El griego Polibio vio en la firme Roma la salvación de todos los males de la Hélade. El principal valor de sus Historias es haber concebido el Imperio Romano como un espacio moral y ético además de político y militar. Polibio (Megápolis, 209 o 208-después de 118 a.C.) es considerado por la crítica el último gran historiador griego, en la senda de Heródoto, Tucídides y Jenofonte, aunque a él le cupo ocuparse no del mundo heleno, sino del auge de Roma; más concretamente, su obra es un firme y documentado intento de hallar el consenso y el acuerdo entre la fuerza imparable del Imperio Romano y las cansadas, divididas y decadentes ciudades helenísticas del Mediterráneo oriental. Sus Historias son un trabajo monumental en cuarenta libros, de los que se conserva una fracción muy considerable aumentada con el abundante uso que hacen de él Tito Livio y Apiano. Parte de la importancia de las Historias se debe a que relatan lo sucedido en un periodo del que carecemos prácticamente de datos, salvo de los que él aporta, y además desde la casi contemporaneidad, lo que asegura un conocimiento directo de los hechos. Abarcan desde la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.) entre Roma y Cartago hasta el año 146 a.C., con la destrucción de Corinto y Cartago y el establecimiento de la hegemonía latina sobre toda la orilla mediterránea. Polibio comprende la enorme importancia histórica de este predominio, aumentado con la victoria en el ámbito helenístico, pues se trata de la primera unificación política del Mediterráneo. Ello permite acometer la elaboración de una historia universal, el relato de un difícil camino hacia el logro de un espacio político común y, según el autor, una tarea pacificadora y civilizadora. Pero las Historias deben también su duradera fama a la renovación que efectuaron en la disciplina historiográfica. En un periodo acuciado por las guerras y la ansiedad, en que proliferaron géneros literarios escapistas y de entretenimiento, la historia se había tornado efectista y dramática, con el acento puesto en batallas y discursos, anécdotas y chascarrillos sobre personajes históricos. A ello opuso Polibio el estudio serio de las acciones políticas y militares de los pueblos y las ciudades a través de las decisiones de sus dirigentes, discerniendo los hechos estructurales y subrayando las causas. Este posicionamiento se refleja también en el estilo literario: Polibio rechaza el lenguaje florido, ampuloso, retórico y discursivo que predominaba en su tiempo, y opta por la sobriedad y la concisión clásicas que corresponden a su armazón racional. En los primeros cuatro libros, que componen este volumen, hay una parte introductoria sobre la conquista romana de Sicilia y Cerdeña, el afianzamiento del dominio en Italia y el origen del gobierno cartaginés en la península Ibérica, origen del conflicto posterior, y se relata el inicio de la Segunda Guerra Púnica o Anibálica.
El tratado del arquitecto, ingeniero y tratadista Marco Vitruvio Polión es el texto de referencia para conocer de primera mano la teoría y las obras arquitectónicas grecolatinas. Con el De Architectura, Vitruvio (siglo I a.C.) deseaba ofrecer un corpus que condensara todos los conocimientos alcanzados por la teoría arquitectónica griega, cosa que no se había hecho hasta entonces, a decir del propio autor. Además de cuestiones específicamente arquitectónicas (órdenes, materiales, técnicas de construcción, tipos de edificios…), el libro informa también sobre pintura y escultura griegas y romanas, como artes auxiliares. El abundante contenido, unido a las innegables cualidades formales, otorga a esta obra una gran trascendencia y la convierte en fuente inestimable para el conocimiento de esta materia. En el Renacimiento fue un texto de primer orden para el acceso a la teoría y a las obras arquitectónicas grecolatinas. El presente volumen presenta una actualizada versión castellana de los cinco primeros libros –de los diez del original–, a la que precede una completa y documentada introducción.
Las cartas a Ático son uno de los mayores legados de la literatura latina: un relato, en tiempos de una extraordinaria agitación política, de una personalidad excepcional que se hallaba en el centro de todo. Frente a la solemnidad y gravedad de sus tratados y discursos, la producción epistolar de Cicerón (106-43 a.C.) ha recibido una consideración menor. Sin embargo, el conjunto de cartas (más de ochocientas) que envió y recibió (de estas segundas se han conservado casi un centenar, de autores y estilos muy distintos) entre los años 68 y 43 a.C. puede ser la parte de su legado que el lector contemporáneo sienta más próxima, debido a su viveza y frescura y por el hecho de constituir una fuente excepcional para conocer uno de los periodos más apasionantes de la historia de Roma, el fin del periodo republicano, puesto que participó intensamente en la política de este tiempo y mantuvo correspondencia con miembros de diferentes opciones políticas. Por añadidura, Cicerón se nos muestra más íntimamente que cualquier otro personaje del mundo antiguo, pues en estas misivas imprime su carácter y consigna sus acciones. Tito Pomponio Ático (110-32 a.C.) fue un amigo íntimo de Cicerón, a quien conoció en su juventud, cuando estudiaron juntos; ambos mantuvieron una relación sincera hasta la muerte del escritor. Nacido en Roma, abandonó la capital para establecerse en Atenas, donde residió muchos años (su cognomen remite a la célebre zona helena). Se abstuvo de alinearse activamente en cualquier facción del agitado periodo político romano, aunque ayudó en lo personal a miembros de ambos bandos, y llevó una vida moderada según los preceptos del epicureísmo. Acumuló una gran riqueza y adquirió varias propiedades en el Epiro. Disponía de muchos esclavos que copiaban manuscritos, y que contribuyeron a la difusión de los escritos de Cicerón. Fue amigo de Augusto, y quedó emparentado por línea directa con la familia imperial. Protegió a Terencia, esposa de Cicerón, cuando éste partió al exilio, y su hermana Pomponia se casó con Quinto, hermano de Cicerón y también receptor habitual de sus misivas. La colección de cartas a Ático empieza en el año 68. Cicerón se dirigió con frecuencia a él, con afecto y a menudo en busca de consejo en materias diversas, pues su amigo poesía una cultura muy amplia; juntos tratan cuestiones de política, literarias y sociales, pero también íntimas. Esta gran colección es de una enorme espontaneidad; Ático la conservó como un preciado tesoro, y aunque Cicerón no pretendía dar a conocer esta correspondencia privada (salpicada de humor y en la que abundan las efusiones personales y las indiscreciones), acabó publicándose, al parecer en el reinado de Nerón. El escritor Cornelio Nepote, que pudo consultarla antes, comprendió que quien la leyera tendría una historia prácticamente continua de aquellos tiempos.
Elio Arístides es uno de los principales autores de la denominada Segunda Sofística, secundado por Dión de Prusa. En su época gozó de una fama enorme, y se le tuvo por uno de los grandes oradores de la Antigüedad, llegándosele a parangonar con sus antecesores áticos de los siglos V y IV. Elio Arístides (117-189 d.C.) es uno de los principales autores de la denominada Segunda Sofística, secundado por Dión de Prusa (cuyos discursos ocupan cuatro volúmenes de la Biblioteca Clásica Gredos). En su época gozó de una fama enorme, y se le tuvo por uno de los grandes oradores de la Antigüedad, llegándosele a parangonar con sus grandes antecesores áticos de los siglos V y IV, incuso con Demóstenes. Fue un modelo principal para los oradores griegos posteriores hasta la era bizantina. Una de sus aportaciones más originales a la oratoria y la literatura griegas consiste en la composición en prosa de himnos a los dioses, cuando la práctica siempre había sido escribirlos en verso. Y no precisamente porque éste se le resistiera (en algún texto conservado Arístides hace gala de maestría en la versificación), sino porque juzga que la prosa es más natural, versátil, flexible y ajena a la rigidez de los esquemas métricos. Hay que destacar así mismo sus narraciones autobiográficas. Sus Discursos sagrados son una biografía espiritual inusitada en la literatura antigua: consisten en una descripción de la vida interior del autor durante su extensa permanencia en Pérgamo, cuando solicitaba al dios Asclepio una curación para una enfermedad, y refieren por extenso sueños y decisiones tomadas a partir de los mismos. El texto resulta de enorme interés por la profundidad y la intensidad de la introspección autobiográfica que efectúa Arístides. Como atractivos secundarios cabe citar las múltiples referencias al mundo de la vigilia, de donde brota un fresco de la clase alta de Asia Menor en el siglo II, y el entronque con la literatura de la oniromancia, en especial con La interpretación de los sueños, de Artemidoro (publicada también en Biblioteca Clásica Gredos).
Esquilo fijó los postulados del teatro occidental, cuyas múltiples evoluciones parten, en último término, de él. El presente volumen constituye la primera edición integral que se presenta en castellano con los fragmentos conocidos de Esquilo. Tras una accesible introducción a la obra fragmentaria, la exhaustiva recopilación de noticias que sigue, confeccionada a partir de testimonios procedentes de la Antigüedad, informa acerca del origen, la vida, la actividad dramática y el arte escénico de Esquilo, entre otros aspectos. A ello se añaden los fragmentos, más o menos extensos, localizables de sus obras conocidas, y el análisis de los mismos, que admite, en la mayoría de las ocasiones, una reconstrucción bastante aproximada del argumento de cada composición. El libro se completa con otros fragmentos teatrales de ubicación dudosa e incluso algunos pertenecientes a creaciones no dramáticas (elegías y epigramas). Poco sabemos de Esquilo. Nació en Eleusis, cerca de Atenas, en el 525 a.C. Luchó contra los persas en Maratón, en Salamina, y quizás también en Platea: cuando escribió sobre la guerra, lo hizo como persona conocedora de su gloria y su miseria. Vivió el momento fundacional de la segunda democracia de Atenas, la de Clístenes, que tras la agresión persa resurgía más avanzada que la de Solón, y en la que se forjaba un nuevo orden divino y humano, en un proceso que culminaría en la Atenas de Pericles. Murió en Gela (Sicilia) en 456 a.C. Escribió tragedias, las puso en escena y actuó en ellas. Fijó los postulados del teatro occidental, cuyas múltiples evoluciones parten, en último término, de él.
Tanto para expertos como para novicios, el nombre «Euclides» se ha convertido en sinónimo de geometría. Euclides estableció lo que se convertiría en la forma clásica de una proposición matemática: un enunciado deducido lógicamente a partir de unos principios previamente aceptados. En el caso de los Elementos, los principios que se toman como punto de partida son veintitrés definiciones, cinco postulados y cinco axiomas o nociones comunes. El enorme magisterio de los Elementos se ha mantenido hasta hoy, pues buena parte de su contenido se sigue impartiendo en las escuelas; sin embargo, las aportaciones de la geometría moderna le han arrebatado la exclusividad: desde el siglo XIX se han definido geometrías consistentes, llamadas «no euclidianas», a partir de la supresión o modificación del quinto axioma, el de las paralelas. Sin embargo, la misma denominación de estas variantes contemporáneas indica que, tanto para expertos como para novicios, el nombre «Euclides» se ha convertido en sinónimo de geometría.
Desde Horacio ningún poeta latino había escrito un corpus tan sustancial de versos líricos: por eso se le ha llamado el Horacio cristiano. Fue enormemente popular en la Edad Media. Aurelio Prudencio Clemente (348-después de 405 d.C.) es un poeta latino cristiano, natural de la Hispania Tarraconense (el origen exacto es materia de controversia). Fue dos veces gobernador provincial y oficial de alto rango en la corte de Honorio, hasta que, a los cincuenta y siete años, se retiró de la vida pública para consagrarse a la composición de poesía devota. Su obra consiste en dos ciclos de poemas en metros líricos (uno de himnos para varios momentos del día, el otro de himnos de alabanza a los mártires, todos ellos de Occidente y en gran parte hispanos), dos poemas didácticos sobre la doctrina de la Trinidad y sobre el origen del mal, varias descripciones de escenas bíblicas y la famosa Psychomachia, poema alegórico que representa el combate por el alma humana entre las virtudes y los vicios. Prudencio adopta las formas clásicas en el lenguaje, la métrica y las figuras retóricas, pero el contenido y los personajes son por completo cristianos. Introduce en la poesía latina una línea de pensamiento alegorizante proveniente de la interpretación cristiana del Antiguo Testamento. Su estilo, abundante en imágenes y figuras retóricas, infundió vigor a un lenguaje que trataba por vez primera la virtud heroica de los mártires.
Construida con elementos heterogéneos (relato histórico, relaciones epistolares fingidas, cuentos fabulosos, etc.), es una obra miscelánea, a medio camino entre la biografía y el género novelesco, que gozó de gran éxito en la Antigüedad tardía y hasta bien entrada la Edad Media. La extraordinaria empresa conquistadora de Alejandro Magno se convirtió pronto en fuente inagotable de todo tipo de narraciones. Fruto de esa rica tradición literaria surge esta Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia, compuesta a comienzos del siglo III d.C., en la época del reinado de los últimos Ptolomeos por un autor desconocido, posiblemente de origen egipcio y al que ahora conocemos como Pseudo Calístenes. Construida a base de elementos heterogéneos (relato histórico, relaciones epistolares fingidas, cuentos fabulosos, etc.), es una obra miscelánea, a medio camino entre la biografía y el género novelesco, que gozó de gran éxito en la Antigüedad tardía y hasta bien entrada la Edad Media. Tal vez fuera ello debido a su espontánea combinación de elementos maravillosos y relato histórico, a través de la cual la base biográfica real adquiere tintes legendarios: Alejandro aparece como el último héroe griego, destinado a convertirse en monarca de un inmenso imperio, que asciende a los cielos en un carro tirado por grifos, se sumerge en el fondo del océano en una bola de cristal y perece envenenado en la misteriosa Babilonia, en plena gloria y juventud.
En el siglo XIX se destacó la actitud escéptica y racionalista de Eurípides frente a la religión tradicional; en el XX se ha hecho hincapié en su tratamiento de las fuerzas irracionales que puede liberar el corazón humano. Fenicias es la tragedia más larga de Eurípides y una de las más complejas por su abundancia de personajes y situaciones. Ambientada en Tebas, se centra en la lucha por el poder entre los hermanos Eteocles y Polinices tras la caída de su padre Edipo. Eurípides, con su continuo afán innovador, aborda aquí las conocidas vicisitudes del mito tebano (desde el matrimonio de Edipo y Yocasta hasta el enfrentamiento entre Antígona y Creonte), pero rompe con la tradición y adapta los acontecimientos y los personajes a su conveniencia para ofrecer una obra sorprendente. En Orestes, el protagonista enloquece tras dar muerte a su madre Clitemnestra, asesina de su esposo Agamenón. Electra tiene cuidado de él mientras ambos están a punto de ser juzgados por los ciudadanos de Argos con el cargo de matricidio. Solicitan en vano la ayuda de Menelao, hermano de Agamenón, y tratarán de obligarle mediante el rapto de su esposa Helena. Sólo la intervención de Apolo logrará introducir un desenlace. Al igual que hiciera en Electra, Eurípides da a sus personajes un tratamiento realista y humano que les aleja de sus orígenes arquetípicos, lo cual debió de asombrar al público ateniense. En Ifigenia en Áulide aparece Agamenón en el trance de tener que sacrificar a su hija Ifigenia en la población del título para propiciar el éxito de la expedición griega a Troya. Trata de salvarla mediante argucias, a las que se opone su hermano Menelao. Marcada por la violencia, esta tragedia ha sugerido a muchos espectadores una denuncia contra la locura de la guerra, en la que una joven inocente debe morir por una profecía en la que pocos creen. Bacantes trata la introducción en Grecia del culto a Dionisio, una religión muy distinta de la tradicional olímpica. Dioniso llega a Tebas y enloquece a las mujeres, que celebran sus ritos en el monte Citerón. Desgracias terribles caen sobre los que se oponen a su divinidad. Bacantes, con su acción feroz y los éxtasis de sus odas corales, es el mejor reflejo del espíritu dionisíaco en toda la literatura, y la única tragedia ática conocida que tiene a un dios como protagonista.
El orador y filósofo griego Dión de Prusa (o Crisóstomo) predicó una doctrina de moderación y contentamiento en sus viajes por toda Grecia y Asia Menor. Filóstrato incluye a Dión de Prusa (también llamado Dión Crisóstomo, «boca de oro») en el movimiento de la sofística, aunque aclara que por su personalidad y por su obra rebasa las categorías angostas. En efecto, este orador, filósofo e historiador griego del siglo I d.C., nacido en la pequeña ciudad de Prusa, en la provincia romana de Bitinia (noroeste de la actual Turquía), pronunció discursos en varias situaciones de las que atraían a los sofistas, y algunas de sus ochenta piezas oratorias conservadas son inequívocamente de lucimiento y exhibición retórica, sobre asuntos triviales ajenos a las grandes cuestiones del pensamiento. Incluso uno de sus discursos, Contra los filósofos, justifica la expulsión de los filósofos de Roma e insta al destierro de los seguidores de Sócrates y Zenón. Sin embargo, otra vertiente de sus discursos responde a los planteamientos de las filosofías cínica y estoica concernientes a la ética y, en general, al modo de vivir: una sencillez integrada en la naturaleza. También abordó temas de política. En esta faceta seria de su producción trató temas como la esclavitud y la libertad, el vicio y la virtud, la libertad, la esclavitud, la riqueza, la avaricia, la guerra, las hostilidad y la paz, el buen gobierno y otras cuestiones morales. El emperador Domiciano le expulsó de Roma (donde residió una temporada) y de Italia a raíz de una relación con conspiradores, lo que propició que Dión viajara por el Imperio, con una modestia y una pobreza extremas. El nuevo emperador, Nerva, revocó el castigo, y Dión trabó amistad con el sucesor de éste, Trajano, al que dirigió más de un discurso encomiástico, y quien se dice que le llevó en su carro en su triunfo dacio. Dión pasó los últimos años de su vida en su Prusa natal, donde participó activamente en la política.