Название | La trastienda de la mente |
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Автор произведения | Ana Martos |
Жанр | Общая психология |
Серия | |
Издательство | Общая психология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412150308 |
Tenemos mecanismos automáticos que responden a situaciones que pueden suponer una amenaza para nuestra integridad o para la integridad de nuestra especie. La sensación de peligro puede ser real o imaginaria y puede proceder del exterior, del entorno, o, incluso del interior. El peligro que procede del exterior se relaciona especialmente con la privación, con el temor a perder un objeto valioso, como nuestra integridad o nuestra vida, mientras que el peligro que procede del interior se relaciona con la insatisfacción, con el temor a fallar en una de nuestras propias expectativas, nuestro proyecto existencial, nuestro éxito en la sociedad o en el trabajo.
El miedo innato y el miedo aprendido
Existen dos maneras posibles de responder a una agresión: atacar o huir. Atacar es la respuesta de la ira, mientras que huir es la respuesta del miedo.
La respuesta, sea huir o atacar, es resultado del miedo. El miedo es siempre subjetivo e igualmente puede serlo esa respuesta. La primera reacción biológica ante un estímulo que produzca temor es la huida, porque el organismo se prepara automáticamente para ello. Si no hay posibilidad de huida, el organismo se prepara para afrontar el ataque. Y, si no hay posibilidad de huir ni de atacar, la biología ofrece otra salida: la paralización, la catatonía, la fusión con el entorno para desaparecer de la vista del agresor. Es la estrategia de camaleón que cambia de color y de apariencia para confundirse con el medio.
El miedo es una respuesta muy útil que la naturaleza ha incluido en nuestra programación genética para que nos asustemos de las amenazas y las agresiones y huyamos. Quien no tiene miedo a nada es considerado un héroe, pero su vida vale muy poco. El miedo existe para protegernos de esas situaciones de amenaza que se llaman estresores. Los estresores o agentes de estrés son acontecimientos que implican un riesgo severo para la vida o la integridad del organismo, como las catástrofes o la exposición a un peligro.
Pero el miedo es subjetivo y no todos sentimos el mismo temor hacia el mismo estímulo. Un estímulo amenazante, como el abismo, genera miedo instintivo y, sin embargo, hay personas que sienten auténtico placer en descolgarse por un abismo profundo y temible. El miedo a las serpientes parece ser instintivo, aunque, según experimentos realizados, no aparece en el ser humano hasta los tres años de edad. Pero también hay personas que nunca tienen miedo a las serpientes, a las arañas o a las tormentas.
El miedo también tiene que ver con las asociaciones. Si una persona sufre una agresión en un lugar determinado, puede asociar ese lugar a la amenaza y sentir miedo al aproximarse. Si una persona recibe llamadas telefónicas amenazantes a una determinada hora del día, puede asociar esa hora a la amenaza y sentir miedo cuando se acerque. Ni el lugar ni la hora son estímulos amenazantes, pero la asociación los convierte en temibles.
Caso
Hace unos años, mi marido y yo omitimos declarar a Hacienda un dinero recibido. Al cabo de un tiempo, tuvimos una inspección que nos volvió locos de tanto rebuscar papeles, de tanto ir y venir y de tantas explicaciones. Finalmente, tuvimos que pagar lo que no pagamos en su día más una multa considerable.
Solucionado el asunto, decidimos olvidarlo para no amargarnos la vida, pero tiempo después nos llegó una notificación de la Agencia Tributaria, con acuse de recibo. Al firmar el acuse, mi marido se puso pálido, empezó a temblar y creí que le iba a dar un ataque al corazón.
Después de darle un tranquilizante, me decidí a abrir yo el sobre para evitarle otra conmoción. Era un aviso sin trascendencia.
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El sujeto del caso anterior reaccionó con una crisis de pánico la segunda vez que recibió una notificación de Hacienda. Debido a su experiencia previa, la ansiedad le llevó a anticipar una situación que no se produjo y el hecho de anticiparla le generó pánico. El ataque de pánico no fue una reacción proporcionada pues, aunque se hubiera tratado de otra inspección o de algo similar como él temió, su organismo reaccionó como si esperase un castigo, la cárcel o la muerte. A su experiencia negativa se unieron sus características personales y neurológicas, mientras que su mujer tuvo la templanza suficiente para reaccionar de forma lógica.
Ansiedad y estrés
Los estados de miedo se producen cuando la amenaza es inminente, ya sea porque está presente o porque se va a hacer presente con inmediatez. Pero, cuando la amenaza no solamente no está presente sino que ni siquiera es inminente e incluso puede que ni siquiera se llegue a producir, entonces hablamos de estado de ansiedad.
El miedo es un estado de alerta para defendernos de una situación real, mientras que la ansiedad es un estado de alerta que anticipa y sobreestima peligros y riesgos que pueden no presentarse.
La ansiedad es una conducta adaptativa porque prepara al individuo para defenderse de un peligro que percibe o que presiente y puede convertirse en crisis de angustia, crisis de pánico o crisis de ansiedad, según las características neurológicas del individuo y según la situación que esté viviendo, es decir, según el entorno y sus experiencias previas.
La ansiedad no es una enfermedad, sino un síntoma de que estamos sufriendo un proceso y nuestro organismo está intentando adaptarse a una situación difícil. La ansiedad es un temor que se presenta ante una situación conflictiva, en la que el sujeto anticipa y amplifica el peligro. El pánico es una reacción de miedo exagerada ante un estímulo que provoca ansiedad. La ansiedad flotante es una angustia cuyo origen se desconoce, pero que está ahí, en forma de síntomas físicos, como dificultad respiratoria, palpitaciones o dolor de estómago.
Caso
Un ejemplo muy actual es la forma con la que cada persona aborda un problema que se da con frecuencia en nuestro tiempo: ansiedad debida a sobrecarga de trabajo. La revista Clínica y Salud (www.elsevier.es/clyse) publicó en mayo de 2017 un estudio realizado por Inmaculada Domínguez, Vicente Prieto y Jorge Barraca sobre un trastorno adaptativo con ansiedad, provocado por una situación de estrés laboral5.
El estudio analizó el caso de un hombre de 38 años sometido a una situación de sobrecarga de trabajo que le causó un trastorno de ansiedad, con incapacidad para resolver los problemas laborales e imposibilidad de desconectar de la situación angustiosa, junto con un consumo exagerado de alcohol como paliativo.
Como vemos, es una situación común y, al mismo tiempo, una respuesta frecuente. El paciente se siente angustiado ante una situación que le desborda, que no sabe ni como gestionar ni como salir de ella y eso le lleva a la única salida ficticia y patológica que encuentra: la bebida o la droga. Una reacción de huida.
El estudio señala que el paciente se sometió a un tratamiento de psicoterapia, tras el cual se redujo su ansiedad, disminuyó su malestar ante la situación angustiosa que vivía día tras día y disminuyó también el consumo de alcohol.
En cuanto a sus síntomas, este paciente acudió a la consulta del psicólogo porque había sufrido varios episodios de ansiedad, con mareos, temblores, taquicardia y sudor. Tenía mucho miedo de regresar al trabajo pensando que podía sufrir un ataque cardíaco. Además, dado que había sufrido aquellos síntomas en lugares públicos, temía desmayarse en cualquier sitio y dar un espectáculo. Se sentía agotado, le espantaba enfrentarse a su trabajo porque se sentía incapaz de resolver los problemas diarios y, además, no le era posible desconectar ni siquiera los fines de semana.
Su trabajo consistía en gestionar un hotel propiedad de su familia, lo que conllevaba grandes responsabilidades y necesidad de solucionar numerosos problemas diarios, a cualquier hora del día o de la noche, especialmente, en épocas de mayor afluencia de clientes.
Su sentimiento de incapacidad le había llevado a estar alerta, teléfono