Perspectivas actuales del feminicidio en México. María Eugenia Covarrubias Hernández

Читать онлайн.
Название Perspectivas actuales del feminicidio en México
Автор произведения María Eugenia Covarrubias Hernández
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9786078692217



Скачать книгу

sociedad mexicana, mismas que tienen sus raíces en el universo simbólico patriarcal (religioso). Por una parte, está la figura de un «Dios» (varón, todopoderoso y omnisciente), que coloca al hombre en la cima de la «creación» humana, como su apoderado en la tierra, para dominar todo lo existente incluso a las mujeres. Por otra, está la imagen de la «tentadora» Eva, estereotipo de la mujer «moralmente débil», maliciosa, seductora, culpable de las desdichas, que ha de ser controlada, sometida y castigada con dureza (que debe pagar hasta con la propia vida).23

      En otras palabras, se construye un patrón que trata de estandarizar los cuerpos y las subjetividades de los sujetos. En el que se afirma que a alguien más no sólo le pertenece la vida de las mujeres, sino que puede disponer de ésta según le plazca. Por lo que cada acto de voluntad e independencia por parte de ellas se entiende como un acto de rebelión que debe ser cortado de raíz antes de que prospere.24

      Para ejemplificar lo anterior, remitámonos al caso ocurrido el 3 de julio de 2015 en Monterrey, Nuevo León:25

      Angie, de 24 años, fue asesinada por su pareja (de 25 años) a golpes; la causa oficial de la muerte fue contusión profunda en el cráneo. Su novio privó de la vida a Angie un jueves por la noche; al día siguiente él fue a trabajar con normalidad; todavía el fin de semana durmió con el cadáver antes de suicidarse, colocando una bolsa de plástico en su cabeza, después de haber tomado alcohol y pastillas. Pero, ¿cuál fue el motivo, si eran una pareja casi «ideal» para quienes los conocían? De acuerdo con la indagatoria de la Policía Ministerial, el feminicidio ocurrió por «celos», pues él tenía la «sospecha» de infidelidad.

      De tal manera que la violencia, en este caso como en muchos otros, se convirtió en un instrumento del agresor para anular la subjetividad de la mujer y conformar así un nuevo ser: un cuerpo y una identidad sometida y subordinada.

      La construcción sociocultural de la masculinidad

      Dicho lo anterior, cabe preguntarse: ¿La socialización diferenciada tiene alguna influencia para que algunos hombres lleguen a convertirse en feminicidas? ¿Los patrones tradicionales de masculinidad hoy día se han potenciado a través del lenguaje, la «narco cultura», los medios de comunicación sexistas, los deportes y/o el discurso religioso? ¿Los varones miran a las mujeres como sujetos de acción u objetos de posesión? ¿Qué convierte el cuerpo de una mujer en desechable y qué privilegio considera que tiene el varón para poseerla, castigarla y hasta anularla?

      Una clave para poder comprender cómo las personas construyen e interiorizan los patrones de lo masculino y lo femenino es la socialización diferencial de género, puesto que desde la infancia se da por sentado que por «naturaleza» niños y niñas son distintos y por lo tanto tienen que desempeñar papeles diferentes en su vida adulta.

      Por lo anterior, Judith Butler dice que «el género es un hacer»,26 mientras que Irene Meler, señala que tanto la feminidad como la masculinidad son construcciones colectivas concretadas en una compleja red de mandatos para hombres y mujeres, plasmada en las subjetividades de éstas.27

      En tanto, los agentes socializadores como el sistema educativo, la familia, los medios de comunicación, la religión, los grupos de pares, entre otros, transmiten mensajes, modelos, normas, patrones, roles y estereotipos de género, que al ser reiterados una y otra vez comúnmente son interiorizados por las personas;28 es decir, «los hacen suyos», como «un depósito de saber almacenado».29

      Así, la socialización diferencial contribuye a reafirmar la creencia de que hombres y mujeres son diferentes y que por ende deben comportarse de manera distinta en diversas esferas de la vida humana (laboral, sexual, amorosa, por decir algunas).30

      Por tanto, la masculinidad se adquiere a través de los otros, en la socialización y ésta es reconstruida y afirmada diariamente. En otras palabras, se prueba y se gana a lo largo de la vida. Por ejemplo, es común que los varones hagan hincapié en su sexualidad en términos cuantitativos: tener muchas mujeres o muchos hijos, en el tamaño de su miembro, en la cantidad de sus conquistas y la frecuencia de sus relaciones sexuales.31

      Se puede decir entonces que el hombre no nace, se hace. Como diría Joan Scott: «lo masculino y lo femenino no son características inherentes a las personas, sino construcciones artificiales».32

      En la actualidad es un hecho que los cambios de los roles femeninos han trastocado profundamente las raíces de los masculinos, tambaleando el sistema patriarcal,33 especialmente las identidades y funciones más características de los hombres; es el rol de proveedor el que ha cambiado sustancialmente,34 pues ya no son ellos los únicos que aportan a la economía familiar o de pareja, las mujeres también lo hacen, trabajan, ganan un salario y administran el dinero.

      Tal como se ha argumentado en párrafos anteriores, la forma de ser hombre es una enseñanza que se transmite durante la interacción social, la cual es reforzada por medio de castigos y recompensas por parte de otros miembros de la sociedad,35 ya sea por la madre, el padre, los abuelos, los amigos o el jefe. De esta forma, cualquiera que salga de estos parámetros o intente salir será humillado por su diferencia, por no cumplir con el «mandato»,36 pues «la masculinidad hegemónica o dominante constituye un saber que orienta, motiva e interpela a los individuos constituyéndolos como sujetos»,37 pero que también supone transgresión y negación en la compleja red de relaciones sociales entre las personas.

      Por lo anterior, es evidente que las mujeres no son las únicas víctimas; los varones también están insertos o aprisionados en un sistema de valores que ya no cumple su función. Las antiguas características de la virilidad, la fuerza física, la autoridad moral, el liderazgo familiar ya no los representan a todos, pues hoy día los hombres se enfrentan a nuevos contextos. Por ejemplo, los hijos adolescentes se burlan del padre o retan su autoridad, las esposas que trabajan y ganan dinero, son más independientes e incluso cuestionan su autoridad.

      Es así que un sinnúmero de varones sienten inseguridad al ver tambalear sus roles masculinos, entran en conflicto, pues no saben qué papel desempeñar en el proceso de cambio cultural, ya que comúnmente se les ha educado desde la infancia a través de una serie de estereotipos que atienden al poder, la dominación, la competencia, el control de otras u otros, el autocontrol, el pensamiento racional y lógico, el éxito en el trabajo, la autoestima apoyada en los logros (principalmente en la vida laboral y económica), la egolatría, la agresividad, la fanfarronería, el ser mujeriego, el gran bebedor y poseedor de una «sexualidad activa» entre otras muchas acciones; todo esto como medio vital para demostrar la masculinidad.38

      Por lo tanto, para invalidar el mito de la violencia contra las mujeres como un asunto privado, una situación «natural» o coyuntural «normal» de la dinámica familiar y las relaciones de pareja, fuera de la injerencia de la justicia y del Estado, es indispensable deconstruir el modelo de dominación sexista imperante en nuestra sociedad.39

      Se considera que a los varones la estructura y los patrones patriarcales también los someten. Igualmente son violentados por los estereotipos sociales, porque los obligan a negar sus necesidades afectivas al tratar de mantener un modelo «heterosexual falocéntrico».40

      Es necesario visibilizar otras maneras de ser hombre, distintas del arquetipo tradicional de la virilidad.41 Porque las ideas que se tienen con respecto a lo que es ser hombre no son naturales y cambian con el tiempo, y puesto que cada varón puede construir su propia forma de masculinidad, es por ello que se habla de masculinidades en plural, pues no hay sólo una forma de serlo. Hay que tener en cuenta que los hombres son diferentes y diversos y que en la vida diaria hacen cosas que antes se pensaban exclusivas de las mujeres; en la actualidad algunos han modificado las formas tradicionales de ser hombre, pero aún falta que muchos otros se sumen al cambio o lo acepten. Ya que cada hombre o mujer puede rechazar o ser complaciente con los roles hegemónicos de género.42

      Es indudable que hoy día la masculinidad hegemónica es constantemente cuestionada. Una y otra vez se rompen los roles tradicionales frente a los nuevos.