Название | El negocio del fútbol |
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Автор произведения | Christian Solano Obando |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789587579925 |
Tras crear dos exitosos modelos de competición, llegó como tercer suceso el Coeficiente UEFA (1997) y su perpetuación estadística de los equipos más poderosos de Europa. A través de los números que recoge la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol, se mide el rendimiento de todos los equipos de las ligas del viejo continente y se dictaminan las posiciones que tendrán en sorteos, calendarios y plazas en torneos continentales. Se empieza abrir la brecha entre los clubes poderosos y los equipos de la media.
No podemos pasar por alto en nuestro cuarto punto, el significativo Caso Bosman (1996): un dilema jurídico–deportivo que reivindicó el Tratado de Roma y permitió a los futbolistas europeos jugar en cualquier club del continente sin ocupar plaza de extranjero. Esta es la historia de Jean-Marc Bosman, un futbolista belga sin mucha distinción que rescindió unilateralmente su vínculo con el RFC Lieja luego de que el club quisiera renovarlo con un sueldo considerablemente menor al que recibió durante las anteriores temporadas, para ir al Dunkerque de la segunda de Francia. El fallo que favoreció a Bosman cinco años después determinó que los deportistas no son esclavos y que los clubes no son sus dueños.
En quinto lugar, registramos la aparición de ligas profesionales en países sin tradición futbolera, pero con el suficiente poder económico para sostenerlas. Japón creó su J1 League en 1992; China tuvo la Jia A en 1994 y, por supuesto, los Estados Unidos fundaron una nueva liga bajo el nombre de la MLS como condición necesaria impuesta por la FIFA para la realización del mundial de Estados Unidos 1994. Con este quinteto de hechos fundacionales, el posfútbol recogió su ancla y emprendió camino rumbo al futuro.
Este nuevo deporte inspirado en el fútbol que ya navega por las canchas de nuestro planeta es un fenómeno del nuevo milenio resultante de los incesantes cambios que dejó el final de la historia en el siglo XX. En consecuencia, de la misma manera en que el posmodernismo apuntó a negar los grandes relatos que han definido al mundo, como bien lo retrató el filósofo francés Jean-François Lyotard en su obra La condición postmoderna, la llegada del año 2000 desdibujó poco a poco las narrativas tradicionales del fútbol a favor de la mercantilización. La visión romántica del juego ahora estará mediada por los millones, los rendimientos, los datos, la desigualdad, el fetichismo, el desarraigo y el discurso dictatorial que pondera el resultado sobre todas las cosas.
Bienvenidos al posfútbol.
RONALDINHO Y OTROS POÈTES MAUDITS
Soy un feo simpático que con el tiempo acaba siendo guapo. En el conjunto, al final, parezco guapo.
RONALDINHO
En la jaula infame de nuestros vicios, ¡Hay uno más feo, más malo, más inmundo!
BAUDELAIRE
Antes de que París fuera la ciudad de la luz, el amor y el glamour, antes de que el Boulevard San Michel que desemboca en la Sorbona fuera la pasarela del mundo, y antes de que el Paris Saint Germain fuera el equipo ultra millonario que es hoy, París vivió una transición hacia esta modernidad. Ese paso a la modernidad significó el cambio de esas viejas casas medievales de paredes gruesas, a esos modernos edificios de cristal; supuso el cambio de esas grandes iglesias en piedra y madera como Notre Dame a esas estructuras metálicas como la torre Eiffel. Ese cambio fue trabajado con las manos de esos que el gran poeta francés, Víctor Hugo, llamó Los miserables.
Esa París del amor, de la luz y de los amplios bulevares reposa sobre las vidas de todas las prostitutas, gamines, rateros (que se les llamó así por vivir en las alcantarillas con las ratas), ancianos, delincuentes de poca monta, gente pobre, sucia, patiraja’os, enfermos, improductivos y desechos sin futuro. A todas estas vidas, a la belleza que les habita en medio de su miseria, Baudelaire las vio como a flores, a pesar de la oscuridad del “mal” social que representan para la ciudad luz y su economía formal. Por eso, sus poemas sobre estas putas, viciosos y gañanes se llaman así: Las flores del mal.
A estos poetas que escriben la hermosura de la miseria de estos males sociales se les llamó poetas malditos. Los poetas malditos eran tal cosa porque eran mal vistos y dichos por su familia y su sociedad, pues no quisieron entrar en la lógica del esplendor y lujo de esa nueva vida, la vida moderna. No quisieron entrar en la lógica del esplendor y de la vida moderna porque esto solo podía hacerse al precio de abandonar el placer a cambio de trabajo, el goce a cambio de la explotación.
Con la miseria del mundo moderno que sostiene su esplendor y sus cristales limpios apareció el pueblo obrero, y con el pueblo obrero, el ballet del pueblo obrero, el fútbol. Con el ballet del pueblo obrero y sobre el esplendor y los cristales limpios del fútbol aparecieron también sus poetas malditos. El Trinche Carlovich, el Mágico González, George Best, Paul Gascogine, Eric Cantona y tantos otros. Ronaldo de Assis Moreira, para las autoridades paraguayas, Ronaldinho Gaúcho, para el mundo del fútbol, Ronaldinho para los apasionados, es el último de los malditos
Algunos sostienen que Dihno “no fue el mejor futbolista del mundo porque no quería”. Afirman desde sus casas y cabinas de transmisión que Ronaldinho “se desperdició” por su falta de disciplina. Explican esto con la siguiente teoría: Ronaldinho llegó al fútbol en un momento en que el clásico 10 agonizaba, un jugador con poca capacidad atlética en medio de tanta velocidad del juego no podía rendir lo que se necesitaba; de este modo, él se adaptó a jugar por una banda mientras su estado físico se lo permitió; allí, en la aurora del Barça de Pep, quemó sus últimos cartuchos tras una brillante era con Frank Rijkaard como entrenador producto de su falta de disciplina y su agotada voluntad de competencia.
Pero estas miradas no explican varias cosas. Por ejemplo, decir que Dinho “se desperdició” implica que se está viendo desde la rentabilidad y las ganancias. Desde este ángulo, una parte se usó, otra “se desperdició”, fue un deshecho. Por eso los modernos llaman a los vagos “desechables”, porque no producen y son entonces vidas “desechables”.
Así, desde el ángulo de las ganancias, se critica a este poeta maldito del fútbol. Sin embargo, revisemos: se le está diciendo “desechable” y maldito a quien ganó la Copa Mundo –que a la fecha no ganaron ni Messi ni Cristiano Ronaldo–; a un jugador que ganó Copa Libertadores –cosa que no lograron ni Messi, ni Maradona–; se le tilda así a quien también ganó la Copa América y la Champions League que le fue esquiva al gran Diego, y se calificó así a quien también ganó el Balón de Oro, entre otras cosas. Se acusa a Ronaldinho del delito de ganar todo. De esta curiosa expresión vale preguntar: entonces, si Dinho también ganó sus cositas, ¿por qué esta mirada de jugador “desperdiciado”?
Acá nos podemos plantear varias cuestiones: Y ¿por qué tenía que querer ser mejor jugador si ya era el mejor? ¿por qué tendría que ganar más y esforzarse más para satisfacer la vida de otros por encima de satisfacer su propia vida? ¿Por qué el criterio de lo económico y de los honores tenía que primar en la vida de Dinho sobre el criterio del placer, los amigos y la familia? Y ¿por qué tenía que privilegiar a esos otros que pedían que él fuera mejor si estaba contento así, siendo el mejor y bailando en su casa y en el campo?
¿Quién bailaría por él mientras él se esforzaba en el gimnasio? Estas preguntas no se pueden responder desde la mirada de los que pedían más del brasileño.
Decir que Dinho se desperdició cuando ganó todo es decir algo desde el posfútbol, desde la mirada de la autoexplotación y de lo cuantificable, y quien así habla de Ronaldinho habla desde una mirada autojustificada