Una de las fuentes teológicas es la enseñanza de los Padres de la Espiritualidad o bien llamados Padres del Desierto. En el siglo II San Ireneo de Lyon dice: «Lo que no es asumido no es redimido». La palabra redención deriva del término griego «apolútrosis» que traducido significa redención: liberación, sanación, curación. Hoy estas acepciones pueden ser sintetizadas en el término «reordenamiento». Cada cosa que liberamos o sanamos ciertamente es un reordenamiento. Y para ello necesitamos en algunos casos «nacer de nuevo» como le propuso el Señor a Nicodemo. En otros, reorientar la vida hacia las cosas de Dios a través de la Iglesia. La conversión psico-teológica, conjuntamente con una afectividad controlada, nos permitirá asumir para transformar. Asumiremos aquellas cosas, tal vez descontroladas, o quizá desordenadas. Este libro nos posibilitará asumir aquellas cosas que conviene incorporar en nuestra vida como la Moral de la Alianza. Dios nos quiere en eterna Alianza. Es su deseo. Leemos en Génesis 9, 11: «Yo establezco mi alianza con ustedes». Y en la voz profética encontramos «Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios», Ez 36, 28. En este libro podrás conjugar los cambios que convienen realizar en el modo de pensar, en el modo de sentir, en el modo de reaccionar frente a las vicisitudes de la vida y las actitudes nuevas que es aconsejable construir a la luz de la formación interdisciplinaria. Ciertamente este abordaje mixto psico-afectivo-teológico contribuirá notablemente a nuestro crecimiento y, por tanto, a nuestro acercamiento y vivencia para llegar a ser hombres plenos considerando nuestra naturaleza humana.
Esta enseñanza paulina nos alienta a los cambios normales, naturales que todas las personas podemos realizar sin reprimir nuestra mente. Para ello se requiere disponerse a amar. Todos por experiencia sabemos que cuando amamos nos sentimos realmente bien. En vez, los opuestos al amor tales como el odio, la agresión, el resentimiento, el rechazo, las mentiras, la ponzoña…no nos posibilitan el deseo de Dios: nuestra conversión hacia Él. Dios nos acompaña. No temamos a abrazar las propuestas evangélicas y lancémonos a «vivir según Dios».
Dios es misterio. Por tanto, nosotros pertenecemos a ese Misterio, el cual se nos manifiesta principalmente a través del carácter de novedad y de asombro. El Señor sólo desea que asumamos con paz, con tranquilidad todo aquello que podemos transformar.