Predicaciones

Скачать книги из серии Predicaciones



    Los desafíos de la vida

    Claudio Rizzo

    A lo largo de la vida, ¿quién no ha tenido y tiene desafíos que afrontar? Entiendo que es una temática recurrente en todo ser humano. El modo en que lo afrontemos aducirá el resultado de la vivencia de cada desafío. Están presentes en todas nuestras dimensiones. Hay desafíos culturales, nocionales, sociales, económicos, intrapersonales, interpersonales, religiosos, éticos y espirituales.  En relación al libro que les presento hago una puntuación en los desafíos éticos, intrapersonales, en los religiosos y en los espirituales. Estos cuatro, a mi entender se despliegan en nuestro mundo psíquico, biológico y espiritual. Como nos enseña San Gregorio Magno: «Cada hombre es un microcosmos». El tiempo transcurre y nos damos cuenta que según el crecimiento que hayamos logrado en nuestra comunión con Dios seguramente habrá sabiduría para poder encausarlos en Dios. No obstante, no todos logran un desarrollo de vida interior. Algunos quieren y no tienen quiénes los acompañen, otros sí y tal vez no saben aprovechar lo que tienen a su lado –se distraen–; otros son «intimistas» (no permiten ser instruidos lógicamente por los que saben). La gama es muy amplia… Y otros como ustedes lectores aprovechan verdaderamente de todo lo que tienen en sus manos. Me he encontrado con personas de un sentido común muy desarrollado y he comprobado que este desarrollo les permite ser prudentes, sensatos en el modo de abordar sus desafíos. En la vida de fe podemos lograrlo. Tenemos todo a disposición: los Sacramentos –de modo singular la Eucaristía– la formación interdisciplinaria, experiencias de oración personales y comunitarias, experiencias que adherimos al poder que engendra la Palabra de Dios en nosotros hasta que aprendemos algún día que nunca conviene instalarse en un desafío sino atravesarlo de la mano de Dios Trinidad, de la Virgen y de la Iglesia. En este libro los planteos que forman parte de mi enseñanza son muy precisos. Dependerá de cada uno asumirlos, profundizarlos, hacerlos vida. Entiendo que lo significativo de este libro «Los desafíos de la vida» se centra en las prioridades maduras y definidas de todos los que somos buscadores de Dios. Según sean nuestras opciones «maduras y definidas» los desafíos ciertamente nos garantizan la santidad de nuestras vidas. Al referirme a la santidad quiero señalar el deseo de Dios para el hombre: «vivir en alianza con él». En Gn 9, 11 la Palabra nos revela: «Yo establezco mi alianza con ustedes». Paralelamente, a través del profeta Ezequiel 36, 28 encontramos: «Ustedes serán mi pueblo y yo seré vuestro Dios». Como bien sabemos nos enseña nuestro Señor Jesucristo: «¿Quieres ser mi discípulo? Toma la cruz de cada día y sígueme». No hay duda en la experiencia cotidiana que la Cruz es el desafío de cada uno. Cuando los desafíos aparecen también recordemos que «la Cruz es fuerza de Dios», 1 Co 1, 18. Señalo, como lo podrán apreciar las distintas reacciones que nosotros, los hombres, tenemos frente a los desafíos de la vida. Mis libros se orientan a la relación Fe-vida dado que el cristianismo no es una filosofía, lo cual queda en aquello que pensamos, sino que es esencialmente un modo de vivir. La atención a tantas personas, las predicaciones de retiros y ejercicios espirituales desde hace treinta y tres años consecutivos me han aportado mucho. Intentar aconsejar, consultar a quienes más saben, hacer silencio y orar en el tiempo antes de una devolución frente a desafíos álgidos siempre me ha favorecido para poder favorecer.

    Asumir para transformar

    Claudio Rizzo

    Una de las fuentes teológicas es la enseñanza de los Padres de la Espiritualidad o bien llamados Padres del Desierto. En el siglo II San Ireneo de Lyon dice: «Lo que no es asumido no es redimido». La palabra redención deriva del término griego «apolútrosis» que traducido significa redención: liberación, sanación, curación. Hoy estas acepciones pueden ser sintetizadas en el término «reordenamiento». Cada cosa que liberamos o sanamos ciertamente es un reordenamiento. Y para ello necesitamos en algunos casos «nacer de nuevo» como le propuso el Señor a Nicodemo. En otros, reorientar la vida hacia las cosas de Dios a través de la Iglesia. La conversión psico-teológica, conjuntamente con una afectividad controlada, nos permitirá asumir para transformar. Asumiremos aquellas cosas, tal vez descontroladas, o quizá desordenadas. Este libro nos posibilitará asumir aquellas cosas que conviene incorporar en nuestra vida como la Moral de la Alianza. Dios nos quiere en eterna Alianza. Es su deseo. Leemos en Génesis 9, 11: «Yo establezco mi alianza con ustedes». Y en la voz profética encontramos «Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios», Ez 36, 28. En este libro podrás conjugar los cambios que convienen realizar en el modo de pensar, en el modo de sentir, en el modo de reaccionar frente a las vicisitudes de la vida y las actitudes nuevas que es aconsejable construir a la luz de la formación interdisciplinaria. Ciertamente este abordaje mixto psico-afectivo-teológico contribuirá notablemente a nuestro crecimiento y, por tanto, a nuestro acercamiento y vivencia para llegar a ser hombres plenos considerando nuestra naturaleza humana.
    Esta enseñanza paulina nos alienta a los cambios normales, naturales que todas las personas podemos realizar sin reprimir nuestra mente. Para ello se requiere disponerse a amar. Todos por experiencia sabemos que cuando amamos nos sentimos realmente bien. En vez, los opuestos al amor tales como el odio, la agresión, el resentimiento, el rechazo, las mentiras, la ponzoña…no nos posibilitan el deseo de Dios: nuestra conversión hacia Él. Dios nos acompaña. No temamos a abrazar las propuestas evangélicas y lancémonos a «vivir según Dios».
    Dios es misterio. Por tanto, nosotros pertenecemos a ese Misterio, el cual se nos manifiesta principalmente a través del carácter de novedad y de asombro. El Señor sólo desea que asumamos con paz, con tranquilidad todo aquello que podemos transformar.

    La verdad, fuente de santidad

    Claudio Rizzo

    En este libro octavo trato el contraste entre la verdad bíblica que hallamos en Cristo, Fuente de toda Santidad, y las mentiras y envidias, fruto de las sombras de nuestras vidas, siendo estas en un lenguaje paulino: frutos de la carne, es decir, aquello aún inconverso en nuestras vidas.
    JESUCRISTO es la Verdad. Se oye a menudo una frase en la que, quienes no conocen o se niegan a aceptar el Señorío de Cristo utilizan y es: «Nadie es dueño de la verdad». Cuán incierta es esta frase apologética (defensiva) que los hombres del mundo, varones y mujeres, usan, y a menudo con mucha firmeza, para frenar que les comuniquen o intenten hacerlo otros desde su fe.
    Algunos opinan que aquellos que la afirman no conocen al Señor. Otros sostendrán que lo hacen por ignorancia. Sin embargo, existe la posibilidad de hacerlo para contraponerse en defensa del secularismo (prescindencia de Dios) que se advierte en muchos ambientes ciertamente mundanos, esto es, el mundo como mundanidad.
    Algunas personas no conocen a Cristo, el Señor, por falta de conocimiento, como sostiene el profeta Oseas. Otros, porque nadie les predica, como enseña San Pablo en la Carta a los Romanos. Y otros, porque hacen la opción de oponerse a las exigencias que el Evangelio nos ofrece.
    JESUCRISTO es la verdad. El Señor lo reveló «Yo soy la Verdad», Jn 14, 6. Y al enseñarnos que «la verdad nos hará libres», Jn 8, el Señor nos está manifestando que solo en Él seremos libres si «en él vivimos, nos movemos y existimos», Gal 2.
    La verdad implica optar por su Evangelio, generar y honrar una identidad bautismal que nos libera del peso del pecado.
    Nuestra alianza con Cristo suscita el deseo de la inocencia de vida, de descubrir que su Luz es nuestra única claridad, de movernos a conciencia sabiendo que ésta es «el primer vicario de Jesucristo». Así nos lo enseña San Ambrosio (s. IV), de optar por incorporar los valores del Reino. Así el resto viene por añadidura.
    El sentido de desnudez interior que produce andar en la verdad otorga mucha paz y bienestar en nuestra alma lo cual genera serenidad dado que se hacen vida aquellas palabras del Sal 62: «Solo en Dios descansa mi alma».
    Sugiero siempre releer cada capítulo por sus contenidos y sus reflexiones.
    Agradezco a nuestro Padre Eterno en la persona de Cristo por donarnos su Espíritu para provecho común, 1 Co 12, 7.
    A la Virgen Santa por acompañarme en cada predicación e instruirme con su oración. Y a todos los hermanos que tanto en mis programas radiales desde hace veinticuatro años consecutivos están en las sintonías buscando al Dios de la Vida…
    Agradezco renovadamente a Pedro, sacerdote verbita, que como director de la Editorial Guadalupe me acompaña cercanamente en todas mis publicaciones.
    Sigamos construyendo el Reino.

    El crecimiento empieza donde la acusación termina

    Claudio Rizzo

    Nuestra mente, como enseñó Adler, es «una red de subterfugios». Utilizando el símbolo de la red, quedan atrapados entre otros, pensamientos y sentimientos de culpa, a veces asumidos y otras no. Claro está que todo depende desde dónde los reconocemos. A veces desde la conciencia moral (podemos distinguir lo bueno de lo nocivo) y en otras ocasiones los podemos llegar a reflexionar desde la conciencia religiosa (Gaudium et Spes 16) que consiste en «escuchar la voz de Dios» básicamente manifestada en su Palabra.
    Sé que es un tema complejo tratar la conciencia. Me vienen a la mente aquellas palabras que nos enseñó San Ambrosio y son «la conciencia es el primer vicario de Jesucristo», lo cual equivale a que nos representa ante Dios.
    Propongo desde la Misericordia de Dios manifestada en la Escritura poder reconocer que hay una diferencia notoria entre la palabra responsabilidad" y «culpa». Éticamente la primera eleva… en vez, la segunda hunde a un ser humano.
    El Señor Jesucristo en Lc 4, 18 nos recuerda que Él vino a «dar la libertad a los oprimidos». La opresión como experiencia de oprobio que genera la culpa es realmente demoliente ya que anula la posibilidad de pensar y restituirse a la moral de la alianza con Dios. Indudablemente, se ntremezclan voces acusadoras del consciente colectivo (de la trama historial) de una persona. También irrumpen voces inculpadoras, enjuiciatorias y hasta algunos se toman la atribución de hablar en nombre de Dios utilizando argumentos tales como «Dios te va a castigar», «ya verás». Cierran, indefectiblemente la posibilidad de la conversión y hasta desean la muerte…
    Además, se presentan en las personas religiosas no bien formadas, los llamados «escrúpulos» en la voz de San Ignacio de Loyola. Hoy los definimos como obsesiones que en algunos casos llegan a ser recurrentes.
    Por eso, en este Libro desarrollo la complejidad de este sentimiento y las vías de sanación comenzando por sopesar la veracidad del mismo. Cuando a la base de la personalidad existe otro sentimiento que es el de inferioridad, o bien descalificaciones, humillaciones o acusaciones proferidas a otros o recibidas, muy simplemente resulta descubrir que las personas que no han incorporado a su proceso de conversión este sentimiento de culpa, estén siendo asiduamente provocadas por el mismo. Por eso, no temamos asumir para transformar…
    La culpa comúnmente se entrelaza con el miedo y con la desesperación, en ambos casos: tanto aquella ocasionada como la recibida. Los errores son exigencias propias del aprendizaje.
    La mente tiene habilidades. Hay cosas que son conscientes y otras las soterramos en el inconsciente. Por tanto, se producen represiones neuróticas que pueden llegar a sujetar la vida. Así nunca seremos felices. La mente humana es como un jardín. Si queremos que crezcan flores, hay que arrancar las malas hierbas. Reprimir nuestras emociones no es bueno.
    Apoyándome en la experiencia de décadas de atender a muchos hermanos y hermanas de la Iglesia y escuchar sus relatos para intentar brindarles una orientación en sus asuntos desde la fe, me encuentro con actitudes que se reiteran una y otra vez tales como los autorreproches que no pocas veces desembocan en autocastigos. Así es que podemos caer en una psiconeurosis religiosa cuando somos apoderados por la incorrecta vivencia de la culpa. Es una experiencia muy subjetiva.
    En este libro apelo a la síntesis y entiendo que nocionalmente podemos descubrir el camino para erradicar sentimientos de estas características. Sabemos que la Palabra de Dios «ejerce poder en los creyentes» (1 Tes 2, 13). Ser creyentes implica "estar en el camino" y «estar en el camino» nos asegura como enseña San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios que "somos nuevas creaturas".

    "El amor no procede con bajeza" (1 Co 13, 5)

    Claudio Rizzo

    Del conjunto de las predicaciones de retiros a sacerdotes, religosos/as y laicos, en los años, son las comunidades quienes eligen poder refl exionar todos los temas que abordo. En este Libro «El amor no procede con bajeza» (1 Co 13, 5) quise incluir diversos estados de ánimo que conforman la historia personal y comunitaria ciertamente acompañadas ambas de las luces y sombras y de cómo hemos podido o quizá podremos, a partir de la lectura, comprender para poder integrar y así convertir núcleos de nuestra personalidad tal vez no bien identifi cados. Así convirtiendo y convirtiéndonos seremos fi eles al plan de Dios.

    Nuestros enojos

    Claudio Rizzo

    Es un placer y una bendición poder presentarles mis libros y enterarme del bien que Dios a través de ellos está haciendo en tantas personas bautizadas y otras que se están acercando al Camino entendiendo cada día más su significado. Así sucede con mis cuatro libros anteriores en su orden respectivo: «El Sentido de la Vida»; «La Ansiedad y nuestros interrogantes»; «La Soledad en estos tiempos»; «El Amor no procede con bajeza» (sobre la histeria, las crisis, los traumas y la tristeza) y ahora mi quinto libro «Nuestros enojos: conflictos enigmáticos».
    En el servicio de atención en las consultas de lo que llamamos «acompañamiento espiritual», me encontré con hermanos en distintas comunidades que en el fondo de sus corazones albergan desilusiones rencorosas, a veces, resentimientos revestidos de envidia o celosía, en otras ocasiones ponzoña e incluso odio…
    Todas estas emociones agitan la vida interior y nuestra alma comienza a contaminarse desde sus pensamientos, muchas veces «bien configurados» hasta sentimientos muy contenidos y con poca perspectiva de cambios…
    Cuando nuestros pensamientos que tienen «forma y vida» se desarrollan en concordancia con la aceptación de nuestros sentimientos y emociones, el más afectado siempre es aquel que los posee. Y solamente el proceso de conversión de los cristianos es el que en verdad va generando cambios actitudinales que son la expresión de nuestros pensamientos y sentimientos conversos. Como podemos darnos cuenta, la inteligencia y la buena disposición son la base evangélica para poder entrar en el proyecto salvífico que el Señor Jesucristo nos ofrece: la santidad.
    Más aún, si no queremos ser santo, ¿qué sentido tiene ser «creyentes»? El creyente se adhiere, cree hasta lograr en un estado de alianza con el Señor, una convicción en la que «Solo en Dios descansa mi alma» (Sal 62).
    Es por ello que en esta colección de reflexiones me incliné por profundizar nuestra vida de fe con la Palabra y aportes científicos humanos que nos permitirán erradicar nuestros enojos. Claro está que debemos determinarnos a revisar nuestra vida con sus luces y sombras, ya que somos seres históricos. Hay cosas que advertimos en nuestra historia y otras que seguramente a través de este libro podremos lograr descubrir. La revisión de vida es fundamental especialmente cuando experimentamos enojos…
    Los enojos son fuerzas negativas y según dónde se ubican en nuestra vida, esas fuerzas más rápidamente destruirán o al menos lo intentarán, la capacidad de disfrutar y sentir el verdadero amor de Dios. Los enojos pueden establecerse en reacciones recurrentes y éstas conocen solo el carácter transitorio. Diríamos que estamos a tiempo de no complicarnos la vida sino de ejercer un cambio esencial con la ayuda del Espírito Santo.
    En vez, si los enojos ya llegaron a enraizarse en nuestros sentimientos, el trabajo será más complejo dado que los sentimientos suministran energía al cerebro y actúan como modo de ser. Mientras duren los enojos nuestro comportamiento será de fastidio, de rechazo e incluso hasta de discriminación.
    El Espíritu no niega a nadie la capacidad de «ver». Sí requiere que la humildad sea nuestra compañera de vida. A la luz de la Sabiduría bíblica se entiende que ésta es «el reconocimiento de la propia fragilidad humana».
    ¿Nos sirve acaso creer que somos cristianos si no hay en nosotros un proceso metamorfósico (de conversión)? Sucintamente, sepamos que convertir significa transformar una realidad en otra. Entiendo que siempre estamos a tiempo; no importa nuestra edad. Sí importa vivir en la tierra anticipadamente el Cielo. No nos será posible si no optamos por realizar este proceso.
    Sigamos el consejo del Libro sapiencial Cohélet: «No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo se alberga en el pecho de los necios» (Coh 7, 9).

    Dios perdona y olvida

    Claudio Rizzo

    Un nuevo libro de Claudio Rizzo, titulado: «Dios perdona y olvida – el perdón y el amor de Dios».
    Por experiencia sabemos que el olvido es lo que más cuesta debido a que la memoria tiene la función de «evocar», recordar, y si no interviene la voluntad, se tornará complejo, hasta imposible, llegar a olvidar por un acto de Fe en Jesús Misericordioso. En este libro se trata una cuestión fundamental: «la emoción y el sentimiento» particular que el Señor Jesús enfatizó; y este énfasis es el perdón de Dios.
    A lo largo de las 11 Predicaciones que encontraremos en el libro «Dios perdona y olvida», descubriremos, entre otras reflexiones, que el perdón se trata de un encuentro de desnudez interior frente al Padre de Misericordia cuya imagen la vemos claramente en Cristo el Señor. Él es ícono de la Misericordia del Padre. Como nos enseña San Pablo: «Tengamos entrañas de Misericordia…». Para vivir la experiencia del perdón, el espacio interior es fundamental. Dios se manifiesta en la Carpa del Encuentro, esto es, cuando el hombre percibe la invitación de Dios a la reflexión y al Silencio de Dios. Y cuando experimenta el perdón regalado por Dios, perdón a ser compartido a las demás personas.

    La soledad en nuestros tiempos

    Claudio Rizzo

    La soledad es nuestra compañera de viaje. En algún momento de nuestra vida, nos hará sentir su presencia certera, de manera dolorosa e hiriente. ¿Quién no conoce de las soledades del hijo o del hermano que se fue, del anciano en el geriátrico, del enfermo terminal, de la familia dividida, del desocupado, del migrante…?
    ¡Y cuántas veces hemos sentido las mordeduras de nuestras propias soledades! Y conocemos, imaginamos, sentimos, nos acercamos a la soledad de Jesús en el Huerto, y la soledad de la muerte en la cruz.
    'La soledad en estos tiempos' vividos desde el ailamiento y la cuarentena por la pandemia. Es la soledad corrosiva que a muchos amarga y entristece.
    Pero también experimentamos la soledad como camino de plenificación, sintiéndonos acompañados en el camino por muchas hermanas y hermanos; y por la caricia caminante del Dios con nosotros.
    De éstas y otras soledades nos habla este nuevo libro de Claudio Rizzo que se titula: 'La soledad en nuestros tiempos".

    La ansiedad y nuestros interrogantes

    Claudio Rizzo

    Así como Dios me ha permitido presentar en la Feria Internacional del Libro 2019 el libro que titulé «El Sentido de la vida», hoy me da la bendición de publicar «La Ansiedad y nuestros interrogantes».
    Vivimos en un mundo muy desordenado en el cual las personas viven bajo el influjo de una ansiedad flotante. Al cronificarse este modo de vivir, «el sentimiento de prisa y preocupación», hace lo suyo: roba el presente real y tensa hacia un futuro irreal, lo cual genera que, frente a las aspiraciones trascendentales que cada persona posee, se busquen caminos, salidas que no son siempre Jesucristo el Señor.
    Esta misión predicativa de más de treinta y dos años consecutivos posibilitó que fuera y siga yendo a tantas comunidades eclesiales de sacerdotes, religiosos, monjas y laicos en las que dejo semillas del kerygma. En ellas no solo predico, sino que escucho. La escucha, incluso, me permite aseverar esta verdad que sostengo: es improbable renunciar a una cierta ansiedad en medio de la construcción del Reino y de la vida consagrada. Son muchos los «frentes abiertos» que debemos afrontar… Por eso, es ineludible pensar que la ansiedad no afecta a los bautizados. Entiendo que no todas las personas tienen quienes las guíen en una espiritualidad profunda de modo que les permita «descargar sus inquietudes en el Señor, ya que él se encarga de nosotros» (1 Pe 5, 7).
    No permitamos que la ansiedad logre ser huésped de nuestra alma, sabiendo que ella descansa en Dios (Salmo 62). La presencia viva de Cristo Resucitado en el alma de un bautizado, junto con la formación interdisciplinaria como la que habitualmente compartimos en mis predicaciones, ayudan notablemente a reorganizarse interiormente y a encauzar por caminos evangélicos los desafíos positivos y negativos que debemos afrontar cada día. Asimismo, doy gracias a Dios por ver a tantos hermanos «animados por el Espíritu» (Rom 8, 14).
    Sé que este compilado de predicaciones favorecerá a quienes profundicen a la Luz del Espíritu los contenidos de este libro. Agradezco al Padre, en la persona de Jesucristo por la edición de mi Segundo Libro. También al Pueblo de Dios (sacerdotes, religiosas y laicos) que tanto entusiasmo mostró y muestra ante la posibilidad que la Divina Providencia suscita al poder editar predicaciones que con distintos matices contribuyen a superar y/o a sanar, en el sentido de ordenar situaciones, conflictos, desafíos que nos toca vivir socio cultural-política, económica y éticamente en nuestros días.
    A la Virgen expreso mi gratitud sincera ya que desde agosto de 1987 me acompaña y guía en este Itinerario permanente del Anuncio de la Palabra y la doctrina de la Iglesia.
    "Felices somos porque lo que agrada al Señor se nos ha manifestado" (Baruc).

    El sentido de la vida

    Claudio Rizzo

    Dios ha querido que mis escritos lleguen a manos de tantos varones y mujeres de fe y así podamos seguir madurando en un continuo proceso de formación permanente e interdisciplinaria. Como personas, entiendo, no se puede vivir y celebrar la fe en forma disociada de la vida cotidiana. Siendo la fe un «modo de vida» y no solo pensamientos,se hace complejo no mirar la vida «según Dios». Como enseña San Pablo «Vivo de la fe en Aquel que murió y se entregó por mí». También el apóstol nos aporta que «el hombre no se salva por cumplir con la ley sino por creer en Cristo Jesús». Entonces, para «vivir de la fe en Cristo y creer en Cristo» necesitamos hacer un proceso de integración entre la fe y la vida. En verdad, nuestra vida debe ser un fiel reflejo de la fe que profesamos. Por eso, necesitamos incorporar los aportes científicos y universales de otras ciencias humanas al saber de Dios: la Teología. Cuando hay docilidad, cada predicación es como el agua que sacia la sed y suscita nuevos horizontes… Las etapas de la vida son distintas; también las circunstancias. Por tanto, la experiencia de la vida es fluctuante. Siempre dependemos de nuestras circunstancias, tanto intrínsecas como extrínsecas. Sin embargo, al entrar en «la moral de la Alianza con Cristo», aquello que es intrínseco, tendrá siempre nuevas perspectivas. Su Presencia, lo que en dogmática llamamos «estado de Gracia», genera diariamente «asombro y novedad», lo cual posibilita la «paz y el bienestar» que solo Dios puede darnos. Cada predicación tiene una introducción, un desarrollo y una conclusión. Es recomendable detenerse y reflexionar el núcleo central. Al final, conviene autoevaluarse con el ejercicio «Nos preguntamos y nos respondemos». Deseo que cada lector pueda «ejercitar espiritualmente» los contenidos del libro que contribuyen a clarificar «el sentido de la vida».