Название | El inmigrante piamontés I |
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Автор произведения | Elizabeth Vilma Rodríguez Monticone |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878705095 |
“La ruta del viaje fue siempre la misma: Génova–Buenos Aires, variando solo las distintas escalas: Barcelona, Cádiz, islas Canarias, Cabo Verde, Río de Janeiro, Santos, Montevideo y Buenos Aires, según determinara la compañía de acuerdo a los pasajes vendidos... La nave podía cumplir su ruta en quince días —duración promedio del viaje—, aunque era habitual que tardara algo más. Como veremos —aunque no oficialmente—, se detenía antes de cruzar el Atlántico, sobre las costas españolas, para recoger inmigrantes ilegales...
En 1890 la Argentina lanza un plan de Inmigración que contemplaba el pago de los pasajes. Es así como llegan, entre 1891 y 1896, 10.000 judíos a Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe; sin contar los italianos, españoles y otros que se vieron favorecidos por tal incentivo.
La ruta de viaje era similar a la que muestra el mapa que se expone a continuación.
Imagen 6. http://www.histarmar.com.ar/InfGral/NaufragioSirio.htm
Estos buques de vapor se incorporaron hacia el final de siglo, los anteriores eran a vela, goletas y bergantines y como en todos los tiempos las compañías trataban de embarcar la mayor cantidad de gente para engrosar sus ganancias. Existían tres clases de pasajeros, los de primera clase iban en camarote y recibían un trato preferencial. Mis bisabuelos vinieron en tercera clase en medio del hacinamiento y la escasa higiene. “Como muchos hombres y mujeres, campesinos de tierra adentro, jamás habían visto el mar. Sus ojos acostumbrados al pequeño río de la aldea miraban alucinados la enorme extensión del agua, travesía hacia su nueva e incierta vida... A los viajeros no les quedaba comportarse sino como niños dóciles.
Durante los primeros quince días el mareo los tenía atornillados en el colchón o bien echados sobre la borda arrojando al agua el contenido de sus estómagos y tratando de que la buena brisa del océano aventara el desconsuelo y el color verdoso de sus caras. La prueba de fuego era el cruce del canal de la Mancha o la salida del estrecho de Gibraltar; quien lograra pasar de pie y con los dientes apretados los primeros bandazos de la mar verdadera se consideraba a salvo de mareos posteriores. A menos, claro, que un tormentón los pusiera de rodillas... a pobres diablos, con pasaje de tercera... En algunos barcos no había médico... La monotonía y el aburrimiento de esas largas jornadas hacían que algunos se interesaran por las tareas de a bordo. Los más jóvenes terminaban el viaje conociendo rudimentos de marinería y participando en la maniobra sencilla, con los oídos llenos de historias de navegantes. Por lo demás, tras un último vistazo a las Canarias, todo era mar y cielo como lo fuera para los antiguos conquistadores. La travesía, un paréntesis entre una vida de trabajo rudo y otra más exigente aún que les esperaba al llegar a tierra. El ocio se matizaba con las canciones del terruño, escuchando a los tocadores de gaita o acordeón, tejiendo, rezando, fumando, jugando a los naipes, leyendo folletos sobre inmigración y tratando de aprender el español ... una escena común era ver a las madres sobre la cubierta en las tardes cálidas de los trópicos despoblando con paciencia tierna las cabezas de sus hijos... la pobreza, la limpieza personal marcaba ciertas diferencias... los parias eran los que embarcaban ilegalmente sin conocimiento del capitán... Cuando se comprobaba que no tenían contrato de viaje ni pasaporte en regla, se los destinaba al oficio de marinero para que pagaran en parte su pasaje. Y como entre la marinería no se los consideraba del gremio, cumplían las tareas más ingratas... Un pasaje de tercera clase en un barco de inmigrantes equivalía a un tour por los suburbios del infierno con comida incluida y con opción a todas las incomodidades, desventuras y pestes que el siglo ofrecía... Al llegar al puerto de Buenos Aires se examinaba a los pasajeros previendo que podían traer viruela, tuberculosis o lepra, flagelos comunes de la época; en esos casos se les negaba el permiso de la entrada y se los fletaba otra vez al puerto de origen...”. 17
“Al desembarcar todos los viajeros debían pasar por un control sanitario, en que se impedía el desembarco a inmigrantes con enfermedades contagiosas, con prohibiciones legales, invalidez, demencia y personas mayores de 60 años. Una vez que el barco fondeaba en medio del Río de la Plata, los viajeros se dirigían a lanchones, y luego trasbordado a carros tirados por bueyes, que finalmente los transportaban hasta el muelle. Era el muelle de pasajeros que existió hasta 1899. Según nos explicaron, los desembarcos eran de noche, con el objeto de evitar las brumas matinales. El río era muy bajo y los barcos no podían llegar a la costa y entonces fondeaban un poco retirados. Recién comenzaban a fabricarse los primeros barcos de vapor, pues hasta entonces todavía eran a velas. Había varios lugares para entrar: el muelle de pasajeros, el muelle de las Catalinas, el muelle de San Pedro Telmo o de las Carretas, y luego el Riachuelo. Muchas veces, para evitar dificultades bajaban en Montevideo. Todo esto ocurría hacia 1880... Al bajar pasaban por Migraciones, donde se les exigía el pasaporte, certificado médico, certificado de buena conducta, y certificado de aptitudes laborales... Luego de registrar su apellido —por lo general mal escrito por el funcionario de turno— aquellas familias, con rostros de hambre y cansancio, eran derivadas al Hotel...”. 18
Imagen 7. Desembarco. Imagen 8. Filas para controles.
Imagen 9. Pabellon de niños y mujeres. Imagen 10: Comedor en hotel de inmigrantes. http://www.arcondebuenosaires.com.ar/hotel_inmigrantes.htm
En el Manual del inmigrante italiano, traducido por Diego Armus, solía haber una serie de recomendaciones tales como la que trascribo a continuación: ... “no le aconsejo quedarse encerrado y asustado en el hotel... Le recomiendo no comportarse como un visitante arrastrando bolsos y llamando la atención a los cavalieri d’industria que abundan especialmente en las ciudades marítimas. Sea cauto, evite caer en brazos de algún tramposo, pero no deje de dar una vuelta por la ciudad”. 19...
A los inmigrantes se los despertaba temprano para el desayuno que consistía en leche y mate cocido con pan. Las mujeres, por la mañana, lavaban las ropas y los hombres salían en busca de trabajo. El almuerzo era por turnos hasta de 1000 personas, este era anunciado por una campana que los agrupaba en el comedor mientras el cocinero repartía las vituallas: (cosas necesarias para la comida) y luego esperaban el almuerzo en las mesas. Este consistía en una sopa abundante–guiso con carne, puchero, pastas, arroz o estofado. La merienda para los niños estaba disponible desde las 3 de la tarde y a partir de las 6 se daban los turnos para la cena. Alrededor de las 7 de la tarde ya se encontraban disponibles los dormitorios.
Otro hotel fue el de La Rotonda, ubicado en paseo 9 de Julio. Retiro. Este funcionó hasta 1911 en que fue demolido para construir la nueva estación Retiro. 20
“El primer hotel de inmigrantes se había construido en 1887 por el ingeniero Federico Stovelius, frente al Río de la Plata y sobre la ribera, en la calle Cerrito, era de forma circular, 3 pisos, 12 habitaciones en total, a razón de 4 habitaciones por piso que albergaban a 250 personas por cuarto y tenía una capacidad para 2500 personas. En 1888 albergó a 70.000 personas. Allí podían alojarse gratuitamente los inmigrantes por 5 días hasta que consiguieran trabajo, pudiéndose quedar unos días más los enfermos y los que no habían conseguido trabajo...
El hotel de Inmigrantes definitivo se construyó en 1911 con capacidad para albergar a 3000 personas.
Un sello en el pasaporte de Giuseppe (h.) deja constancia de su paso por el Hotel de Inmigrantes y de la fecha de su desembarco: el 16 de abril de 1890.
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Foto 4. (Gentileza de una nieta: Delma Catalina Monticone)
Luego de la consulta a la biblioteca de CEMLA obtuve la respuesta