El ministerio médico. Elena G. de White

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Название El ministerio médico
Автор произведения Elena G. de White
Жанр Религиозные тексты
Серия Biblioteca del hogar cristiano
Издательство Религиозные тексты
Год выпуска 0
isbn 9789877981094



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para reconocer la Presencia que penetra todas las cosas creadas. El oído que no se ha entorpecido por el vocerío del mundo, está atento a la Voz que habla por medio de las expresiones de la naturaleza... Lo visible ilustra lo invisible [Rom. 1:20]. En todas las cosas que hay sobre la tierra pueden contemplar la imagen y la inscripción de Dios.–Ed 99, 100.

       Mensaje de la naturaleza

      Toda la naturaleza está viva. Por medio de sus diversas formas de vida habla a los que tienen oídos para escuchar y corazón para entender quién es la fuente de toda vida. La naturaleza revela las obras maravillosas de su Artífice.–Carta 164, 1900.

       El mensaje de amor

      Al principio, Dios se reveló en todas las obras de la creación [Sal. 36:9]. Y sobre todas las cosas de la tierra, del aire y del cielo, escribió el mensaje del amor del Padre.

      Aunque el pecado ha estropeado la obra perfecta de Dios, esa escritura permanece. Aún ahora todas las cosas creadas declaran la gloria de su excelencia... Cada árbol, arbusto y hoja emite ese elemento de vida, sin el cual no podrían sostenerse ni el hombre ni los animales; y el hombre y el animal, a su vez, sirven a la vida del árbol, del arbusto y de la hoja.–DTG 11, 12.

       La naturaleza no es Dios

      La obra de Dios en la naturaleza no es Dios mismo en la naturaleza. Las cosas de la naturaleza son una expresión del carácter de Dios [Rom. 1:20]; por ellas podemos comprender su amor, su poder y su gloria; pero no hemos de considerar a la naturaleza como Dios. La habilidad artística de los seres humanos produce obras muy hermosas, cosas que deleitan el ojo, y estas cosas nos dan cierta idea del que las diseñó; pero la cosa hecha no es el hombre. No es la obra, sino el artífice el que debe ser tenido por digno de honra. De igual manera, aunque la naturaleza es una expresión del pensamiento de Dios, ella no es lo que debe ser ensalzado, sino el Dios de la naturaleza.–TI 8:275.

       La fuente de curación

      La enfermedad, el padecimiento y la muerte son obra de un poder enemigo. Satanás es el destructor; Dios, el restaurador.

      Las palabras dirigidas a Israel se aplican hoy a los que recuperan la salud del cuerpo o la del alma: “Yo soy Jehová tu sanador” [Éxo. 15:26].

      El deseo de Dios para todo ser humano se expresa en estas palabras: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma” [3 Juan 2].

      “Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias” [Sal. 103:3, 4].–CSS 165.

       El gran Sanador

      El poder curativo de Dios permea toda la naturaleza. Si un ser humano se corta la piel o se quiebra un hueso, la naturaleza empieza a curar la herida inmediatamente, y de esta forma preserva la vida del hombre. Pero el hombre puede colocarse en una posición en que la naturaleza se vea imposibilitada para hacer su labor... Si se usa el tabaco... el poder curativo de la naturaleza se debilita en un grado mayor o menor... Cuando se ingiere licor intoxicante, el organismo es incapaz de resistir la enfermedad con el poder de sanación original que Dios le otorgó. Es Dios quien ha hecho la provisión para que la naturaleza obre para restaurar las facultades agotadas. El poder es de Dios. Él es el Gran Sanador.–Carta 77, 1899.

       Una obra combinada

      El enfermo será restaurado por medio de los esfuerzos combinados de lo humano y lo divino. Cristo derrama todo don y todo el poder que prometió a sus discípulos, sobre los que le sirven con fidelidad.–Carta 205, 1899.

       El Espíritu Santo renueva el cuerpo

      El pecado ocasiona enfermedad física y espiritual. Cristo ha hecho posible para nosotros que nos libremos de esta maldición. El Señor promete renovar el alma por medio de la verdad. El Espíritu Santo habilitará a todo el que esté dispuesto a ser educado para que comunique la verdad con poder. Renovará todo órgano del cuerpo para que los siervos de Dios puedan trabajar aceptable y exitosamente. La vitalidad aumenta bajo la influencia de la acción del Espíritu. Elevémonos entonces, por este poder, a una atmósfera más alta y más santa, para que podamos realizar bien la labor que se nos ha asignado.–RH 14/1/1902

       La mejor medicina

      La religión de la Biblia no es dañina para la salud del cuerpo o de la mente. La influencia del Espíritu de Dios es la mejor medicina que un hombre o una mujer enfermos pueden recibir. El cielo es todo salud, y cuanto más profundamente se comprendan las influencias celestiales más segura será la recuperación del enfermo que cree.–TI 3:192.

       Lo que intenta el médico, lo logra Cristo

      Ninguno sino un médico cristiano puede cumplir con la aprobación de Dios los deberes de su profesión. En una labor tan sagrada, no deben hallar la menor cabida los planes e intereses egoístas. Toda ambición y todo motivo deben estar subordinados al interés de aquella vida que se mide con la vida de Dios. En todos sus negocios, debe reconocer las demandas de Jesús, el Redentor del mundo, para copiar su ejemplo. Lo que el médico intenta hacer, lo puede realizar Cristo. Ellos se esfuerzan por prolongar la vida; él es el Dador de la vida. Jesús, el poderoso Sanador, es el Médico Jefe. Todos los médicos están bajo un Maestro, y con seguridad es bendecido todo médico que ha aprendido de su Señor a velar por el alma mientras obra con toda su habilidad profesional para sanar el cuerpo de los enfermos dolientes.–Carta 26a, 1889.

       La educación es mejor que la curación milagrosa

      Algunos me han preguntado: “¿Por qué tenemos que tener sanatorios? ¿Por qué no oramos por los enfermos, como lo hizo Cristo, para que sanen milagrosamente?” He respondido: “Supongamos que pudiéramos hacer esto en todos los casos; ¿cuántos apreciarían la curación? ¿Se convertirían en reformadores de la salud los que fueran sanados, o continuarían siendo destructores de la salud?”

      Jesucristo es el Gran Sanador, pero desea que podamos cooperar con él en la recuperación y el mantenimiento de la salud al vivir en conformidad con sus leyes. Debe haber una impartición de conocimiento acerca de cómo resistir la tentación en unión con la obra de curación. En los que vienen a nuestros sanatorios, se debe despertar el sentido de su propia responsabilidad de obrar en armonía con el Dios de la verdad.

      Nosotros no podemos sanar. No podemos cambiar las condiciones enfermizas del cuerpo. Pero es nuestro deber, como médicos misioneros, como obreros juntamente con Dios, utilizar los medios que él ha provisto. Entonces oraremos para que Dios bendiga estos medios. Creemos en Dios; creemos en un Dios que escucha y responde a la oración. Él ha dicho: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” [Mat. 7:7].–RH 5/12/1907.

       Cuando la oración por sanidad es presunción

      Muchos han supuesto que Dios los librará de la enfermedad únicamente porque se lo han pedido. Pero Dios no considera sus oraciones, porque su fe no se perfeccionó en las obras. Dios no hará un milagro para librar de la enfermedad a los que no se han cuidado; más aún, que están violando de continuo las leyes de la salud y no hacen esfuerzos para evitar la enfermedad. Cuando hacemos todo lo que está a nuestro alcance para tener salud, entonces podemos esperar que se produzcan los bendecidos resultados,