Название | No me olviden |
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Автор произведения | Rodrigo Fica |
Жанр | Сделай Сам |
Серия | |
Издательство | Сделай Сам |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789560950611 |
Acerca del libro
Cada vez que sucede un accidente fatal de montaña surge la curiosidad por saber los detalles de lo sucedido.
Una afirmación, honesta aunque rara vez admitida, que se transformó en el punto de partida del personal esfuerzo de Rodrigo Fica por intentar modelar este fenómeno, dando inicio a una investigación que se propuso abordar seriamente este complejo y delicado tema, con el objetivo de aprender de lo acontecido pero también como una forma de preservar el recuerdo de las víctimas.
Este libro es el resultado de tal iniciativa. El producto final de 20 años de inquietudes que, a pesar de centrarse en cifras, estadísticas y análisis, no ceja en su empeño por dejar establecido que traer de vuelta los nombres de estas personas en la forma de un dato no es mera diversión, sino que el mínimo acto de respeto que una sociedad les debe para con quienes fueron parte contribuyente de ella.
A fines de enero de 1997, Alfredo Suárez salió de Santiago de Chile con la intención de buscar trabajo en algún lugar que lo hiciera olvidar un poco la ingrata rutina que lo estaba asfixiando. Paz que en cierta medida encontró en los alrededores del pueblo de El Volcán, en el Cajón del Maipo, en donde permaneció todo aquel verano realizando diversas labores.
Pero nada es para siempre y, en la medida que el calor estival menguaba y llegaba el otoño, comprendió que debía buscar otro destino. Sin embargo, no quiso regresar a la capital, sino que tomó la decisión de atravesar la cordillera de Los Andes en dirección hacia Argentina; siguiendo un impulso que no supo explicar, pero que lo hizo hermano de tantos otros chilenos que también se han adentrado en nuestras montañas buscando respuestas.
Su viaje lo inició un día de mayo. Sin tener particular experiencia en saber cómo desenvolverse en terrenos de aventura, tuvo la entereza necesaria para resolver las dificultades que le plantearon las montañas, cruzar la frontera e iniciar el descenso hacia el oriente. Luego de lo cual, infortunadamente, se vio atrapado por una serie de fuertes nevazones que le hicieron luchar por su vida. Hasta que, desplazándose a duras penas, logró llegar a Real de la Cruz, un antiguo refugio militar argentino ubicado a la cuadra del Manzano Histórico; al oeste de la ciudad de Tuniyán.
Tras un descanso, Alfredo Suárez trató de continuar, pero la nieve caída y la llegada de nuevos frentes de mal tiempo lo obligaron a permanecer en dicho refugio; el único punto protegido del que disponía y que se transformó en hogar y también trampa al no poder avanzar o retroceder. Dado lo cual, se convenció de que lo más sensato era armarse de paciencia, puesto que tarde o temprano llegaría el momento en que las condiciones cambiarían y él podría escapar. Así es que eso fue lo que hizo. Esperar. Sin nunca perder la certeza que seguiría viaje.
No obstante, con el paso de los días y luego semanas, la comida se fue acabando. No le quedó más opción que racionar. Primero a la mitad, luego a un cuarto, después a un quinto. Aún así no fue suficiente y tuvo que comer raíces y cueros; también su cinturón. Y cuando ni eso quedó, buscó por sobras debajo de las camas, entre los tabiques y también en los alrededores del refugio.
Todo esto en medio de temperaturas tan insoportablemente bajas que lo forzaban a pasar la mayor parte del día dentro de su saco de dormir; a pesar de lo cual el frío seguía dominando. Sin más alternativas, debió quemar la madera que iba encontrando por el refugio. Unos palos por aquí, otros por allá; incluso la banca de madera que usaba para sentarse.
Pero los temporales se sucedieron uno tras otro y la oportunidad de escapar nunca llegó. Con cada amanecer Alfredo sintiéndose más débil, pasando sus tardes durmiendo en un estado de semi-inconsciencia y despertando con energías apenas suficientes para, a la luz de la única vela que le iba quedando, continuar escribiendo su historia en un diario de viaje que llevaba consigo. En donde expresaba su fe religiosa, su infancia, sus grandes amores, sus pensamientos más íntimos.
Solo y abandonado, sabiendo que no habría más atardeceres tibios que contemplar y sin haber tenido nunca esa oportunidad por la que tanto había luchado, Alfredo Suárez falleció en dicho sitio en algún momento de aquel crudo invierno de 1997.
Varios meses después sus restos fueron hallados por un grupo de visitantes argentinos que recorría la zona, quienes lo encontraron dentro de su saco de dormir, en el piso, al lado de un catre. Y, sobre los restos de lo que había sido aquella última vela... su libreta.
Una en la cual todavía se podía leer claramente las últimas dos frases que él escribiría en su vida: “Viva Chile” y “por favor, no me olviden”.
I. MARCO CONCEPTUAL
A. Antecedentes
1. Génesis
La historia de Alfredo Suárez no es una excepción.
Muchos otros han encontrado la muerte en las montañas de Chile en circunstancias que, si bien en ocasiones están rodeadas de facetas vergonzosas, también han sacado a relucir lo mejor del espíritu humano. Episodios que emocionan e inspiran a quienes han tenido el privilegio de conocerlos en detalle.
Infortunadamente, la gran mayoría de tales historias permanecen anónimas. Sí, es verdad que cuando ocurren accidentes en nuestra cordillera hay inmediata atención periodística, especialmente en los tiempos contemporáneos donde los medios de comunicación y las redes sociales parecieran ser omnipresentes. Pero esta cobertura es una que por su propia naturaleza difícilmente explora en profundidad las implicancias de lo sucedido; por no mencionar que, al estar inserta en una dinámica vertiginosa, pronto deriva en una indiferencia que sin dilación da comienzo al olvido.
Esta situación es un antecedente que explica los orígenes de la frustración que comencé a sentir a fines de la década del 90, cuando, derivado de experiencias propias como montañista y escalador, fui testigo directo de cómo estas “historias” se estaban perdiendo. Lo que me pareció una pena. Pero no solo en el sentido humano y narrativo, sino que también a que con ello se estaba desperdiciando la oportunidad de aprender de lo sucedido; esto porque, en caso de que no estén al tanto, un factor fundamental para sobrevivir en las montañas es conocer de los errores y aciertos de quienes nos antecedieron.
¿Una cordada desarrolló mal de altura a seis mil metros por subir en auto? Bueno, realizaremos la aproximación a pie. ¿Tres excursionistas se perdieron en ese tupido bosque al llegar la noche? OK, tendremos que llevar GPS. ¿Una grieta se abrió a los pies de un guía en un lugar donde supuestamente no había? Entonces, nos encordaremos. ¿Un joven se cayó por un nevero y no pudo detenerse por perder el piolet? Queda claro, este lo amarraremos al arnés. Y así.
En el extranjero, especialmente en los países que cuentan con un montañismo desarrollado (principalmente Europa y Norteamérica), existe la posibilidad de tal aprendizaje porque sus accidentes son analizados por organizaciones o personas competentes; quienes incluso, en ocasiones, no vacilan en expresar duras críticas a los protagonistas por lo sucedido. Pero como yo no veía que tal inspección se estuviera dando en Chile, al menos no de una manera consistente y seria, me nació el impulso de comenzar a registrar en una libreta de apuntes los incidentes de este tipo de los que me iba enterando. Nada muy elaborado y sin un propósito específico;