Название | Pesadillas de una noche sin fin |
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Автор произведения | Carlos Simos |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878717678 |
Después de un momento, ve otra luz al final del pasillo, en lo que parece ser un cuarto. Esperando encontrar que todo ha vuelto a la normalidad, se levanta y se dirige hacia allí. Si bien es una luz fuerte y amarilla, no parece tener origen. Al cruzar el umbral, todo a su alrededor está sumido en tinieblas, pero esa luz frente a él crece y, justo en ese momento, escucha un sonido que le resulta familiar. Tómas queda confundido, aquel sonido no es otro que el de un vehículo que se acerca a él rápidamente. Ante la sorpresa, cubre su rostro con el brazo derecho y salta hacia la izquierda mientras siente un fuerte golpe en la cadera. Sale despedido con violencia y cae estrepitosamente al suelo. Después de un momento, se reincorpora con dificultad y observa a lo lejos, con toda la oscuridad apoderándose de él, un haz de luz tan diminuto, tan tenue que no llega casi a distinguirlo. Al cabo de unos segundos, se mueve de un lado al otro, como escrutando lo desconocido y se apaga. Tómas queda nuevamente sumido en las tinieblas. Grita una vez. Descarga su ira y sigue gritando.
De repente, la luz se prende, siente otros sonidos. “¿¡Quién demonios eres!?”, grita desaforadamente y oye una respuesta a lo lejos: “¿¡sere soinomed neiuq!?” Tómas no lo entiende y sale de aquel cuarto para encontrarse en el pasillo que antes descendía y ahora cuenta con cientos de puertas, una tras otra. Aunque recorre el lugar de un lado al otro, solo halla más puertas, y todas cerradas. Cuando está al borde de la desesperación, recuerda la llave que tenía y la prueba en todas las cerraduras, pero cada una que abre solo deja paso a la oscuridad. Tómas no se arriesga, sigue probando hasta que por fin da con una puerta que proyecta una luz tan blanca y pura que lo enceguece. Cuando entra, todo se aclara: se encuentra en un cuarto celeste y a su lado hay una ventana con blancas cortinas. Se acerca para ver qué hay del otro lado y descubre con sorpresa que es de día y que la vista da hacia una calle con autos estacionados del lado de las veredas. No comprende qué sucede, pero entonces una mano se posa en su hombro. Se voltea y ve a una mujer que parece una enfermera y le dice que todo va a estar bien. Quiere hablarle, pero de repente no puede abrir la boca; desesperado intenta llevarse la mano a ella pero tampoco puede, ni siquiera el cuerpo. Logra desplazar sus ojos para descubrir horrorizado que está en una camilla. Indudablemente, se halla hospitalizado en algún lugar.
Después de que la enfermera se va, entran su mujer y sus hijos. Lo saludan, le hablan un momento cada uno, pasan un tiempo con él y se marchan. Todo ese tiempo Tómas quiere gritar, pero no puede. Quiere moverse, pero una fuerza invisible se lo impide. Cae la noche y con ella, lágrimas de sus ojos. De repente, un delgado haz de luz acompañado de un sonido de goznes viene de su izquierda. Mueve los ojos y con dificultad, nota que la puerta del cuarto se abre tan solo un poco: alguien entra, lo escucha aunque no sabe quién es hasta que al fin, un niño se le acerca. Lo conoce muy bien… es él mismo cuando era pequeño. Se horroriza. La criatura lo mira un momento, posa la mano en su aterrada frente en un gesto de cariño y sobre el estómago, deja sentado un muñeco de porcelana, el mismo que había hallado en el pasillo. Después de eso, el niño se marcha. Tómas se lo queda observando. De repente, el muñeco, que aún tenía sus ojos hacia arriba, dirige su vista hacia él, saca un gran alfiler de su espalda, se incorpora y se lo clava en la frente. Tómas salta profiriendo un grito y el muñeco sale despedido hacia el suelo. Se levanta enfurecido y lo pisotea hasta destruirlo por completo. Rápidamente, se dirige hacia la puerta, pero está cerrada. Busca en sus bolsillos pero tenía el pijama del hospital. Siente frio en el pecho y nota que de su cuello cuelga la llave que había encontrado. Abre la puerta, pero enseguida escucha el grito más horripilante y sombrío que se hubiera podido imaginar alguna vez. Se vuelve hacia ese lamento funesto y descubre que el muñeco que había destruido está otra vez entero y sentado en el suelo. Una nueva nota descansa en su mano izquierda: “¡No lo hagas! Busca otra manera…”. Tómas no entiende, aprieta con fuerza el arrugado papel y se dirige hacia la puerta, ya ciego por el desconcierto que lo invade, a un paso de la locura inexorable, ahogándose más y más en la irracionalidad. Cruza el umbral, esta vez de un suave dorado, el dorado de una luz que alumbra tenue un cuarto, más bien un gran comedor, con sillones, una mesa y un televisor. Tómas sonríe. Es su hogar.
Después de mirar a su alrededor, oye unas voces que provienen desde la cocina, una conversación casi alegre que disputan dos niños, y una carcajada femenina. Tómas se dirige al lugar desde donde le llega lo que es música para su alma, y observa a su familia almorzando. Él, desconcertado pero lleno de una alegría absurda, toma su lugar en la mesa y al instante siente su pecho destrozarse en mil pedazos. Unas garras de hierro salen de las patas de la silla y del borde de la mesa; lo aprisionan, siente sus labios metiéndose dentro de su boca, como tragándoselos, y comienza a gemir de dolor. En ese momento, su esposa lo atiende y trata de tranquilizarlo, sin embargo Tómas no entiende lo que sucede. Una vez más, se encuentra paralizado.
Al fin mira el reflejo de la ventana delante de la mesa y, con tremendo horror, es testigo de una imagen pesadillesca donde él está en silla de ruedas y con un cuello ortopédico, totalmente paralizado. No puede ser real. Megan manda a dormir a los niños mientras preparaba su propio cuarto. De pronto, la pequeña Elizabeth se acerca y mira fijamente a su padre.
—¿No recuerdas nada, verdad Papi? —Luego, dubitativa acaricia su rostro— La policía llamó a mami, ella dijo que habías tenido un accidente mientras ibas a buscarnos. Sí te acuerdas de cuando fuimos al hospital a visitarte, ¿verdad? Te llevé un dibujo donde estábamos tú y yo en el parque y me hamacabas como aquella vez, ¿recuerdas Papi? Pero la enfermera no nos dejó estar mucho tiempo –unas lágrimas caen de los ojos de la pequeña—, quiero que regreses por favor, nunca más me voy a ir, te lo prometo.
Elizabeth le da un suave beso y se marcha.
Tómas no puede estar más horrorizado; se siente desvanecido, como arena arrojada al mar, como un espejo quebrado en cientos de partes. Por un momento, piensa que todo se trata de una pesadilla de la que pronto despertará. Quizás, el accidente en medio de la ruta fue más grave de lo que suponía y todavía permanece desmayado dentro de su auto, teniendo este sueño de nefastas visiones.
Megan llega y lo saca de la cocina para llevarlo al cuarto a descansar, pero en ese momento, mientras cruzan el living, Tómas observa la llave que él había utilizado para abrir las puertas de aquella extraña casa sobre un modular, y piensa que si está ahí, significa que puede huir de aquella horrible pesadilla. Al fin, Megan lo ubica en un pequeño elevador al lado de la escalera y lo sube mientras ella va por los escalones, observándolo con amor y tristeza. Luego, lo lleva hasta el cuarto y acuesta en la cama. Lo mira fijamente a los ojos un momento.
—Dime algo mi amor, por favor –Espera en silencio, ahoga un llanto y continúa—. Por favor amor, dime algo.
Pero nada. Tómas solo fija su visión en la salida de ese lugar.
—¿Qué fue lo que ocurrió esa noche? —pregunta su mujer— ¿Cómo pudiste llamarme estando accidentado? ¿Qué fue lo que ocurrió? Entiendes que te encontraron dentro del auto incapacitado para moverte, no pudiste haberme llamado cuando me dijiste que habías tenido el accidente—. Ni una respuesta, Megan lo observa un momento y comprende que es en vano—.