Название | Vade Retro |
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Автор произведения | Marta Biñasca |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878715513 |
—Eso me deja más tranquilo, no me gusta verte triste o malhumorada.
Acompañó al abogado hasta el auto y cuando regresó vio a Isabela que se había quedado dormida mientras leía. La levantó en sus brazos y la llevó con su mamá que solo atinó a decir “gracias, señora” muy asombrada porque sabía que la señora jamás había cargado un niño, ni a su propio hijo que siempre estaba con su nana pero ahora cargaba en brazos a la hija de un puestero y a la que apenas conocía, no entendía lo que estaba pasando realmente. Ella le sonrió y le explicó que gracias a Isabela y su frescura podía resistir los malos momentos… “es como un bálsamo para mi vida actual”.
Al día siguiente llovió sin parar. Fuertes vientos y lluvia azotaban la gran casona y toda la zona, las descargas eléctricas parecían llegar al fondo de la Tierra, el viento amenazaba con arrancar los árboles desde la raíz, moviéndolos de un lado a otro, ella pensó que el tiempo estaba como su alma que se mostraba inquieta y expectante de lo que pasaría en la audiencia. ¿Diría la verdad el contador? ¿Se terminaría ese injusto suplicio? Cerca del mediodía recibió la noticia: el contador había presentado una nota para postergar la audiencia por encontrarse enfermo. Se fijaría una nueva fecha y crecería la agonía, pensó.
Afuera la lluvia torrencial seguía azotándolo todo, estaba oscuro en plena tarde, solo se seguían viendo las fuertes descargas eléctricas que surcaban el cielo, no se veían pájaros ni animales ni personas, todas debían protegerse de tan tremenda tormenta a la que solo compararía con la furia e impotencia que sentía en ese mismo momento. Pasó todo el día frente al ventanal mirando fijamente hacia la tormenta, como enfrentándola, perdida en sus propios pensamientos, comió muy poco, solo observaba la tormenta.
El día siguiente amaneció soleado, desde la ventana veía mucho movimiento de personas, más de lo habitual, para corregir los destrozos del temporal, pensó en las horas que faltaban para ver a Isabela, se sentía muy sola. Su hijo desde Alemania le envió el escueto mensaje “estamos con vos”, y entendió que era una muestra de lo que ella había generado con su forma de vida. Ahora preferiría tenerlo ahí para fundirse en un abrazo afectuoso que la reconfortara, pero no lo había preparado para eso, nunca lo abrazaba, ni le decía que lo quería, siempre le exigía más y más, y lo mismo a sus nietos a quienes les hacía regalos costosos pero no les demostraba cuánto los amaba porque suponía que los haría débiles y conformistas. Ahora se daba cuenta de sus errores.
Sentada en el sillón, cerró los ojos, apoyó los dedos en la frente y suspiró fuertemente, se sentía cansada y vulnerable, sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, y entonces nuevamente escuchó la voz…
—¿Estás dormida? ¿querés que vuelva más tarde?
Se estremeció de emoción, era su ángel que volvía a rescatarla de su sufrimiento, de su soledad.
—No… solo descansaba, pensé que estabas en el colegio.
—La tormenta rompió todo, no sabemos cuándo podremos volver
—¿Y qué hacen mientras tanto?
—Me enseña mamá y como no podemos salir a jugar porque el parque también se rompió y lo están arreglando traje los álbumes de fotos de la abuela para mostrártelos. Ella los cuidaba mucho, siempre decía que era su gran tesoro y que alguna vez te los mostraría a vos, pero no llegaste a tiempo, sé que te van a gustar. Ella los tenía enumerados para que no se mezclaran, así que empezaremos por el primero, para la abuela fueron los mejores años de su niñez.
—¿Cómo se llaman tus abuelos?
—Inés y Matías.
Elena se estremeció pero avanzó con las preguntas…
—¿Y dónde están ellos que no los vi? ¿Viven en otro lugar?
—Ellos ya no están, fallecieron en un accidente hace mucho, la extraño, siempre jugábamos y me contaba historias de ustedes, cómo jugaban y que le encantaba verte bailar, que parecías un ángel.
Nuevamente sintió la presión de las lágrimas en sus ojos y la invadió una gran angustia, ¿cómo había olvidado todo lo bello para convertirse en una muñeca de hielo que seguía el protocolo al pie de la letra dejando de lado los sentimientos y anhelos. La voz de la niña la volvió otra vez a la realidad.
—Vení, sentémonos aquí así apoyamos bien y te muestro las fotos.
—¿Me vas a contar la historia como lo hacia tu abuela?
—Pero vos ya sabes la historia…
—Pero quiero escucharla como ella lo contaba, para saber cómo era todo desde su óptica.
—¿Su qué? La abuela no tenía eso.
—Lo que quiero decir es que quiero escucharlo como ella lo veía.
—Ah bueno te cuento, siempre decía que no había fotos de cuando se conocieron porque la cámara se la regalaste vos para un cumpleaños. Me contó que se conocieron un verano cuando viniste de vacaciones, vivías en la ciudad para ir a las escuelas, ibas a la escuela común y a la de danzas. Ese día ella te vio sentada, aburrida bajo el sauce y se acercó, te saludó y te dijo si querías jugar y le contestaste
—No puedo porque no te conozco, papá dice que no debo hablar con gente desconocida.
—Soy Inés, mis padres trabajan acá. Papá en el campo, mamá en la cocina y vos ¿cómo te llamas?
—Hola soy Elena y todo esto es de mis padres. Pero no me gusta venir porque me aburro, nunca hay nada para hacer y no me gusta jugar sola con mis juguetes.
—Bueno, ahora estoy yo así que podemos jugar y ser buenas amigas si nos llevamos bien, claro.
—Me parece bien, una carrera hasta el molino el que gana elige el juego.
Esa tarde rieron y corrieron hasta el molino, vos llegaste primero por muy poquito y elegiste jugar a la casita, mi abuela iba a ir a buscar su muñeca pero le dijiste que le prestabas una de las tuyas, la que eligiera. Al entrar a tu cuarto no podía creer lo que veía, tu habitación era inmensa y hermosa y tenías muchísimos juguetes, instrumentos musicales y una colección de muñecas tan pero tan lindas que no sabía cuál elegir, al final eligió una y la llamo PP porque tenía una p en cada zapatito. A partir de ese día se volvieron inseparables, se veían a diario y jugaban todo el día, los juegos se siguieron eligiendo después de la carrera al molino. Dos semanas después fue su cumpleaños y vos le regalaste la cámara de fotos, a ella le encantó y ahí tuvieron la primera foto, juntas. El día de su cumpleaños con la torta que le había hecho su mamá.
Dicho esto, abrió el primer albún y mostró la primera foto de ellas, cuando Elena la vio, sintió una opresión en el pecho, ahí estaban ella e Inés con caras de clara alegría, recordó ese momento que por alguna razón había ocultado tanto y brotaron las lágrimas que había contenido. Cataratas de recuerdos llegaron a su mente y se dio cuenta de que el recuerdo del parque corriendo feliz junto a una niña era real, no una película, eran ella e Inés. También recordó su hermosa y sonora risa y cómo la acompañaba cuando estuvo enferma varios días en cama, estando a su lado todos los días, y hasta la ayudaba con la tarea.
La nena se asustó al verla llorar
—¿Por qué llorás? –le pregunto preocupada–, ¿te sentís mal, estás triste?¿te ofendí?
—No, corazón, es la emoción que me causó ver esa foto, tan chiquitas y felices, junto a tu abuelita, es emoción y muchos recuerdos juntos que estaban ocultos hasta este momento por alguna razón que desconozco. Tu abuela tenía la risa más linda del mundo y un corazón enorme lleno de bondad.
—¿Querés que descansemos y merendemos algo rico que te alegre el corazón? Abuelita decía que cuando uno está triste, el chocolate hace que fluya la alegría por algo que tiene que no me acuerdo, después te sigo mostrando.
—No, mejor pedimos que nos traigan cosas muy ricas y merendamos