El ministerio médico. Elena G. de White

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Название El ministerio médico
Автор произведения Elena G. de White
Жанр Религиозные тексты
Серия Biblioteca del hogar cristiano
Издательство Религиозные тексты
Год выпуска 0
isbn 9789877981094



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que habrá instituciones establecidas bajo la supervisión de hombres que han sido sanados por su creencia en la Palabra de Dios, y que han vencido sus defectos de carácter. En el mundo se ha hecho toda clase de provisión para el alivio de la humanidad enferma, pero la verdad en su sencillez debe presentarse a estos dolientes por medio de hombres y mujeres leales a los mandamientos de Dios. Deben fundarse en todo el mundo, manejadas por gente que esté en armonía con las leyes de Dios, que coopere con Dios en presentar la verdad que determina el caso de cada alma por la que Cristo murió...

      Toda la luz del pasado, que brilla hasta el presente y que se extiende hasta el futuro, como está revelada en la Palabra de Dios, es para cada alma que viene a nuestras instituciones de salud. El Señor desea que los sanatorios establecidos entre los adventistas del séptimo día sean símbolos de lo que puede hacerse a favor del mundo; tipos del poder salvador de las verdades del evangelio. Deben ser canales para el cumplimiento de los grandes propósitos de Dios a favor de la raza humana.

      Las palabras escritas por Moisés guiado por el Espíritu de Inspiración pertenecen al pueblo de Dios y a sus instituciones de esta generación tanto como a las del antiguo Israel:

      “Porque eres pueblo santo a Jehová tu Dios, y Jehová te ha escogido para que le seas un pueblo único de entre todos los pueblos que están sobre la tierra” [Deut. 7:6].

      “Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó... Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque ésta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es ésta. Porque, ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros?” [Deut. 4:5-8]

      Ni siquiera estas palabras son capaces de alcanzar la grandeza y la gloria del propósito de Dios que su pueblo debe cumplir.–Manuscrito 166, 1899.

       El más alto objetivo

      Se necesitan sanatorios en los cuales se realice una obra médica y quirúrgica de éxito. Esas instituciones, conducidas de acuerdo con la voluntad de Dios, quitarán el prejuicio y expondrán nuestra obra a una notoriedad favorable. El más alto objetivo de los obreros de estas instituciones debe ser la salud espiritual de los pacientes. Puede hacerse una obra evangelizadora exitosa en conexión con la obra médico misionera. Es en la unión de estas líneas de trabajo donde podemos esperar reunir el más precioso fruto para el Señor.–Carta 202, 1903.

       Monumentos para Dios

      Nuestros sanatorios han de ser, en todos sus departamentos, monumentos para Dios, instrumentos suyos para sembrar las semillas de la verdad en los corazones humanos. Lo lograrán si son debidamente dirigidos.–TI 6:229.

       Reformar las prácticas médicas

      El uso de las drogas en nuestras instituciones es contrario a la luz que al Señor le ha placido darme. El negocio de la droga ha hecho más daño a nuestro mundo y ha matado a más personas de las que ha ayudado o curado. Según la luz que se me dio al principio en cuanto a por qué debían establecerse estas instituciones, esto es, los sanatorios, era para reformar las prácticas médicas de los facultativos.–Carta 69, 1898.

       Un honor para Dios

      El Dios del cielo es honrado por una institución manejada en esta forma. El sanatorio de ----- fue establecido de acuerdo con el plan divino, para que los hombres y las mujeres pudieran comprender mejor las virtudes del árbol de la vida. En su misericordia, Dios ha hecho del sanatorio tal poder en el alivio del sufrimiento físico, que miles son atraídos a él para ser curados de sus malestares; y muy a menudo, no sólo se curan físicamente, sino que reciben del Salvador el perdón de sus pecados y se identifican completamente con Cristo, con sus intereses y su honor. Sus pecados les son quitados y puestos en la cuenta de Cristo. Su justicia les es imputada. El bálsamo sanador se les aplica al alma. Reciben la gracia de Cristo y salen a impartir a otros la luz de la verdad. El Señor hace de ellos sus testigos. El testimonio de ellos es: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” [2 Cor. 5:21]. Ellos nunca olvidan las oraciones, los himnos de alabanza y agradecimiento que escucharon mientras estuvieron en el sanatorio. ¿Nos damos cuenta de cuánto es glorificado Dios por medio de esta obra?–Carta 38, 1899.

       Para exaltar a Cristo

      El propósito de nuestras instituciones de salud no es, por encima de todo, el mismo de los hospitales. Las instituciones de salud conectadas con la obra final del evangelio en la tierra representan los grandes principios del evangelio en toda su plenitud. Debe revelarse a Cristo en todas las instituciones que tienen relación con la obra final, pero ninguna de ellas puede hacerlo tan plenamente como la institución de salud donde el enfermo y doliente viene para hallar alivio y liberación de sus malestares tanto físicos como espirituales. Muchos de estos, como el paralítico de antaño, necesitan el perdón del pecado primeramente [Mat. 9:2]; y después aprender lo que significa “vete, y no peques más” [Juan 8:11].

      Si un sanatorio relacionado con este mensaje final no exalta a Cristo y los principios del evangelio como se muestran en el mensaje del tercer ángel, fracasa en su característica más importante y contradice el objeto mismo de su existencia.–RH 29/10/1914.

       Cristo otorga alivio y curación

      Se me ha dado la instrucción de que en nuestras instituciones debemos guiar a los enfermos a esperar grandes cosas debido a la fe del médico en el gran Sanador, quien en los años de su ministerio terrenal fue por las ciudades y villas de la tierra sanando a todos los que vinieran a él. Ninguno fue enviado de vuelta vacío; él los sanó a todos. Permítase que el enfermo comprenda que, aunque invisible, Cristo está presente para traer alivio y curación.–Carta 82, 1908.

       Despertar fe en el gran Sanador

      Como seguidores de Cristo, debemos trabajar con todos los métodos racionales para predicar el evangelio de la verdad presente. Tenemos que dar evidencia, no solamente por medio de palabras sino por acciones, de que Cristo está deseoso hoy de unirse con sus ministros devotos para sanar al enfermo y doliente. El Señor restaurará en la mente de sus obreros una ardiente fe en su poder. Cuando crezcamos en la fe del evangelio de Cristo y la estimulemos como se presenta en la Palabra de Dios, habrá en nuestros sanatorios, no solamente un conocimiento práctico de cómo tratar a los enfermos de acuerdo con los principios correctos, también habrá una manifestación de la fe viviente en Dios que guiará a los obreros a apoyarse en el gran Médico para obtener ayuda divina. Y el Señor vendrá para ayudar a los tales en respuesta a su fe en el poder divino.

      Por el hecho de tener sanatorios para la curación de los enfermos no debemos cesar de pedir la ayuda del gran Sanador. Cuando se nos llama insistentemente a establecer sanatorios, no es únicamente para que dependamos de los remedios sencillos que se utilizan en ellos, sino para que dirijamos a los afligidos al gran Sanador de la enfermedad. Debemos rogar que su poder obre en armonía con nuestros servicios médicos. La obra de nuestro sanatorio sería mucho más exitosa si los médicos leyeran la Palabra más fervientemente y colocaran sus preceptos en práctica, si predicaran el reino de Dios y oraran por la gracia sanadora de Cristo, para que esta venga a los afligidos.

      Presentemos el evangelio al enfermo, ligando a Jesús, el gran Sanador, con los remedios sencillos que se usan; y nuestra fe viviente obtendrá respuesta. Pero los que se allegan al gran Sanador deben estar dispuestos a hacer la voluntad de él, a humillar