De Adviento a Pentecostés. Patrik Regan

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Название De Adviento a Pentecostés
Автор произведения Patrik Regan
Жанр Документальная литература
Серия BIBLIOTECA LITÚRGICA
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788491653912



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estacional para ese día es la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.57 El introito anuncia:

      Pueblo de Sión, mira el Señor que vendrá a salvar a las naciones (Is 30,30).

      El gradual declara:

      De Sión la hermosura de su belleza: viene nuestro Dios (Sl 49,2-3).

      Inmediatamente después, el Aleluya canta:

      ¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! (Sl 121,1).

      La antífona de comunión exclama:

      Levántate, Jerusalén, sube a la altura, contempla la alegría que Dios te envía» (Bar 5,5; 4,36).

      Este no es el caso del tercer domingo. En ese día, el introito, bastante largo, «Gaudete in Domino semper» («Alegraos siempre en el Señor»), es la mitad del texto de la carta a los Filipenses 4,4-7. Debido a la primera palabra de la antífona, este domingo se conoce popularmente como domingo de Gaudete y es la correspondencia del Adviento con el domingo Laetare de Cuaresma. Ambos domingos se pueden utilizar vestiduras litúrgicas de color rosa.

      3.2. Témporas

      En el Misal Romano de 1962, las oraciones de los tres días de las témporas, como las de los domingos, provienen del Sacramentario del papa Adriano (GrH 790-804). Cuando se llega al miércoles de las témporas, lo que la Iglesia está preparando, esperando y anhelando durante el Adviento está mucho más próximo que el primer domingo. Cuando la Navidad cae en lunes, el sábado es el día anterior a la Nochebuena. El cumplimiento inminente de la esperanza de Adviento se expresa en el segundo gradual del miércoles, «Prope est Dominus» («El Señor está cerca de los que lo invocan») (Sl 144,18). El introito del viernes se dirige a Dios con palabras similares, «Prope es tu, Domine» («Estás cerca, Señor, y todos tus mandatos son estables») (Sl 118,151).

      Estos días las oraciones se vuelven más intensas, más urgentes. Tres veces se escucha la súplica del salmo 79,3: «Excita potentiam tuam et veni» («Despierta tu poder y ven»). La primera vez aparece en la oración colecta del viernes, que añade:

      que aquellos que confían en tu amor bondadoso

      puedan ser liberados con más rapidez de toda adversidad.

      Las otras dos veces están en cantos del sábado. El gradual que sigue a la tercera lectura de ese día canta:

      Oh Señor, Dios de los ejércitos, conviértenos y muestra tu rostro, y seremos salvados. Agita tu poder, oh Señor, y ven a salvarnos.

      Antes del evangelio, el texto pide:

      Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como a un rebaño; tú que te sientas sobre querubines, resplandece ante Efraín, Benjamín y Manasés; despierta tu poder y ven a salvarnos.

      Como si fuera disminuyendo la paciencia, la segunda oración del miércoles, posiblemente aludiendo a Habacuc 2,3 y Hebreos 10,37, suplica: «Apresúrate, te rogamos, Señor, no tardes en llegar». En las palabras del salmo 79,2.4, el introito del sábado exclama:

      Ven, Señor, muéstranos tu rostro, tú que te sientas sobre querubines, resplandece y seremos salvados.

      Cielos, destilad desde lo alto; nubes derramad al Justo; ábrase la tierra y brote al salvador.

      Las dos lecturas antes del evangelio son de Isaías. La primera, Isaías 2,2-5, es la visión escatológica de las naciones que caminan hacia la casa del Dios de Jacob, preparada en las montañas más altas. La segunda, lsaías 7,10-15, narra que «una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel». El evangelio, Lucas 1,26-38, sin citar este pasaje como hace Mateo 1,23, anuncia su cumplimiento cuando la Virgen María da su consentimiento al plan divino revelado por el ángel Gabriel. La antífona del ofertorio es Isaías 35,4:

      Sed fuertes, no temáis. ¡He aquí vuestro Dios! Llega el desquite, la retribución de Dios. Viene en persona y os salvará.

      La antífona de comunión repite Isaías 7,14: «Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo», escuchado también en la primera lectura. Como vemos, por tanto, la misa del miércoles de las témporas es excepcionalmente coherente.

      El viernes solo hay una lectura antes del evangelio, y es Isaías 11,1-5, representado innumerables veces en ilustraciones de manuscritos, murales y vidrieras:

      Brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor.

      El sábado de las témporas o sábado de las doce lecturas, cuatro de las cinco lecturas del Antiguo Testamento son de Isaías, y la otra es siempre Daniel 3,47-51, seguida del cántico de los tres jóvenes en el horno de Daniel 3,52-56. Los evangelios de estos tres días relatan episodios clave que llevaron al nacimiento de Jesús: el miércoles la anunciación (Lc 1,26-38), el viernes la visitación (Lc 1,37-47) y el sábado el clamor de Juan, hijo de Zacarías, en el desierto para preparar el camino del Señor, «como estaba escrito –señala el evangelista– en el libro del profeta Isaías». Como todos estos relatos se han tomado del evangelio de Lucas, los tres días de las témporas de Adviento mantienen además una unidad y dirección.

      El formulario de misa para el cuarto domingo es posterior al de los tres primeros, porque originalmente la única Eucaristía celebrada en este día era la que concluía la vigilia de toda la noche del sábado. Cuando se ensambló un formulario para el cuarto domingo, se tomaron varios textos de las témporas de los días precedentes, haciendo de él un compuesto. El evangelio, la misión de Juan el Bautista en Lucas 3,1-6, se toma del sábado de las témporas. El introito, Rorate coeli, el gradual, Prope est Dominus, y la comunión, Ecce virgo concipiet, son todos ellos del miércoles de las témporas.

      3.3. Vigilia de Navidad

      Los cantos son espléndidos. Mirando hacia la maravilla del día siguiente, el introito y el gradual de esta celebración anuncian:

      Este día sabrás que el Señor vendrá a salvarnos, y en la mañana veréis su gloria.

      En Éxodo 16,6-7, con esas mismas palabras, Moisés y Aarón dan a conocer la promesa del Señor de hacer llover pan del cielo para el pueblo que acaba de sacar de Egipto, pero que ahora murmura en el desierto. Además de evocar el discurso del pan de vida de Juan 6,28-58 y el origen celestial de Jesús, cuyo nacimiento terrenal está a punto de celebrarse, este anuncio coloca toda la liturgia de Cristo en el contexto del éxodo, es decir, en el contexto de la redención inaugurada con la Pascua judía y culminada en Cristo.

      La oración colecta, una composición magistral proveniente del GrH 36, también presente en GeV 1156, se refiere a Cristo como «nuestro redentor» y a su nacimiento