Название | El futuro después del covid-19 |
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Автор произведения | Argentina Futura |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878010243 |
Es clásico: el miedo. El miedo hobbesiano; hay por cierto afinidad electiva entre el miedo y el decisionismo, pero este es sólo un aspecto. La experiencia de la pandemia podría abrir la ventana a alternativas peligrosas: no se trataría apenas de un fortalecimiento de lo público, de las políticas públicas y sociales enderezadas a mayor ciudadanía e inclusión, y a mayor prosperidad y mejor capitalismo, sino a retóricas justificativas del Leviatán, del estado como poder lato, crudo y duro. Confiriéndole, frente a los ciudadanos, una potencia a la altura de cruzadas mundiales. Como en este caso: “la capacidad del Estado, fundamental y gran ganador para superar estas crisis globales, deberá ser puesta en promover un gran Green New Deal global… transformar la economía… salvar el planeta… la justicia ecológica y social juntas…”.
Un Leviatán que, al mismo tiempo, pueda avanzar sobre vida de los ciudadanos instituyendo prácticas de sociedad de vigilancia al calor del desarrollo tecnológico que ya está a disposición de los gobiernos y las grandes corporaciones. No cabe duda de que no hay en la actualidad disposiciones gubernativas para establecer los tipos de control sobre los individuos que son ya dominantes en países tan diferentes como China o Corea del Norte, sin embargo, es importante no perder de vista que modalidades como el ciberpatrullaje y la siembra de cámaras digitales con alta capacidad de datos personales, son ya una posibilidad y autoridades de distintos niveles del estado podrían encontrarlas justificadas en el combate a la pandemia. Especialmente si actuaran en el marco de la pasividad o el respaldo de actores sociales o políticos. Pequeños hechos podrán ser juzgados como irrelevantes en el futuro o haber indicado tendencias.
Es sugestivo que la publicidad nos pida que, en tiempos de pandemia, escuchemos únicamente “Información oficial”. Pero, por otro lado, colocado el dato en una perspectiva histórica, sabemos que esto es típico de las guerras.
El miedo le puede dar forma a muchas cosas, como a las políticas públicas, a los usos digitales, a los vínculos cotidianos. Eso se percibe notoriamente en los medios, lo que no es raro. Periodistas entusiasmados, como si se sacaran ganas acumuladas de indicarnos qué debemos hacer, que nos dicen que la pandemia va a dejar secuelas en el modo de tomar mate, en el modo de saludarse. ¿No se bailará más el tango? ¿Podremos seguir, algunos porteños, comiendo pizza en Pirilo? De amor no hablan, mejor así (es un silencio curioso, llamativo, elocuente). Pero lo cierto es que por lo menos hasta ahora, hasta los primeros días de abril, el miedo no es una presencia abrumadora. Y los argentinos somos rebeldes, no hay dudas, virtud o defecto, carecemos de un código interno de respeto a la ley. Aunque hay sondeos, no sabríamos si confiar en ellos o no, que dicen que el 60% en Buenos Aires tiene entre bastante y mucho miedo. Pero, ¿eso tiene sentido? Miedo a la pandemia tenemos todos, pero ¿se ha instalado entre nosotros el miedo como un modo de vida, de relación de todos con todos? Lo dudamos. Aunque no podamos hablar con un gran fundamento empírico. Si no fuera así, si estuviéramos atravesando la pandemia “sin miedo”, sería un éxito humano extraordinario. Quedará en pie un desafío del que Argentina no será ajeno: ¿seremos capaces de prevenir sin miedo y sin permitir que el miedo organice nuestras vidas otras pandemias posibles por nuestra interconexión global? ¿Caeremos en un nacionalismo de frontera cerrada (que es el más típicamente argentino, que no es expansionista) contra el mal que viene de afuera?
Nuestra sociedad, creemos que es algo muy claro, está lejos de ser una en la que el gobierno de la ley predomina en base al autogobierno ciudadano, al autocontrol, a la disciplina social; lejos de eso, oscilamos entre modos despóticos de gobierno y la transgresión de la ley –como alguien dijo, somos individuos, más que ciudadanos-. No obedecemos al gobierno; pero tampoco solemos sujetarnos a la ley. No obstante, la actual experiencia de la cuarentena, al menos en las zonas urbanas que observamos, parece sugerir algo diferente: una combinación de sujeción voluntaria y transgresión moderada. ¿Qué ocurriría si el tsunami de la pandemia se convirtiera en un tsunami de miedo? Por de pronto, la responsabilidad de todos es sustraernos a él y no dar una respuesta en la que “todos” se convierta en una identidad, una identidad temerosa, aterrorizada. Bajo ropajes redencionistas, puede no estar oculta sino esta forma de miedo, el miedo que aparentemente nos une, pero en verdad nos separa, que erige obstáculos insalvables a la acción política entre los ciudadanos. Es la retórica del recomienzo de todo y del unanimismo, que ya conocemos (como la expresan Markus Gabriel o Pablo Wright): “Cuando pase la pandemia viral, necesitaremos una pandemia metafísica, una unión de todos los pueblos bajo el techo común del cielo del que nunca podremos evadirnos” (...) “La crisis actual desnuda la paradoja de la ideología moderna del individuo y del individualismo… [debemos] comprender mejor la catástrofe planetaria desde una renovada poética colectiva”. Podemos entender el reforzamiento de las espiritualidades frente a las amenazas, pero si éste traspasa los límites del estado laico e invade la esfera de los individuos y se vuelca sobre lo político, se convierte en algo tristemente conocido.
El efecto de la pandemia es cargar de dramatismo nuestro tiempo; como si todos los problemas –lo que constituye un peso que parece abrumador– se conjugaran y aceleraran y todas las decisiones nos golpearan la puerta al mismo tiempo (no es cierto, en ese sentido, que la coexistencia con la pandemia estribe en una procrastinación generalizada). Es muy probable que esto sea sólo aparente; pero no cabe duda de que mucho de lo que hagamos o dejemos de hacer hoy, en términos estrictamente políticos, ha de tener efectos de largo plazo. No podemos sustraernos a este imperativo.
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Vicente Palermo (Buenos Aires, 1951) es licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires, ensayista y escritor. Fundó el Club Político Argentino; en 2012 ganó el Premio Nacional de Cultura y el Premio Konex de Platino en 2016. También recibió la Beca John Simon Guggenheim Memorial Foundation y el tercer Premio Nacional de Cultura en 2012. Sus obras publicadas incluyen más de 14 ensayos; muchos en compañía de Marcos Novaro.
Sobre las perspectivas nuevas del lenguaje público y estatal
Por Horacio González
Acepto la noción de futuro para aludir a un futuro más o menos inmediato, donde obviamente se consideren las consecuencias económicas, morales y políticas de las grandes operaciones de la seguridad estatal y de las instituciones médicas, de las comunicaciones públicas para asegurar el aislamiento masivo de la población. Es decir, el futuro que será una secuencia más o menos larga, pero más que eso, estará seguramente muy caracterizado por discusiones sobre la naturaleza del trabajo, de la producción, de la vida en común y del puesto del orden biológico en las decisiones generales sobre la política y la ética. Esta última tomada como forma última del juicio sobre el mundo social.
Presupongo entonces que estas cuestiones significan, en todos los casos, instancias de discusión colectiva que deberán contar con la participación de distintos impulsos organizativos. Desde luego, grupos de acción diversos tratarán estos y otros temas por simple promoción autónoma, pero indudablemente, la Universidad, las instituciones científicas