Gobernar la ciudad. Juan Carlos Colomer Rubio

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Название Gobernar la ciudad
Автор произведения Juan Carlos Colomer Rubio
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9788491342649



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fin tenemos un texto muy serio que nos habla de un período histórico crucial para entender nuestro presente. Llevamos –esa es al menos mi opinión– demasiado tiempo con la dichosa capitalidad de la Segunda República. No se me entienda mal. Tras tantos años de ominoso silencio era justo y necesario ejercer el derecho a la memoria de aquel breve y creativo tiempo que las armas se encargaron de yugular. El propio Juan Carlos Colomer ha participado y participa del esfuerzo, al igual que mi buen amigo Jose Azkàrraga que viene trabajando incansablemente desde hace muchos años en el contexto hostil de la Valencia de Rita Barberá. Nada menos que 24 años de activa oposición a la memoria histórica.

      Era lógico que reverdeciera el interés y los estudios por aquella realidad republicana y que se valorara en su justa medida el hecho de haber sido capital de la Segunda República por un breve período, con todo lo que ello supuso. Fracasado el golpe en Valencia, quizá más por incompetencia de los golpistas de primera hora, Valencia «cayó» en el bando republicano y tuvo que ejercer de retaguardia y de sede del gobierno de Azaña en su éxodo de Madrid. Lo hizo con dignidad, mucho esfuerzo y demasiadas víctimas y desde aquí se irradiaron cultura y esperanzas.

      Pero he dicho en su «justa medida» y eso es lo que ha fallado, En parte por la ley del péndulo y en parte por los réditos obtenibles y los no pocos oportunistas que siempre aparecen. Ha habido –siempre en mi opinión– una inflación de celebraciones, efemérides y libros, amén de algún que otro mobiliario urbano prescindible. Un exceso que además impide percibir con nitidez algunos elementos de sentido y calidad como la ruta republicana (¡¡cuántos paseos didácticos lleva Jose Azkárraga!!), la guía de la Valencia republicana, la labor realizada con los refugios, el plano catastral de 1944 que Tito Llopis y Luis Perdigón pusieron a nuestro alcance, la presencia de la arquitectura racionalista o la reciente magnífica exposición Tempesta de Ferro en el Ayuntamiento de Valencia.

      Por eso, por el exceso y la no justa medida, bienvenido sea un libro como el de Juan Carlos que, ¡¡por fin!!, nos hace mirar a otro período trascendente y del que todavía sabemos bien poco. Algún trabajo sobre los grupos de la posguerra, algunos estudios sobre el plan de 46 y el Plan Sur, algún trabajo sobre la arquitectura autárquica y los grandes proyectos no ejecutados, algún análisis de los proyectos especulativos de la Valencia del desarrollo. Muy poco, aunque meritorio, y mucho trabajo por hacer.

      Pero con el libro de Juan Carlos Colomer ya sabemos bastantes cosas más y ese es su mérito principal. Y lo sabemos por su esfuerzo y su buen oficio de historiador. Ya entendemos mucho mejor la red institucional del franquismo y la importancia del poder local, la supeditación jerárquica, compatible con la existencia de diferentes «familias» (ahora les llaman «sensibilidades») y el juego entre Falange, el ejército, la Iglesia, los tradicionalistas, los monárquicos y el Opus.

      El libro es tan rico en documentación y matices que resumirlo es un esfuerzo estéril y una inútil pasión. No caeré en la trampa por respeto al autor y al lector. El volumen se centra en el periodo 1957-1979 y ello nos permite disfrutar del análisis de la disidencia tolerada pero hasta cierto punto (la crisis de 1957); de la figura clave del «jefe» Rincón de Arellano, una personalidad poliédrica llena de matices a pesar de su coherencia falangista, su intento de situarse a la «izquierda del régimen» y su prédica de la revolución pendiente y de la ciudad falangista; el continuismo de Lopez Rosat no exento de alguna sorpresa como la famosa encuesta sobre barrios depauperados de 1973 que le costó el «malhumor» del «poncio» Oltra Moltó (Altra Multa como le llamaba la izquierda en la Transición) y, last but not least, la figura clave del regionalista/blavero Miguel Ramón Izquierdo, último resistente del tardofranquismo, prudente y escurridizo (cuenta la leyenda que llevaba cinturón y tirantes de tan prudente que era) y personaje clave para entender la «batalla de Valencia» junto con Attard, Abril, Martorell, Broseta y personajes secundarios pero eficientes como Giner Boira o Pascual Lainosa,

      El libro ofrece mucho, mucho más y por ello me abstendré de todo detalle. Los «perfiles» están muy conseguidos, se analiza por primera vez la dinámica y resultados de la democracia orgánica local (los famosos tercios, que no de Flandes). Se constata también el, al menos, relativo esfuerzo por adaptar lo inadaptable, la democracia orgánica a los cambios sociales que se iban produciendo, sobre todo a partir del Plan de Estabilización de 1959 (los famosos cursos en Peñíscola, desde 1960 a 1976 sobre los «problemas políticos de la vida local» de sabor ligeramente reformista...).

      Es el libro de Juan Carlos un magnífico libro que podríamos «tejuelar» como de historia política (aunque trasciende y mucho la etiqueta porque, por ejemplo, la historia urbanística está bien presente) y que tiene el gran mérito no sólo de utilizar fuentes documentales «internas» al régimen (siempre complicadas de obtener) sino, además, de «meterse en la piel» de los protagonistas lo cual le permite «entender» (que no justificar) los resortes de la acción y la naturaleza de las pugnas. Por decirlo alto, claro y breve, un gran libro.

      Quizá algún lector pueda estar pensando a estas alturas que la loa es excesiva. Lamento defraudarle. No lo es, pero en aras a la honestidad de la que hablaba al principio, reconozco que, además de divertirme y aprender mucho con la lectura del libro, me he quedado con hambre, con bastante hambre. El libro es un magnífico aperitivo que cumple la función inaplazable de divulgar lo que ha supuesto tantas horas de estudio e investigación. Juan Carlos es joven, muy joven (con mis 66 cumplidos, le doblo en edad) y tiene mucho más que ofrecernos si la tediosa «carrera universitaria» y su proverbial dedicación a resolver problemas de los compañeros y de la institución no le distraen en exceso.

      Sin salirme, al menos en demasía, del período que ha elegido estoy deseoso, por ejemplo, de que persevere en una buena biografía de Rincón de Arellano sobre la que hemos hablado mucho y en la que tiene como guía la magnífica biografía que Ramir Reig escribió sobre Blasco Ibáñez.

      El personaje, Rincón de Arellano, poliédrico y lleno de matices como ya he apuntado, se lo merece. Y conviene poner a la luz la diferencia entre la teoría y la praxis de su «ciudad falangista» puesto que la segunda está llena de errores, admitiendo la dificultad de hacer frente a la vez a los destrozos de la riada y al alud inmigratorio. Pero queda mucho por saber del Plan Sur, de la megalomanía de El Saler, del destino previsto para el viejo cauce del Turia (aquello de «lo que los afanes comunitarios demanden»), de las operaciones especulativas realizadas al socaire de un Plan General (el de 1966) aprobado bajo su mandato. También su pretendido izquierdismo requiere quizá más datos biográficos y comprobar si su ideario falangista era tan naïf como parece. Urge la biografía y solo Juan Carlos Colomer puede abordarla con rigor.

      Puestos a pedir, el primer franquismo, el de 1939-1952 (hasta el acuerdo de las bases y el Concordato), del que también habla el libro, se presta a mayor profundización. Y, como no hay dos sin tres, el crucial período de 1975-1981 está también esperando los buenos oficios de Juan Carlos. El libro es un magnífico punto de llegada, pero los que estamos inoculados por el virus (el autor ya está con todo derecho en el club), tenemos la mala costumbre de convertir los puntos de llegada en puntos de salida. Estoy seguro que el futuro nos deparará más alegrías de la mano de Juan Carlos Colomer. De momento, mi más sincera enhorabuena.

      JOSEP SORRIBES MONRABAL

      INTRODUCCIÓN

      En el centro de la ciudad de Valencia, cercano a la estación del Norte, podemos observar un gran edificio sede del gobierno municipal de la ciudad. Esta construcción, rematada por dos amplias cúpulas de color rojo cobrizo y fuertes columnas, se sitúa en la parte lateral de la plaza del Ayuntamiento constituyéndose como uno de los edificios más importantes de la urbe. En su fachada destacan cuatro esculturas que remiten a las virtudes cardinales que deben guiar todo acto de gobierno: la justicia, la prudencia, la fortaleza y la templanza. La obra queda rematada por un alto torreón coronado con un enorme reloj. Esta edificación, conocida como la Casa Consistorial, invita a detenerse y mirar a caminantes, turistas y curiosos.

      Esta obra arquitectónica de principios del siglo XX, superpuesta a elementos de épocas anteriores, fue diseñada por el arquitecto Carlos Carbonell y parece aguantar estoicamente el paso del tiempo. Desde su inauguración en 1930 ha presenciado el devenir de