Historia de Occidente acompaña a la civilización occidental desde los albores de la humanidad misma, en los comienzos de la Prehistoria, al presente, y culmina con una reflexión sobre los principales retos que plantea el futuro. La división en capítulos no obedece tanto a criterios meramente cronológicos, propios de la historiografía tradicional, como a los grandes cambios que han ido marcando la evolución de la sociedad occidental, de modo que la obra responde en todo momento a preguntas del tipo de cómo, por qué y cuándo. Se distingue, sin embargo, de muchas otras a la hora de responder quiénes, pues da prioridad a las masas sobre las élites, al pueblo llano sobre la aristocracia, a los gobernados sobre los gobernantes. La humanidad da comienzo a su andadura como una especie más, inteligente y social, sí, pero incapaz de producir su propio alimento, que debía tomar de la naturaleza sin transformarlo. Así se mantiene durante incontables milenios, dedicando su tiempo a la caza y la recolección, pero sobre todo al ocio, hasta que el desequilibrio entre población y recursos la fuerza a cambiar su modo de vida, tornando en agricultores y ganaderos a los cazadores y recolectores, transformando los campamentos en aldeas y abriendo camino a los primeros guerreros y los primeros jefes. Miles de años más tarde, cosecha muchos más ricas permitirán nuevos cambios. El excedente sostiene a muchos que no cultivan la tierra; la población crece, las aldeas se convierten en ciudades y los jefes en reyes. La escritura se inventa para llevar la cuenta de las cosechas y los impuestos; nace el Estado y con él muere la igualdad entre los hombres y los pueblos; la guerra, en fin, deja de ser un juego ritual para convertirse en una herramienta de dominación.
La obra España, la crisis del Antiguo Régimen y el siglo XIX pretende aportar, desde un punto de vista tan ameno y divulgativo como riguroso, el devenir del país a lo largo de un siglo, el XIX, una evolución que precisa tal vez mas que cualquier otra de una profunda revisión historiográfica. Juan Granados, a través del estudio de los principales factores económicos, políticos y sociales que definen el período, nos aporta su particular punto de vista sobre la construcción, exitosa en ocasiones y anómala en otras tantas, de nuestra contemporaneidad.
Aunque en la historiografía reciente parezca estar de moda la defensa de España como un país de evolución histórica «normal» dentro del ámbito europeo de las cosas, pareciendo querer presentarse la historia de un país que efectuó el tránsito desde las profundidades del Antiguo Régimen a la contemporaneidad sin mayores ambages y con una esperable sucesión de los acontecimientos, tal aserto parece difícil de sostener tan gratuitamente. Por ejemplo, cuando alguien se toma el trabajo de releer el discurso liberal de las Cortes de Cádiz, descubre sin mucho esfuerzo que éste tiene más que ver con la tradición de campanario del Derecho hispano, lleno de religiosidad, fueros, excepciones y particularismos locales que con el igualitarismo legal y ciudadano de los revolucionarios franceses, hecho que explica, al menos en parte, el palmario fracaso del ideal nacional de España.
Y es que nuestro siglo XIX siempre ha rebosado de cuentas pendientes y cuestiones sin resolver. No tenemos más que recordar, por ejemplo, la debilidad del liberalismo decimonónico español, significativamente siempre en manos de militares −Espartero, Narváez, O'Donnell, Prim, Pavía, Serrano y tantos otros son ejemplo de lo que queremos decir−, también el predominio de una clase política de ínfima catadura moral que elevó la figura del cacique a sus máximas posibilidades.
Esta obra presenta un enfoque multidisciplinario sobre la violencia en la Edad Media, partiendo de un trabajo preliminar: una tesis de doctorado titulada Violencia y dominación en la Baja Edad Media castellana. En esta oportunidad se despliega sólo el andamiaje teórico que dio sustento a la tesis. Se destaca la existencia de una violencia ambivalente, que construye y destruye a la vez al Estado y a la sociedad, y se sostiene que cada momento histórico tiene sus propias racionalidades en relación a la violencia. En el período analizado, la violencia parece surgir cuando se produce la ruptura del código de valores fundador de esa sociedad que se siente así amenazada. Por otra parte, la sociedad medieval valora el orden, y considera que el orden terrenal debe ser un reflejo, aunque sea pálido y desdibujado, del orden celestial. De la misma manera en que la violencia puede destruir ese orden deseado, otro acto violento puede restaurarlo. En el presente trabajo se analiza principalmente, a partir de diferentes autores y orientaciones, la relación existente entre la violencia y la construcción de la sociedad, particularmente en la Baja Edad Media. Privilegiando el enfoque histórico, se recurre también al aporte de autores provenientes de otras disciplinas, tales como la antropología, la sociología, la filosofía, el derecho, la política, etc.
Es esta una historia breve, si bien rigurosa y completa, de la literatura española escrita en castellano, desde sus primeros balbuceos hasta las variadas corrientes que apuntan en la actualidad, con análisis de los autores y de las obras más destacables y rompedoras que nos ha dejado. Desde que se descubrieron a mediados del siglo pasado unas pequeñísimas composiciones escritas en el lejano siglo XI que se mostraban en un primitivo dialecto neolatino −el mozárabe− hasta ahora, en que la información y la creación viajan de manera vertiginosa a velocidades electrónicas, casi mil años de creación literaria nos contemplan. Antes de comenzar el casi milenario recorrido de la literatura española, un capítulo introductorio nos muestra las características fundamentales del texto literario. A partir de aquí, se utilizan los períodos en los que se divide la Historia para hacer este itinerario.
Recopilación de las mejores curistorias (curiosidades y anécdotas históricas) publicadas en el blog Curistoria relacionadas con la Segunda Guerra Mundial. Espionaje, acciones torpes, heroicas, pequeños detalles casi olvidados que cambiaron la historia, armas, animales condecorados, batallas… todo ello tiene su lugar en la historia y en este libro. Una visión diferente de la Segunda Guerra Mundial.
¿Sabías que Adolf Hitler fue elegido hombre del año por la revista Time y nominado al Premio Nobel de la Paz? ¿Sabías que un soldado japonés se rindió, por fin, en 1972? ¿Quieres conocer las historias más fascinantes y curiosas en torno al día D, el desembarco de Normandía, Pearl Harbor o la batalla de Inglaterra? ¿Sabes que aún hoy la Segunda Guerra Mundial está presente en nuestro día a día?
La ciudad es el hecho definitivo de América Latina. Y México-Buenos Aires. El combate de nuestras ciudades, la obra que se alzó en 2014 con el I Premio de ensayo Punto de Vista Editores, da buena prueba de ello. En el siglo XVI España fundó todas las capitales del Nuevo Mundo: desde México, en 1521, hasta Buenos Aires, en 1536. Ese sistema urbano, concebido a escala continental, tuvo desde los inicios unidad de traza, unidad de modelo arquitectónico y unidad de organización política, como tuvo desde los inicios unidad de lengua. Esa hazaña de la modernidad española, esa unidad esencial que se muestra todavía hoy en las calles y casas más antiguas, modeladas por la tierra y la cultura del sitio, desde el Valle de México hasta el Río de la Plata, desde el Caribe hasta el Pacífico, y que fue, en el XIX, la cabeza de la independencia de las colonias españolas, ¿ha desaparecido sepultada por un siglo de asonadas revolucionarias o sigue ardiendo, bajo la ceniza de los sueños perdidos, apenas expresada en la superviviente traza de los cascos históricos: Plaza Mayor, Cabildo, Catedral?. Una hipótesis recorre este ensayo: la vigencia y actualidad de ese proyecto sigue allí, en olvidada resistencia, y hoy, terminada la aventura rural del siglo XX, tiene, frente a los nuevos escenarios globales, la oportunidad de encontrar en su morfología las respuestas a los desafíos territoriales del momento. Desde el comienzo, México y Buenos Aires desarrollaron una condición singular de pares opuestos en el escenario urbano del Nuevo Mundo: riquísima capital colonial durante siglos la primera, y la segunda, durante siglos, olvidado y pobre puerto de frontera, hoy las dos mayores ciudades de habla castellana comparten, como al comienzo, vidas e historias.
Asistir al nacimiento del rock, ir a los años cincuenta, es materialmente ilusorio, pero aproximarse virtualmente es posible. La América de 1950 o 1960 está desaparecida. Los restos que quedan de aquellas décadas (fotografías, vídeos, carteles, electrodomésticos, carátulas, portadas, etcétera) son numerosos y su examen nos permite hacernos una idea, conmovernos con lo vivido por los jóvenes de aquel tiempo.
En Young Americans. La cultura del rock (1951-1965) contamos una historia: los reclamos de una sociedad de consumo; la publicidad de un capitalismo doméstico. Pero también detallamos una rebeldía, la oposición de los jóvenes, el malestar de unos muchachos que hicieron del rock su afirmación. Estamos en la Norteamérica colorista y glamourosa de John F. Kennedy. Estamos en una sociedad que hace del derroche y de la juventud su gloria. ¿Por qué se oponen los adolescentes al bienestar material? Este ensayo es una aproximación a aquel mundo, no su exhumación. No obramos como eruditos y, por tanto, dejamos deliberadamente cosas sin tratar. Nos permitirán estos caprichos, ¿no?
En este libro mostramos y sugerimos, exponemos y revelamos: lo que fue portada tapó a la vez la discriminación, la pobreza, lo feo, lo viejo. Estados Unidos emprendía una carrera espacial que era al tiempo un torneo político, un certamen atómico. La televisión recreaba y multiplicaba las posibilidades de aquella sociedad. La música retenía y difundía. El rock no sólo era sexo. Era deseo, expectativa, mezcla y porvenir. Los jóvenes lo querían todo y lo esperaban todo. Únicamente faltaba su cumplimiento.
Novela histórica que trata del drama vivido por la ciudad de Cartagena de Indias, en la actual Colombia caribeña, cuando en 1741 sufrió la invasión de la Inglaterra militarista de Jorge II materializada en la gigantesca escuadra del almirante Vernon, a la que tuvo que oponerse la figura universal del marino y teniente general Blas de Lezo, entre otros.
Cartagena de Indias fue el punto designado por el gigantesco plan que se fraguó en las más altas instancias del gobierno británico para conquistar toda la América de habla hispana y poner su comercio bajo la férula de la Gran Bretaña a mediados del siglo XVIII. A ello se opuso la decidida voluntad de la ciudad de rechazar al invasor, personificada en el legendario marino español Blas de Lezo, que, realizando una auténtica hazaña guerrera, logró, aún a costa de su propia vida y muchas más, rechazar al invasor.
Pero el mérito de Cartagena estuvo, también, en la voluntad de resistir de sus residentes, como el auténtico protagonista de la novela, Celso del Villar, capitán español de origen cartagenero, el teniente francés Alain Mortain o el virrey Sebastián de Eslava. Enfrentados al drama de afrontar la lucha o perecer de una cruel enfermedad, casi 50.000 personas se encontraron aquella primavera ante la decisiva encrucijada de sus vidas: vencer y sobrevivir, o perecer por una Cartagena de Indias que ya nunca volvería a ser la misma.
El siglo de la Ilustración es también el siglo de la autoridad, y eso lo expresaba muy bien la política de la cuerda tirante, metáfora usada por Floridablanca que se refería a lo conveniente de tener siempre a un ahorcado en una picota o su cabeza en una jaula colgando de la puerta de una ciudad para disuadir a pobres o presos. Esta medida se empleó para que las levas de vagos tuvieran éxito; para que los gitanos tuvieran miedo y no intentaran huir de los arsenales; para que, en fin, los amotinados escarmentaran ante esa horrorosa visión. Bajo la invocación de la máxima autoridad —que fue sacralizada—, los ilustrados pudieron aplicar universalmente la más refinada política represiva. Querían orden, limpieza, seguridad, obediencia, uniformidad de los súbditos en lengua y religión, y… mantenimiento de sus privilegios.
Todos han pasado a los manuales de historia de España, sin embargo, como próceres virtuosos, pero aquí los veremos en su lado más oscuro. Ensenada, cruel con los gitanos; el duque de Alba, «hombre de tan buena fama como mal corazón»; el conde de Aranda, capaz de dictar penas de muerte sin inmutarse; Floridablanca, que tenía claro que «los pobres son peligrosísimos». La crueldad se aprendía en la práctica diaria y, luego, se empleaba también contra los enemigos políticos. Cuesta imaginar, en la «España feliz borbónica», un navajazo a Floridablanca o un intento de envenenamiento a Jovellanos y quizás también a Saavedra. Hasta el reinado de Carlos IV, al menos las canalladas se hacían con refinamiento.
"Las víctimas del absolutismo que desfilan por este libro pueden serlo por los ataques de la reacción aristocrática o clerical, por los intrigantes de la Corte o por sus propios colegas ilustrados, dispuestos a la zancadilla o a algo peor por motivos normalmente poco confesables, por aspirar al poder, por salvaguardar su posición, por ejercitar la venganza. Eso en cuanto a las víctimas individuales, pero el autor también nos habla de las colectivas, de aquellos que sufren la miseria, que están discriminados por motivos raciales o religiosos, que están atados al duro banco de una galera (y no turquesca), que yacen en las prisiones inquisitoriales o que, como en el caso de los gitanos, sufren una espantosa persecución y una amenaza de acción genocida por parte —no solo, pero también— de los absolutistas ilustrados". Del prólogo de Carlos Martínez Shaw
Sobre el apellido Borgia corre, incluso hoy día, toda una leyenda negra equiparable a la que se fue creando sobre la Monarquía Hispánica de los Austrias españoles. Leyenda que nos informa de envenenamientos, intentos de asesinato diversos y otros conseguidos, todos ellos por orden, instigación o comisión directa, de nada menos que un pontífice romano.
También le acompañan otros matices más truculentos: el incesto entre padre e hija (Alejandro VI y Lucrecia), el libertinaje de ésta y la sagacidad para llevar a cabo actos funestos de quien era, supuestamente, nada menos que hija y amante de un papa. Este libro trata de desvelar lo que hay de verdad y lo que hay de leyenda en este linaje de papas españoles, con un estudio exhaustivo de sus luchas por mantener incólume el poder político de la Iglesia y salvar, al tiempo, su poder eclesiástico.