno, aunque haya niños y niñas que destaquen especialmente en alguna capacidad, aunque cada uno tenga un ritmo y necesite una estimulación distinta. Todos y todas pueden llegar a desarrollar bien las capacidades intelectuales del nivel de primero de primaria. Un buen profesor o profesora lo sabe, cree en esto, ve a sus niños y niñas equivalentes, porque los ve iguales aunque sean distintos. Y por esto los valorará a todos por igual, creerá en que pueden alcanzar los mismos objetivos a un nivel adecuado. Y esta o este profe hará algunas cosas distintas para cada uno; por ejemplo, al niño al que no le salga la erre le pondrá a escribir palabras con erre y a la niña a la que no le salga la ge la pondrá a escribir palabras con ge. Pero será igualitaria en el hecho de que a niños y niñas:

      • Los verá como personitas que pueden desarrollar igual de bien las capacidades intelectuales de ese curso.

      • Les dará la misma atención y cariño.

      • Felicitará igual a un niño que a una niña ante un éxito.

      • Ayudará igual de intensamente a un niño que a una niña ante un error, ni más ni menos a unos que a otras.

      • Incentivará igual a las niñas que a los niños a participar y a asumir pequeños liderazgos momentáneos.

      Por último, para terminar de defender la igualdad entre hombres y mujeres, para terminar de defender que ser iguales no es ni ser idénticos ni ser exactamente semejantes, sino ser equivalentes, quisiera que nos hiciéramos estas preguntas:

      Si no fuéramos iguales, ante el mismo delito, realizado de la misma manera, con las mismas variables contextuales, deberíamos ser juzgados de forma distinta, ¿no? Sin embargo, no lo somos, así lo recoge el artículo 14 de nuestra Constitución: «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social».

      • Si no fuéramos iguales, no deberíamos tener los mismos derechos, ¿no?

      • Si no fuéramos iguales, no habría indistintamente hombres y mujeres desarrollando adecuadamente todo tipo de profesiones, pero hay mujeres políticas, como hay hombres matrones, ¿no?

      Defendemos que debe existir una igualdad de trato ante la ley de hombres y mujeres, que ambos deben tener los mismos derechos, porque partimos de la igualdad entre hombres y mujeres. Si la ley debe ser igual para hombres y mujeres, es porque estos son iguales.

      Empezar a cuestionar la igualdad entre hombres y mujeres con pejigueras argumentaciones, basadas en haber encontrado en algunos cerebros femeninos pequeñas áreas distintas a las de los hombres (y de ahí establecer que se nos da mal leer mapas y que hablamos más) es un camino peligroso que puede desembocar en discriminaciones hacia las mujeres. Y en que, a pesar de tener los mismos derechos ante la ley o en el papel, esto materialmente no se cumpla, y se quede en papel mojado. En que pasen cosas como que, ante el mismo trabajo, las mujeres cobremos menos. Paremos esto.

      Nuestro diccionario ya lo ha hecho, por eso la tercera acepción de igualdad es esta:

      ‘Principio que reconoce la equiparación de todos los ciudadanos en derechos y obligaciones’.

      No tendríamos hombres y mujeres los mismos derechos y las mismas obligaciones si no fuéramos iguales, así que, por difícil que pueda ser reconocerlo, así es: somos iguales y sí tenemos diferencias. Decía Amelia Valcárcel que cualquier pensamiento de la diferencia solo es posible si se basa en una igualdad asumida o tácitamente lograda.

      Creo que hablar de lo que nos diferencia a hombres y mujeres, como decía Amelia, solo debe producirse después de haber establecido sin fisuras nuestra condición de iguales. Si no se habla de nuestras diferencias partiendo de nuestra equivalencia, podemos caer en actitudes y argumentaciones propias del racismo, que se llaman machismo. Por supuesto, todos y todas tenemos derecho a ser diferentes, esta es nuestra riqueza y esta es la belleza de la libertad. Pero para que el derecho a la diferencia no sea peligroso debe empezar a partir de la presunción de igualdad entre todos los seres humanos. Sin asumir plenamente el concepto de igualdad entre personas de todo tipo de procedencias y entre hombres y mujeres, es imposible construir justicia. Si no asumimos este concepto de igualdad, nunca trabajaremos para que exista una distribución realmente semejante de estimulación y educación que permita desarrollar las mismas capacidades y el mismo conocimiento a los niños y a las niñas.

      Tras todo lo analizado en este capítulo, recordad:

      Podemos establecer que hombres y mujeres somos iguales porque semejante es nuestra naturaleza, nuestra condición de ser seres humanos y nuestra calidad, es decir, nuestro valor.

      Para llevar a cabo una educación verdaderamente igualitaria, es imprescindible partir de la igualdad entre hombres y mujeres, comprender esta variable que nos define y aúna a todas las personas, a pesar de nuestras diferencias.

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