Secuestro. Javiera Paz

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Название Secuestro
Автор произведения Javiera Paz
Жанр Книги для детей: прочее
Серия
Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788418013652



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solo eran sus ojos. Me tendí en el suelo sin esperar que él me dijera «duerme aquí». Obviamente eso no iba a pasar ni en un millón de años. Cerré mis ojos y comencé a pensar cosas buenas, no quería volverme loca, no quería comenzar a hablar sola ni a imaginar cosas inexistentes.

      Cuando desperté, lo primero que vi fue a Ashton sentado en el colchón con su mirada fija en mí y cuando se percató de que lo estaba mirando él rápidamente desvió su mirada.

      —¿Qué hora es? —pregunté.

      —Las tres de la madrugada.

      —¿Tú no duermes?

      —Te puedes escapar.

      —No soy tan estúpida como para hacer eso mientras estás durmiendo.

      —¿Qué?

      —Seguro que hay varios tipos ahí afuera esperando que una de nosotras se escape y molernos a golpes hasta dejarnos inconscientes porque de lo que estoy segura es de que no nos matarán.

      —¿Eso es lo que crees? —Pude oír su ironía.

      —Sí.

      —Vaya, quizá tengas razón.

      —Eso espero.

      Ashton me miró en silencio y luego fui yo la que desvió la mirada.

      —Quiero ir al baño —le pedí.

      —¿No puedes esperar hasta las siete de la mañana?

      —No.

      El tipo se puso de pie y pude ver que solo andaba en bóxer, se colocó un pantalón de chándal y luego me amarró las manos para salir de la habitación. En cuanto salimos, el frío aire chocó con mi rostro, todo estaba completamente oscuro y mis zapatos hicieron contacto con tierra. ¿Dónde demonios estábamos?

      Mientras íbamos caminando, escuché el grito de una chica a quien rápidamente reconocí, era Jamie. Mi piel se erizó por completo y mi garganta se apretó.

      —Jamie —susurré.

      —¿Qué?

      —Mi amiga, Jamie ¿qué le están haciendo? —Mis ojos se llenaron de lágrimas y comencé a desesperarme.

      —Seguro que se está portando mal.

      —Por favor, quiero saber qué está ocurriendo con ella.

      —Ahora no, no fastidies —agarró mi brazo con fuerza y me arrastró hasta el salón.

      Escuchar gritar a mi amiga de esa manera me erizó la piel… Quería verla.

      - capítulo cinco -

      —Estoy cansado —expresó mientras cerraba la puerta.

      Sus palabras se quedaron suspendidas en el aire y solo sentí una enorme rabia bajar desde mi cerebro hasta la punta de mis pies, ¿cómo podía estar cansado? No podía sacarme el grito de mi amiga de la cabeza y solo bastó una frase estúpida para hacerme gritar.

      —¿Cansado? ¡Yo estoy cansada de todo lo que nos está ocurriendo! —grité, él me observó con sorpresa.

      —Sí que eres muy expresiva, Alice —rio por lo bajo y caminó hacia su colchón.

      —¿Nunca te sacarás esa estupidez de la cara?

      —No, puedes encandilarte con mi hermosura.

      Rodé los ojos, no me hacía gracia. Y lo peor de todo era que sentía todo muy a flor de piel. A ratos quería golpearlo y a los minutos quería solo conversar con él para no volverme loca.

      —Tienes razón, ahora me lo sacaré —comentó—. De todas maneras, hoy era el día para sacarnos esta mierda que ya me tiene aburrido. —Cogió el pasamontañas con una de sus manos y se lo quitó dejándome ver por primera vez su rostro.

      Su cabello era negro, al menos así se veía dentro de cuatro paredes. Sus facciones parecían sumamente definidas y, la verdad, me pareció un chico guapo que no me explicaba por qué demonios se encontraba ahí, secuestrando personas. Su mirada se fijó en la mía, creo que lo miré demasiados segundos sin pestañear, él sonrió de inmediato. Una sonrisa que me paró los pelos.

      —¿Te encandilé con mi hermosura? —Alzó las cejas.

      Me quedé en silencio y él solo me observó divertido. Después de todo, lo único que podía rescatar era que era un tipo relativamente normal, algo bipolar, parecido a mí. Pero era lo mejor que podía pasarme ahí adentro, al menos no quería golpearme o abusar de mí.

      —¿Puedes averiguar qué le están haciendo a mi amiga? Por favor —le pedí, lo que sonó más como una súplica, y la verdad no me importaba que sonara así.

      —Por la mañana lo sabremos, ahora duérmete —ordenó y yo obedecí en silencio.

      Desperté una hora antes que él, lo sabía porque miraba la hora con obsesión en el reloj que me había facilitado. Él dormía como si fuese su cama y su hogar, pero yo no podía pegar un ojo. Además, mi cuerpo dolía como el infierno y la preocupación me causaba graves problemas de ansiedad.

      Ashton despertó solo. Ni siquiera quería moverme para no hacer ruido, no quería que comenzara a amenazarme con que iba a matarme ni tampoco que me llenara de groserías antes de tiempo.

      —Despertaste —escuché detrás de mí.

      Asentí. Lo vi ponerse de pie y comenzó a vestirse con rapidez, me pidió que me levantara y amarró mis muñecas en mi espalda, luego salimos de la habitación.

      —¿A dónde vamos? —me atreví a preguntar, pues el camino no lo conocía y aunque fuese de día, parecía fúnebre y oscuro. El camino era de tierra y cada paso que daba me hacía sentir más próxima a la muerte.

      —Cállate —soltó frío.

      Por supuesto que me callé y solo continué caminando a su lado. Anduvimos por unos pasillos que me marearon y luego nos encontramos con un pastizal en medio de la nada. Siendo honesta, era más tierra que mala hierba. Estaba oscuro, pues eran alrededor de las cinco de la mañana.

      Poco a poco comencé a divisar que algunas compañeras venían acompañadas de otros hombres que ya no traían su pasamontañas. Los miraba uno a uno, intentando memorizar cada detalle de sus rostros. Luego solo me dediqué a buscar a mis amigas y a la única que vi fue a Lía. No tenía golpes visibles, al menos, eso me alivió, pero ella se alarmó al verme a mí. Supongo que mi rostro estaba más morado de lo que yo pensaba.

      —No quiero que hables, ni siquiera que te muevas —susurró Ashton en mi oído.

      Obedecí. Pues no entendía por qué nos habían llevado hasta allí.

      Un silencio diferente al que ya había se metió en el lugar y todas las miradas se fueron a un costado en específico. Imité y miré hacia donde todos lo hacían hasta que finalmente mis ojos chocaron con el rostro del mismo hombre que me había golpeado con la pistola en la cabeza. Detrás de él venía un tipo con… ¿Jamie?

      Mi corazón se aceleró con fuerza, casi podía sentirlo en mi cerebro. El sujeto traía a mi amiga tomada por los brazos en su espalda, ella caminaba a duras penas y su rostro parecía casi desfigurado por los golpes que debían haberle proporcionado. Su boca sangraba, pero ella intentaba levantar su mentón.

      —Jamie —susurré sin siquiera pensarlo. Mi mirada chocó con la de Lía, que también estaba horrorizada por la escena que estábamos presenciando.

      —Queridas —comenzó a hablar el hombre de cabellera casi blanca, que supuestamente era la cabecera de todo este mal sueño—. Sí, soy yo, su peor y más maldita pesadilla. Quiero que sepan que esto no es una broma, y quiero que tengan claro