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se la devora y luego termina de instalar la red.

      Lo sigo observando por otro minuto, completamente confundida. Pronto se hace claro que no le sucederá nada horrible. De hecho, una vez que el juego comienza, anota el primer punto para su equipo y recibe una ronda de festejos y choque los cinco.

      Haciendo un mohín, finalmente relajo mi puño.

      –Bueno. No funcionó –murmuro. La decepción es difícil de aceptar, pero no sé si estoy más decepcionada con el universo o conmigo por creer algo tan absurdo.

      Hago círculos con mis hombros. Basta. Pasaré el resto de mi velada leyendo el libro que traje, comiendo malvaviscos y escuchando a Ari mientras intenta encontrar la correcta progresión de acordes para su última canción. Me relajaré.

      Tomo mis zapatos y empiezo a ponérmelos.

      –Por favor. Es tan nerd. ¿Saben que juega a Calabozos y Dragones?

      Me congelo, no tengo que mirar para saber que es Janine Ewing, su voz se escucha sin dificultad en mi pequeño rincón. No puedo verla o con quién está hablando, pero solo podría estar hablando de algunos chicos. Jude y sus amigos, Matt y César, de nuestro año o Russell, un chico de segundo año que se unió a su grupo hace unos meses.

      –¿En serio? –dice otra voz femenina. ¿Katie?–. ¿Ese extraño juego de rol de los ochenta? ¿El que juegan esos niños en Stranger Things?

      –Ese mismo –responde Janine–. Es como… ¿En serio? ¿No tienes nada mejor que hacer con tu tiempo?

      Espío por una apertura entre las rocas y veo a Janine y a Katie a tan solo unos metros, descansan entre una mezcla de toallas playeras estridentes en bikinis y gafas de sol. Y… oh. Maya también está con ellas. Juntas lucen como una publicidad de protector solar y no de mala manera. Maya en particular luce como una estrella de Hollywood en ascenso. Es el tipo de chica que podría estar en un comercial de maquillaje. De tez oscura cálida por el sol poniente, grueso cabello oscuro al natural y rizado encuadra su rostro y con pecas tan encantadoras que podrían inspirar sonetos enteros.

      Como es de esperar, Jude no es el único chico en la escuela con un enamoramiento por ella.

      –¿Calabozos y Demonios no es una especie de juego de adoración del diablo? –pregunta Katie.

      Pongo los ojos en blanco. Maya, baja sus gafas hasta su nariz y le lanza una mirada a Katie que sugiere que concuerda conmigo sobre cuán innecesario fue ese comentario.

      –Calabozos y Dragones –replica–. Y estoy bastante segura de que ese rumor lo inició la misma gente que decía que Harry Potter era demoníaco.

      Tengo que admitir que, si bien cuestiono frecuentemente la devoción ciega de Jude hacia ella, Maya tiene sus momentos.

      –Aún así. –Acomoda sus gafas en su lugar–. No fastidies, Jude me cae bien.

      Mis ojos se ensanchan. Pausa. Rebobina. Le cae bien Jude. ¿Eso significa que le gusta?

      Me emociono. Estiro las orejas para captar cada palabra de lo que están diciendo. Si puedo regresar con Jude con evidencia empírica de que sus sentimientos son correspondidos después de todo, estaría cerca de ganar el premio a la Mejor Hermana del Año.

      –Por supuesto que te cae bien –dice Janine–. ¿A quién no? Es tan bueno.

      –Tan bueno –concuerda Katie tan enfáticamente que suena casi a un insulto.

      –Pero también está tan… –Janine no termina. Necesita un largo momento para encontrar las palabras para explicarse–. Como, tan interesado en ti. Es un poco extraño.

      Suelto un gruñido de incredulidad. ¡Jude no es raro!

      Hundo la cabeza detrás de la roca antes de que miren hacia atrás y me vean, pero su conversación no se detiene.

      –A veces se queda mirando –concede Maya–. Solía creer que era halagador, pero… no lo sé. No quiero ser mala, pero uno creería que recibió la indirecta de que no estoy interesada, ¿no?

      Hago una mueca.

      Allí terminó mi plan.

      –Parece un poco obsesivo –añade Katie–, pero ¿de manera dulce?

      Vuelvo a espiar entre las rocas con el ceño fruncido. ¡Jude no está obsesionado! Por lo menos, no tan obsesionado.

      Le gusta Maya. ¡No es un crimen! ¡Debería estar complacida de haber llamado la atención de alguien tan amable e increíble como Jude!

      –De vuelta, me cae bien Jude –dice Maya–, pero me hace sentir un poco culpable, saber cómo se siente cuando… bueno, nunca sucederá.

      –¡No tienes por qué sentirte culpable! –asegura Janine–. No has hecho nada.

      –Sí, lo sé. Supongo que no es mi culpa no estar interesada en él.

      Katie hace un gesto de silencio repentino, pero está acompañado de una risita casi cruel.

      –Shhh, Maya, Dios. Está justo allí, te oirá.

      –¡Oh! –dice Maya y se cubre la boca con una mano–. No lo sabía.

      –Bueno –Janine la golpea suavemente con el codo–, tal vez ahora captará la indirecta.

      Echo un vistazo y veo a Jude caminando cerca. Apenas puedo ver su expresión cuando gira para dirigirse a nuestro lugar en la playa y no logro notar si las escuchó o no. No puedo distinguir si la oscuridad en su rostro es vergüenza, dolor… o solo la sombra del sol hundiéndose en el horizonte.

      En realidad, no importa. Lo dijo con maldad. Toda esa conversación parece tener un origen cruel; un diálogo innecesario destinado a burlarse de Jude por ningún otro motivo que incrementar el ego ya inflado de Maya Livingstone.

      Y que sea desagradable con Jude, de todas las personas. Jude paciente y considerado, querido por todos. Quien no tiene enemigos. Quien puede intervenir en cualquier conversación, sentarse en cualquier mesa e ir a cualquier fiesta.

      Y sí, tal vez juega a Calabozos y Dragones los fines de semana y lee libros con dragones en las portadas y estaba legítimamente emocionado por ir a su primera feria renacentista el verano pasado. Hasta vistió una túnica y, en mi opinión, también lucía como un caballero en ella. Pero odio pensar lo que Maya o sus amigos dirían si alguna vez vieran las fotos.

      Fulmino con la mirada la cabeza de Maya. ¿Cómo se atreve a herirlo de esa manera? Mi puño se tensa.

      Esta vez, lo siento. Una descarga eléctrica en la base de mi estómago apenas perceptible. Como la sensación que sientes cuando das una vuelta mortal debajo del agua, pero más sutil.

      Salvo que, otra vez, nada sucede.

      Espero. Y espero.

      El sol desaparece y pinta el cielo de tonos violeta. Aparecen las primeras estrellas y empiezan a parpadear y brillar. Los acantilados se encienden con los destellos naranjas de la fogata.

      Maya se sienta derecha y se estira para tomar el suéter largo que está al lado de su toalla. Observo cómo pasa los brazos por las mangas. Siento amargura y algo más que un poco de molestia. Hacia ella. Hacia mí. Hacia el universo.

      Suspiro y abandono al fin la seguridad de mi refugio. Fue suficiente. No heredé un poder mágico para restaurar el equilibrio del universo. Para castigar a los malvados y los indignos.

      Es hora se seguir adelante.

      Jude y Ari están en nuestras mantas compartidas. Ari toca su guitarra y un puñado de personas se han detenido para escucharla, algunos se dejaron caer en la arena y formaron un pequeño semicírculo a su alrededor. Jude está mirando a las olas, su postura es taciturna. No necesito ver su rostro para saber que está desanimado. Después de todo, debe haber escuchado a Maya.

      Me