Aquiles. Gonzalo Alcaide Narvreón

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Название Aquiles
Автор произведения Gonzalo Alcaide Narvreón
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788468544885



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que la mano de Ethan se apoyaba firmemente sobre su cuádriceps, y avanzaba lentamente pero sin pausa hacia su entrepierna.

      Aquiles se sintió paralizado; quiso moverse y reaccionar para escaparse de esa situación perturbadora, pero no pudo. Ethan, finalmente había alcanzado su objetivo y comenzaba a manosearle el bulto, mientras que con su torso avanzaba sobre él y poniendo la otra mano sobre su pecho, lo dejaba recostado de espaldas sobre el camastro, imposibilitado de moverse, logrando finalmente que sus bocas se unieron en un beso.

      Pudo girar la cabeza y vio nuevamente a Marina, que cediendo a los encantos de Cristie, se dejaba caer de espaldas y plácidamente sobre la cama.

      No podía ser real, Marina no podía estar haciendo eso y él tampoco podía estar permitiendo que Ethan lo manipulara de esa manera, aunque, luego de lo acontecido con Alejandro, ya no sabía que podía hacer o dejar de hacer, que valía y que no, que estaba permitido y que estaba prohibido.

      El tremendo estruendo de un trueno lo hizo despertar sobresaltado y sudoroso. Le llevó unos segundos darse cuenta de que estaba en su cama, dentro de su departamento, con Marina durmiendo plácidamente a su lado, y que lo que acababa de vivir había sido solo parte de un sueño.

      Inevitablemente, recordó lo que realmente había sucedido aquella noche en la Riviera y pensó en si el sueño que acababa de tener no era la expresión inconsciente de lo que realmente hubiese deseado que sucediera. Pensó en si su cabeza no había elaborado esa historia como para satisfacer de manera fantasiosa lo que él se había negado a plasmar en la realidad.

      Las imágenes de Cristie, Ethan, Marina y de lo sucedido la tarde anterior con Alejandro, comenzaron a estallar dentro de su cabeza.

      Se incorporó y fue hacia la cocina para buscar hielo y agua. Pasó el vidrio frío del vaso por su frente, hizo una escala en el baño para orinar y lavó su miembro, que sintió pegajoso por los fluidos ya secos de la sesión de sexo. Regresó a la cama con el deseo de no ser perturbado más por ese tipo de fantasías y sin mucha demora, volvió a quedarse dormido.

      El sonido del despertador interrumpió el apacible y profundo sueño en el que Aquiles estaba inmerso.

      Lo apagó rápidamente y viendo que Marina no había acusado recibo al sonido de la alarma, se levantó y fue directamente al baño para meterse bajo la ducha.

      Recordó lo que había soñado y repasó en su mente aquella noche, pensando y fantaseando sobre cómo podrían haberse desarrollado las cosas si ambos hubiesen aceptado la propuesta de los canadienses.

      También repasó lo acontecido en el departamento de Alejandro y sintió vergüenza por la situación; no tanto por haber permitido que Alejandro le diera un beso, sino por el beso que él le había dado antes de irse. Sobre esto último, no había excusas, atenuantes, ni explicaciones.

      Aquiles, luego de su primera reacción, podría haberse ido enojado y hasta dando un portazo; en lugar de eso, le había devuelto el beso, dejando a Alejandro un tanto confundido.

      Se dio cuenta de que estaba experimentado una erección espontánea y tuvo la urgente necesidad de masturbarse, cosa que hizo, jugando con la espuma del jabón sobre su sexo. A pesar de la eyaculación que había tenido hacía apenas algunas horas, rápida pudo descargar.

      Salió de la ducha, se secó y fue hacia el vestidor. Por causa del desayuno planificado junto a Adrián, ese día no iría al Gym, por lo que eligió ponerse un pantalón clásico color natural, una camisa celeste y zapatos náuticos.

      Regresó al dormitorio y vio que Marina ya estaba despierta, pero que aún remoloneaba en la cama.

      –Buenos días –dijo Aquiles, acercándose a la cama para darle un beso.

      –Buenos días –respondió Marina, tras lo que se dieron un beso en los labios.

      –¿Que sucedió anoche? –preguntó Aquiles con tono pícaro y dibujando una sonrisa burlona.

      –Necesitaba descargar energías y como respondiste automáticamente, me subí; de lo contrario me hubiese tenido que masturbar –respondió Marina, si ningún tipo de prejuicio.

      –Si... me di cuenta de que estabas un tanto excitada; yo sinceramente, no me podía mover –respondió Aquiles.

      –Pero igual tuviste lo tuyo –dijo Marina, haciendo referencia a que Aquiles había eyaculado.

      –Sí, si... acabé y me quedé dormido automáticamente –respondió Aquiles.

      –Y a vos ¿qué te pasó anoche? dabas vueltas sin parar en la cama, hasta que me dormí y no escuché más nada –dijo Marina.

      –Ah... sí; tuve un sueño raro y después me despertó el ruido de un trueno tremendo; fui a la cocina a buscar agua, pasé por el baño y volví a la cama –dijo Aquiles.

      –¿Un trueno? ¿llovió? –preguntó Marina, que acostumbraba a dormir profundamente sin que nada la perturbara y salvo por el movimiento de Aquiles, no había escuchado el trueno, ni que Aquiles se hubiese levantado.

      –Sí, llovió bastante anoche –dijo Aquiles.

      –¿Y de que se trató ese sueño raro? –preguntó Marina intrigada.

      –Soñé con Cristie y con Ethan, que estábamos en México... después te cuento que se me hace tarde –respondió Aquiles, que se acercó nuevamente a Marina, le dio un beso, salió del cuarto y tras agarrar su billetera y las llaves, se dirigió al estacionamiento del edificio, dejándola intrigada.

      El día estaba nublado y aún amenazaba con seguir lloviendo, por lo que el tráfico estaba más cargado que de costumbre y se debía manejar con más precaución que lo habitual.

      Recibió un mensaje de Adrián, diciéndole que en diez minutos llegaría a la confitería; Aquiles le respondió con un audio diciéndole que ya estaba en camino. En pocos minutos, estaba estacionando su auto al lado del auto de Adrián.

      Por el horario y el clima reinante, la zona estaba muy poco concurrida, panorama absolutamente distinto al que se presentaba los fines de semana, especialmente si los días estaban lindos.

      Bajó del auto y vio a través de los ventanales que Adrián ya estaba instalado en una mesa y que hablaba por teléfono. Ingresó, saludó a uno de los camareros y se dirigió al encuentro de su amigo.

      Adrián le hizo un gesto como diciéndole que le diera unos segundos para terminar con el llamado.

      Ciertamente, Aquiles se sentía nervioso, porque no tenía muy claro cómo encarar la conversación, aunque no había muchas vueltas que darle. Después de todo, lo que había sucedido, o al menos parte de ello, ya se lo había adelantado telefónicamente.

      –¿Cómo va? –dijo Adrián a modo de saludo al finalizar la llamada.

      –Acá andamos –respondió Aquiles.

      Se acercó un camarero y les ofreció el menú. Ambos decidieron que no era necesario y pidieron jugo de naranja, café con leche y cuatro medialunas de manteca para cada uno.

      –Bueno, dale... largá lo que te sucedió así descargas tu angustia –dijo Adrián sin dar vueltas.

      –A ver... para que entiendas un poco lo que sucedió ayer, debería comenzar por el principio –dijo Aquiles.

      –Ah... pero entonces ya habían sucedido otras cosas –dijo Adrián.

      –Nada como lo de ayer, pero viéndolo en retrospectiva, quizá fueron cosas que se fueron gestando y que desencadenaron en lo que finalmente sucedió ayer –dijo Aquiles.

      –Bueno, arrancá por el principio entonces –dijo Adrián.

      –Si tengo que pensar en un principio, claramente fue aquel episodio en el que, primero Marcos y luego yo, vimos lo del video chat en la computadora de Alejandro –arrancó diciendo Aquiles.

      –Pero ¿qué tiene que ver eso con lo que te sucedió ayer? –preguntó Adrián.