Este volumen incluye los discursos de Libanio dirigidos o referidos al emperador Juliano (el Apóstata para los cristianos), cuya política de restauración pagana respaldaba plenamente. Libanio (314-h. 393 d.C.), retórico y sofista griego nacido en Antioquía (Siria), es un claro exponente de la posibilidades de ascensión social que abría el hecho de destacarse literariamente en el siglo IV. Estudió en Atenas y ejerció la enseñanza de la retórica en Constantinopla y en Nicomedia (Bitinia, actual Turquía). En el 354 obtuvo una cátedra de retórica en su ciudad natal, donde permaneció el resto de su vida. De formación y creencias paganas, tuvo sin embargo a varios cristianos destacados como alumnos: Juan Crisóstomo, Basilio el Grande, Gregorio Nacianceno… Libanio disimuló sus sentimientos paganos durante los reinados de Constante y Constancio, y los pudo liberar en el periodo de Juliano (llamado el Apóstata por los cristianos, debido a su retorno a los cultos y las prácticas del paganismo); a pesar de ello, pudo ganarse el favor de los emperadores cristianos posteriores Valente y Teodosio: este último llegó a nombrarle prefecto honorario. En los discursos incluidos en este volumen se manifiesta el entusiasmo pagano de Libanio por el emperador Juliano y su política de recuperación cultual y de templos; algunos tratan de congraciar a sus conciudadanos antioqueños con el emperador, tras una crisis política motivada por un levantamiento insurgente. La Monodia a Juliano y el Epitafio a Juliano, el más extenso de sus discursos, expresan el pesar de Libanio por la frustración del proyecto de restauración pagana julianeo.
Este hito histórico de la filología clásica, la traducción íntegra de los Tratados hipocráticos, es una ocasión única no sólo para los interesados en el nacimiento y la evolución de la ciencia médica, sino para cualquier amante de la cultura griega. El Corpus Hippocraticum es un conjunto de más de cincuenta tratados médicos de enorme importancia, pues constituyen los textos fundacionales de la ciencia médica europea y forman la primera biblioteca científica de Occidente. Casi todos se remontan a finales del siglo V y comienzos del IV a.C., la época en que vivieron Hipócrates y sus discípulos directos. No sabemos cuántos de estos escritos son del «Padre de la Medicina», pero todos muestran una orientación coherente e ilustrada, racional y profesional, que bien puede deberse al maestro de Cos. Más importante que la debatida cuestión de la autoría es comprender el alcance de esta medicina, su empeño humanitario y su afán metódico. Este corpus resulta esencial no sólo para la historia de la ciencia médica, sino para el conocimiento cabal de la cultura griega. Éste es el primer intento de verter al castellano todos estos tratados, y se ha hecho con el mayor rigor filológico: se ha partido de las ediciones más recientes y contrastadas de los textos griegos, se han anotado las versiones a fin de aclarar cualquier dificultad científica o lingüística y se han añadido introducciones a cada uno de los tratados, con lo cual se incorpora una explicación pormenorizada a la Introducción General, que sitúa el conjunto de los escritos en su contexto histórico. El tercer volumen de los Tratados hipocráticos incluye los textos «Sobre la dieta», «Sobre las afecciones», «Apéndice a „Sobre la dieta en las enfermedades agudas“», «Sobre el uso de los líquidos» y «Sobre el alimento».
Se reúnen aquí algunos de los exponentes de la novela helenística, origen del más moderno y popular de los géneros literarios occidentales. He aquí algunas de las la novelas griegas que nos han llegado, las cuales fundaron el género más moderno y popular de la literatura europea. El lector podrá completar el conocimiento de estos albores helenísticos del género con el volumen dedicado a Caritón de Afrodisias ( Quéreas y Calírroe) y a Heliodoro ( Etiópicas), en esta misma colección. Entre las cinco novelas griegas conservadas, Dafnis y Cloe, de Longo, es la única que no contiene ningún viaje por tierras exóticas, pues la pareja de amantes vive su idilio adolescente en la isla de Lesbos. Un marco bucólico para un amor juvenil: Dafnis y Cloe juegan a ser amantes sin llegar a la conclusión de su anhelo hasta después de una feliz boda, en un marco pastoril donde suena la flauta y las estaciones colorean el ameno paisaje. Longo, buen conocedor de Teócrito y la tradición poética anterior, relata la historia con un estilo singular, sencillo y afectado a la vez. Esta novela ha sido muy apreciada, sobre todo en los siglos XVIII y XIX. Goethe comparaba a Longo con Virgilio y decía leerlo cada año; varios pintores y músicos se han inspirado en esta historia para sus composiciones. Leucipa y Clitofonte, de Aquiles Tacio, de finales del siglo II, es una obra escrita cuando la novelística griega ha consolidado ya sus rasgos genéricos, puesto que usa sus convenciones con gran soltura, e incluso se permite algunos tratamientos irónicos. El argumento se torna más complejo y acentúa la tendencia folletinesca de la novela griega, los protagonistas se aburguesan, las digresiones (descripciones e historietas intercaladas) se multiplican. El volumen se cierra con los fragmentos conservados de otra novela, las Babilónicas de Jámblico, que va acompañada de un resumen argumental posterior.
Freud se interesó vivamente por la Interpretación, el tratado de oniromancia más célebre del legado griego, y halló en él el germen algunas de sus ideas. He aquí el más famoso manual de oniromancia del legado griego. Artemidoro de Éfeso, o de Daldis, experto en el oficio de interpretar los sueños, compuso este tratado completo y bien estructurado que fue un útil libro de consulta en lo concerniente a tales asuntos. La oniromancia, con sus aspiraciones científicas, venía de lejos: ya la menciona Homero, y hubo sacerdotes que rastreaban en los ensueños signos enviados por los dioses, antes de que médicos hipocráticos y filósofos como el propio Aristóteles se interesaran por la cuestión interpretativa. Artemidoro, en el siglo II d.C., es heredero de tal tradición, y la combina con su práctica personal en este tratado –Oneirocritica–, en la que asienta los principios de su doctrina con innumerables y pintorescos ejemplos extraídos de su experiencia profesional.
Por el rigor y el carácter sistemático de sus exposiciones, Clemente de Alejandría es considerado uno de los iniciadores de la elaboración científica de la teología. Clemente de Alejandría vivió a caballo de los siglos II y III. Nacido en Atenas, ocupó la cátedra de la escuela catequística de Alejandría hasta que hubo de huir a Capadocia a raíz de las persecuciones de Septimio Severo. Hombre de vasta erudición, se propuso en su obra demostrar que el saber helénico y la doctrina cristiana podían y debían armonizarse. Versado en las filosofías platónica, pitagórica, estoica y epicúrea, así como en sus varias reformulaciones, argumentó e ilustró su convicción de que, esencialmente, conducían a la salvación cristiana, con su corolario de conocimiento verdadero, la teología. La tesis del presente tratado es que el verdadero Pedagogo es el Logos, y ese Logos está encarnado en Jesucristo. Esta brillante síntesis de pensamiento griego y fe cristiana tiene su complemento en el Protréptico (publicado también en Biblioteca Clásica Gredos), donde Clemente entra en polémica con las creencias y las prácticas del mundo antiguo.
El presente volumen alberga dos obras de gran importancia en la tradición musicológica latina, en la que también se integran los tratados de san Agustín y Boecio publicados en la Biblioteca Clásica Gredos (números 359 y 377). En ellas, además, las cuestiones musicales se presentan, a través de la numerología, estrechamente vinculadas con otras más generales sobre el mundo y el hombre. Estas obras se incardinan en una larga tradición grecorromana que en ámbito latino tuvo ya en el siglo I a. C. dos representantes señeros y de gran influencia posterior: Varrón y Cicerón. En efecto, Sobre el día del nacimiento de Censorino es el tratado que, desde el punto de vista musicológico, recoge con toda probabilidad la tradición varroniana de forma más fiel. No menor es el interés del escrito anónimo conocido como Fragmento de Censorino, que, siguiendo la tradición, adjuntamos a la obra auténtica. Por su parte, la Disertación sobre «El sueño de Escipión» de Favonio Eulogio, al igual que el Comentario al Sueño de Escipión de Macrobio, es producto del auge experimentado en el siglo IV por las doctrinas pitagóricas y neoplatónicas y del consiguiente interés por el celebérrimo pasaje del De republica ciceroniano.
San Agustín es una de las personalidades más fascinantes y complejas de la historia del cristianismo. Una de sus más importantes obras es, sin duda, La ciudad de Dios, redactada en los años de la toma de Roma a manos de los visigodos. En ella se establece por vez primera la idea del paralelo entre Estado divino y Estado terrenal, de gran influencia histórica en la política y las leyes de la historia occidental. Este volumen, que incluye los libros XVI-XXII, cierra la publicación íntegra de esta obra, culminando así la labor de R. M.ª Marina Sáez con una espléndida traducción exhaustivamente anotada. En esta última parte, Agustín de Hipona recurre a la historia bíblica para explicar la evolución entre la ciudad de Dios y la terrenal; y a continuación recapitula todo lo dicho en la obra antes acometer por último las finalidades de ambas ciudades: el juicio final, el infierno y el cielo.