Defensa de la belleza. John-Mark L. Miravalle

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Название Defensa de la belleza
Автор произведения John-Mark L. Miravalle
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788432152498



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target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_505da773-b2ed-588b-8f78-c0833304669e">[6] San Agustín, Sermón 241.

      [7] Dan Barker, Godless, How an Evangelical Preacher Became One of America’s Leading Atheists (Berkeley, CA: Ulysses Press, 2008), 62–63.

      [8] Aristóteles, Poética, capítulos 1-3.

      [9] Kant, Crítica del juicio, libro 2, párrafo 45.

      [10] Santo Tomás, Comentario sobre la Física, II, 14.

      [11] Dante, Infierno, canto XI.

      [12] Papa Francisco, Laudato si’ n.º 44.

      [13] Ibíd., n.º 34.

      3.

      ORDEN Y SORPRESA

      BELLEZA Y ORDEN

      Vimos en el último capítulo que la naturaleza, obra de arte original de Dios, tiene una belleza que se expresa en el orden o la regularidad. A lo largo de la tradición filosófica, desde la Antigüedad hasta la Edad Media, el orden se considera rasgo básico de lo bello.

      En este caso, la simetría es un indicador de que algo se ha ordenado bien, y su ausencia se siente como falta de belleza.

      Para entender el orden al nivel más fundamental, es importante comprender que el orden es en sí mismo resultado de las esencias interiores de las cosas. La palabra “esencia” significa simplemente, claro está, lo que algo es, y entenderemos la relación entre orden y esencia mirando dos sinónimos de “esencia”.

      Entonces, al hablar de la naturaleza de algo, hablamos no sólo de lo que es, sino de cómo actúa de manera determinada a causa de su esencia. La expresión escolástica agire sequiter esse (el obrar sigue al ser) significa que la forma en que algo actúa revela qué clase de cosa es. Las cosas tienen naturaleza estable: son siempre ellas mismas. Por eso tienen pautas estables de comportamiento. En otras palabras, las cosas se comportan de manera ordenada, regular, porque sus comportamientos son coherentes con sus naturalezas. Mientras el caballo sea caballo, se comportará como un caballo. Lo importante es que el orden natural de las cosas revela la esencia de esas cosas. Al reconocer este orden, accedemos al corazón de lo que son las cosas.

      Otra palabra que a veces funciona como sinónimo de “esencia” es “forma”. “Forma” también puede significar simplemente esencia, pero normalmente tiene otra connotación: es la pauta organizativa de un ente material.

      A ver: las cosas materiales no son sólo materiales. Las cosas materiales son más que la materia de la que están hechas. Una casa no es sólo un montón de madera: es madera que ha sido organizada de cierta manera. Un tigre no es sólo un montón de células: son células ordenadas según un patrón específico. El patrón, la disposición, la estructura de una cosa material es su forma.

      Entonces, ver la forma significa simplemente ver cómo se ha dispuesto u organizado una cosa. Pero como la forma es más que sólo los materiales básicos, cuando miramos cómo está ordenado algo miramos más que los componentes materiales de esa cosa. Cuando vemos orden vemos la forma: algo inmaterial, ya que está presente sólo como el principio organizativo de un ente material.

      Resumiendo, ¿por qué es tan importante ver orden en las cosas? Porque al encontrar orden percibimos: (1) la esencia que yace tras el comportamiento que manifiesta un ente y (2) la inmaterialidad que yace tras las manifestaciones físicas de ese ente. Ahora bien, como el orden emana de la esencia, hay una cosa más que decir en cuanto al orden y la esencia: a saber, que el orden requiere que un ente sea no sólo lo que es, sino también lo que debe ser. Si conocemos la esencia de un ente, sabemos no sólo lo que es sino también lo que se supone que es. Si sabemos qué es una linterna, sabemos que se supone que te ayuda a ver en la oscuridad. Si sabemos qué es un caballo, sabemos que se supone que tiene más de dos patas. Y si sabemos qué es un hombre, sabemos que se supone que es honrado y valiente.

      El orden, pues, expresa no sólo la esencia del ente, sino la realización de esa esencia.

      Pasemos ahora a la sorpresa.

      BELLEZA Y SORPRESA

      Como ya vimos, la naturaleza, la obra artística de Dios, es sorprendente no sólo en lo que es o en cómo se comporta, sino en el hecho mismo de que exista. Esto también ha de ser entonces una característica fundamental de la belleza.

      Pero la sorpresa se asocia menos frecuentemente con la belleza que el orden. Primero, porque la tradición filosófica y teológica insiste mucho más en la idea de orden en la belleza que en la idea de la sorpresa. Segundo, el orden parece un elemento más objetivo de las cosas, mientras que la sorpresa parece referirse a nuestra respuesta subjetiva.

      Hay dos descripciones más de la belleza que refuerzan este concepto de la belleza como sorprendente: la novedad y el esplendor.