Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón

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Название Aquiles
Автор произведения Gonzalo Alcaide Narvreón
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788468544885



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en lo mismo y vos no tuviste ni idea –dijo Adrián, como si para el fuese un tema sin trascendencia y superado.

      –Bueno, ponele que fuese así ... –dijo Aquiles, sorprendido por el comentario de Adrián.

      –¿Y entonces? –preguntó Adrián.

      –En aquel momento, fui yo el que lo encaró para decirle que tanto Marcos como yo lo habíamos visto y le dije que no teníamos ningún tipo de historia con lo que el hiciera en su vida privada, pero le pedí que no lo hiciera más en la oficina.

      –Sí, me acuerdo de ese episodio... ¿y? –dijo Adrián.

      –Bueno... te acordás que como Marina no quedaba embarazada decidí hacerme un espermograma y como tenía el laboratorio a unas cuadras de la oficina, un mediodía en el que todos se habían ido a almorzar, lo utilicé para pajearme en el baño y llevar la muestra.

      –¿Y? –preguntó Adrián.

      –Resulta que, para estimularme, busqué en el celular alguna película porno y lo primero que apareció fue la de un trio de dos flacos y una mina que se daban entre ellos –contaba Aquiles.

      –Los dos tipos le daban a la mina –dijo Adrián.

      –Al principio sí, pero después se dieron entre ellos –dijo Aquiles.

      –Ah.... eran bisexuales los tipos –dijo Adrián.

      –Sí, claramente si –dijo Aquiles.

      –Y te calentaste con eso –dijo Adrián.

      –La verdad es que nunca había visto a dos flacos garchando, pero me dio morbo la situación de verlos con una mina y dándose entre todos –dijo Aquiles.

      –Sigo sin entender que tiene que ver Alejandro y lo que te sucedió ayer con todo esto –dijo Adrián.

      –Pará que sigo –dijo Aquiles.

      Interrumpió el camarero que dejaba sobre la mesa el desayuno, que comenzaron a disfrutar sin demoras.

      –¡Que buenas que están estas medialunas! –exclamó Adrián.

      –De lo mejor de la zona –acotó Aquiles.

      –Bueno, dale... seguí contando –dijo Adrián.

      –Yo me había encerrado en mi oficina para pajearme mientras que veía el video y cuando sentí que me estaba por venir, salí disparado para el baño y dejé mi celular sobre el escritorio. Me metí en el baño, acabé dentro del recipiente y al salir, lo veo a Alejandro parado frente al espejo lavándose las manos y mirándome con una sonrisa medio sobradora... nos saludamos y me fui corriendo hacia el laboratorio.

      –¿Y pensás que él se dio cuenta de que te estabas pajeando? –preguntó Adrián.

      –En ese momento pensé que probablemente sí se hubiese dado cuenta... aunque, por otro lado, tampoco era algo tremendo lo que yo estaba haciendo y tampoco lo hacía por calentón, sino que para hacerme un estudio –dijo Aquiles.

      –Sí, lógico –acotó Adrián.

      –Estoy tratando de ordenar las cosas cronológicamente como para que entiendas mejor, porque me voy acordando de detalles que ya los había borrado... –dijo Aquiles, que continuó hablando– la semana siguiente al fin de semana en el que salimos todos a navegar en tu velero, fui a almorzar con Alejandro y no sé muy bien cómo se dieron las cosas, pero comenzó a explayarse sobre su vida sexual y sobre las experiencias que había tenido con otros tipos. Algunas cosas ya me había contado las veces que nos quedamos solos a tomar algo luego de los partidos de fútbol y la verdad es que yo, haciéndome el distraído, le decía que si quería contarme, que me contara, como si realmente no tuviese demasiado interés, pero ciertamente, me había generado algo de morbo el tema. Me intrigaba saber cómo era eso de verlo tan machito, que tuviese novia y que al mismo tiempo tuviese historias con flacos.

      –Pero concretamente, ¿garcha con flacos? –preguntó Adrián.

      –A ese punto no llegué... no... va, hasta donde me contó, fueron pajas y sexo oral sin penetración –dijo Aquiles– pero dejame seguir así no me pierdo, agregó Aquiles.

      –Dale –dijo Adrián.

      –¿Te acordás de aquella vez en la que Alejandro tenía una carrera en equipos y uno de los flacos se había lesionado y me pidió si podía hacerle gamba para reemplazarlo? –preguntó Aquiles.

      –Sí, me acuerdo perfectamente –dijo Adrián.

      –Bueno... cuando terminó la carrera, estábamos empapados. Alejandro había dejado el auto en el taller y se tenía que ir a la casa de un amigo que vive por San Isidro, por lo que me ofrecí a llevarlo y me pidió si lo podía bancar para que fuese a su departamento a darse una ducha. Le dije que sí y me propuso que llevara mi bolso, así aprovechaba y me duchaba yo también y eso fue lo que hice –dijo Aquiles.

      –Hasta acá, no veo nada raro –comentó Adrián.

      –Subimos al ascensor y en un momento, los pelos de nuestros brazos se rozaron y sentí algo extraño, no sé cómo describírtelo... Entramos en el departamento y mientras que yo estaba parado frente al ventanal que da al parque, veo que aparece su novia vistiendo solo una remera larga y saludando como si fuésemos amigos íntimos... Con las cosas que me venía contando Alejandro, hasta pensé en si el hecho de haberme llevado a su departamento, no había sido una escena armada para concretar un trío; esa parte creo habérselas contado un día que nos reunimos en tu casa –dijo Aquiles.

      –Si... nos contaste esa situación y la verdad, es que daba para pensar que podía haber sido algo premeditado –dijo Adrián, acomodándose en la silla y sintiendo que su miembro comenzaba a reaccionar.

      –Alejandro también resultó sorprendido de que ella aún estuviese allí y me pareció convincente y sincero. Claramente, no tenía nada planificado, aunque recuerdo que, en otro momento, me confesó que después la mina le dijo que le gustaría concretar un trío conmigo –dijo Aquiles.

      –Huy boludo... qué fuerte que te digan sin rodeos y de frente algo así –dijo Adrián.

      –La verdad es que sí; por un lado, fue halagador y por otro, me sentí un tanto incómodo, sumado al hecho de que él no deja de ser empleado mío –dijo Aquiles.

      –Claro... también existe ese vínculo –acotó Adrián.

      –La cuestión es que me acompañó hasta el baño y me ofreció toallón. Sinceramente, yo me sentí medio a la defensiva luego de todo lo que me había contado –dijo Aquiles.

      –Y sí, creo que me hubiese sucedido lo mismo –dijo Adrián.

      –Me terminé de duchar, me vestí y me fui nuevamente al estar, mientras que Alejandro se fue a duchar... Al rato, lo veo aparecer con un toallón atado en la cintura y me invitó a que nos sentáramos en el sillón. No entendí muy bien por qué no se había vestido y me dijo que necesitaba un tiempo para bajar revoluciones, que aún seguía transpirando, cosa que no me pareció extraña, porque viste que a mí me sucede lo mismo –dijo Aquiles.

      –Sí, si... sucede –dijo Adrián.

      –Te la hago breve... La cuestión es que el turro, esbozando una sonrisa, comenzó a contarme que el día del espermograma, él había entrado a mi oficina para dejarme unos papeles y al no encontrarme, me llamó por teléfono. Lo escuchó sonar y se acercó al escritorio, que es donde yo lo había dejado al sentir que me venía; al dejar de sonar, le aparecido en la pantalla la película que yo había estado viendo... –dijo Aquiles.

      Adrián comenzó a reír con ganas.

      –¡No seas boludo! No te rías, que yo me quería matar en ese momento... –dijo Aquiles.

      –Es que me imagino la escena, la expresión de tu cara y realmente me resulta gracioso –dijo Adrián.

      –Le dije que me daba mucha vergüenza lo que me estaba