Todo encuentro es el simulacro de un desencuentro. En este poemario, la narrativa del amor es un solitario reproche a aquello que nunca se dejará poseer, y que, en su imposibilidad, permite establecer el constructo del otro –de lo otro–, como un re-conocimiento de la reducción del yo al deseo insaciable de la unión. "Mi hombre bueno, mi fuego portátil, mi engaño de día: serás el continente de mi palabra. Fuera de mí no te conozco, fuera de mí jamás te he nombrado, fuera de mí eres solo la periferia de lo que corrompe a la carne en carne y mata a la belleza en su hambre originaria"