Estafar un banco... ¡Qué placer!. Augusto "Chacho" Andrés

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Название Estafar un banco... ¡Qué placer!
Автор произведения Augusto "Chacho" Andrés
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789974863538



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deslicé y pasé por una pequeña ventana de balancín que daba al exterior del barracón. A un metro tenía los reflectores y a diez metros estaba la custodia bien armada. Tenía que trepar a los árboles que se alinean a lo largo de la pared del barracón para ganar la cornisa. Me jugué el todo por el todo y tuve suerte. Me trepé a la copa del árbol con el sentimiento angustioso de que en cualquier momento la guardia podía descargar sus ráfagas de metralleta. Y me pasé de una de las ramas a la cornisa que era muy angosta. Sobre ella me fui arrastrando poco a poco, temiendo que un ruido pudiera sobresaltar a los guardias. Así me aproximé al linde con la calle. La cornisa era demasiado alta para saltar desde ella al suelo. Pasé a un paredón de bloques, guarnecido arriba con vidrios de botellas rotas. Desde allí me descolgué, desde unos cuatro metros y los vidrios rotos me desgarraron las manos. Caí al suelo a unos tres metros de los guardias. Me salvó la sorpresa. Sentí que gritaban «¡Alto!» varias veces y escuché el cerrojo de los fusiles en los segundos que me llevó trepar el último tejido y saltar a la calle. No se si tiraron. Fueron segundos de agonía y no escuché ningún tiro. Solo se que de golpe me encontré en la calle corriendo enloquecidamente hacia el Cementerio. Salté el muro, corrí tropezando con cosas que no veía y me caí en una tumba abierta, donde me quedé un rato recobrando el aliento. Escuchaba las alarmas, los gritos y veía los haces de luz que empezaba a barrer la zona.

      —La violencia de la carrera me dejó ahogado y perdía mucha sangre, sobre todo de la mano derecha, pero un instinto animal de conservación me empujaba a continuar. Seguí hasta el arroyo Miguelete y me introduje en sus aguas llenas de basura. Tragué mucha agua podrida y caminé como cinco cuadras dentro del agua. Salí a un campo. Ahí sentí que me había salvado. Todo mojado, sangrando y dolorido, quedé un rato largo acostado boca arriba sobre el pasto. La vida me volvía al cuerpo…

      Esa noche el Quinto de Artillería estaba bajo el mando del entonces capitán Manuel Cordero, que oficiaba de mano derecha del Comandante Varela. Hubo un sumario que afectó su foja de servicios.

      Pocho tenía decidido donde refugiarse. La casa de un viejo compañero de trabajo del frigorífico Swift, que había sido anarquista de acción directa, pero jubilado hacía tiempo, no tenía actividades políticas. Al otro día y en la casa del amigo vio su foto en la TV «requerido por estar vinculado con la sedición.» Varios días después comenzó el trabajo de reacondicionamiento físico. La encargada fue Asilú Maceiro, licenciada en enfermería y funcionaria del Hospital de Clínicas. Su trabajo «full-time» fue complejo, especialmente la recuperación de la mano derecha.

      Se grabaron dos casetes con las declaraciones de Pocho, pero para que el dialogo tuviera otra fuerza se decidió invitar a Eduardo Galeano para entrevistarlo. Eduardo aceptó sin dudar y el largo reportaje fue publicado en España con un seudónimo. En su novela «La Canción de Nosotros» aparece el relato ficcionado de la fuga.

      Al mes de estar libre, Alberto fue trasladado a Buenos Aires en una avioneta. Ya en Argentina y con otros compañeros comienzan a trabajar para hacer finanzas. Había una urgencia muy grande en conseguir fondos. La libertad y la vida de mucha gente estaba en peligro.

      Beatríz continúa recordando

      —Estoy jugado. Me voy a Buenos Aires — me dijo. Si vos y los gurises se quedan, yo los voy a ayudar siempre.

      —Además tenés mi familia y la tuya, que te van a apoyar.

      —No tengo nada claro que ofrecerte. El futuro tenemos que hacerlo nosotros. Va a ser todo muy difícil. Pero sería más lindo si estuviéramos todos juntos.

      —No dudé un momento. Yo también me sentía jugada y quería pelear al lado de él.

      En 1976 Buenos Aires se convierte en una trampa mortal. Se suceden las caídas. El 13 y 14 de julio, decenas de compañeros son secuestrados y terminan en Orletti. Hacía un tiempo había aparecido fusilada Telba Juárez, una compañera muy querida.

      Su recuerdo quedó como un presagio de males mayores.

      —Comentando las noticias, suavemente me larga.

      —Vos sos joven. Si me pasa algo, puedes comenzar otra vida. Y me parece bien. Solo te pido, que no dejes que le levanten la mano a los gurisitos.

      —Lo podía haber hecho. Pero me fui quedando, con la compañía de los hijos y luego de los nietos.

      —Para qué buscar algo nuevo, que podía salir mal.

      —Yo había tenido un compañero, un amigo, un buen padre pegado a sus hijos y que estaba a gusto en casa.

      Hago una broma para aflojar la emoción

      —Con la pinta y la sonrisa picarona que tenía, me parece que no se quedaba todo el tiempo en el rancho...

      —Puede ser... Pero al pobre los milicos lo tenían a los saltos. Poco tiempo le quedaba para ser pícaro...

      Miro una vieja foto en que está con sus amigos del boliche. Allí aparece escrito «pata cruzada». Pienso y pienso y no tengo más remedio que preguntar el porqué del sobrenombre.

      —Era la forma que tenía de estar sentado, cruzaba las piernas y se acomodaba el pantalón.

      Me acuerdo del encuentro en Buenos Aires y «veo» a «Martín» con las piernas cruzadas y sentado en ángulo, con su media sonrisa y fumando un cigarrillo. El personaje ha vuelto a la vida.

      De pronto la Negrita se larga a hablar. Me doy cuenta de que había dejado afuera a los hijos. Ocupan su lugar sin pedir permiso.

      —No sé qué va a salir de esto, pero me gusta el tono afectivo de la entrevista. Estoy agradecida, a todos los que me acercan aspectos de la vida de mi padre.

      —Cada vez que hablan de él me siento orgullosa.

      —Siento que les robo algo de él, para armar el rompecabezas del que fue mi padre y que conocí poco. Voy a llegar a los 40 y duele igual. A veces más, a veces menos.

      El Lolo dice lo suyo:

      —Con mi viejo éramos compañeros.

      —Íbamos a hacer los mandados juntos y conversábamos.

      —A veces me llevaba en el auto, sentado en las rodillas.

      —Quería que aprendiera a boxear. Hay que saber defenderse en la vida, decía. Un día, vas a tener que cuidar a tu madre y a la Negrita.

      —No abuses de los demás. Pero si tenés que pelear con uno más grande que se hace el vivo, dale con un fierro en la cabeza, si podés.

      —La vieja lo buscó toda la vida. Cuartel por cuartel. A veces con nosotros a rastras. Después que salieron los presos, nos fuimos desilusionando.

      —Yo tenía 7 años y me acuerdo de todo. Y estoy orgulloso de tener un padre como el que tuve. Desde chiquito, con la cabeza bien alta, decía que a mi padre lo mataron los milicos...

      Sigamos el camino. Dejemos por ahora, a esta figura de los mil apodos, y que su recuerdo permanezca entre la gente.

      Lo despedimos, con «El Matrero», de Ruben Lena

       La leyenda abre camino,

       en las ruedas de fogón.

       Y en medio de la emoción

       pasa la sombra de Aquino

       Allá va... Allá va...

      1. Nombre en clave de la OPR33, vieja estructura militar de la FAU, que en julio de 1975 pasa a formar parte del recientemente constituido Partido por la Victoria del Pueblo (PVP).

      2. Acción directa anarquista: Una historia de FAU; Tomo III; MECHOSO, C. Juan, Montevideo: