Название | El teatro de la mente |
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Автор произведения | Bruno Estañol |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786078564545 |
Distingue a la literatura weird de la literatura de terror porque ésta “trasciende la escalofriante emoción del horror y logra algo semejante a la emoción ante lo sagrado y numinoso”. Menciona a Macbeth (verdadera obra de lo siniestro y extraño, como lo demuestra Thomas de Quincey en su ensayo: “Knocking at the Gate in Macbeth” y también incluye en este género a Algernon Blackwood, Arthur Machen, Lord Dunsany y Lovecraft. También habría que mencionar a Jan Potocky, Nicolai Gogol y a Dostoievsky. No estaría de más mencionar el Vathek de William Beckford. Los Rubaiyat de Omar Khayyam son versos sobre un día feliz para vencer a la muerte. Juan Rulfo, Salvador Elizondo y Francisco Tario son escritores de lo extraño. Pedro Páramo no es un libro de aparecidos ni Farabeuf sobre la exquisita tortura de los chinos. De hecho no sabemos de qué tratan estos libros. Acaso Pedro Páramo es un intento de Rulfo por hablar con sus parientes difuntos, y particularmente con su padre muerto en circunstancias terribles. Lo inquietante no sólo ocurre en la narrativa sino también en la poesía, en el teatro, en el ensayo, en la filosofía y también en la teología y la religión. No sólo la teología es una rama de la literatura fantástica.
Una biografía es una vida completa, aunque no redonda, porque nadie termina lo que quiere hacer en la vida, ni nadie al morir sabe si su vida valió la pena. Este carácter aparentemente terminado de la biografía la hace de gran interés humano. Todas las autobiografías son falsas. A veces falseadas deliberadamente, otras con recuerdos falseados; las más, formas del autoengaño. La elección de un proyecto vital artístico, como la literatura de ficción y, en particular, la literatura de lo siniestro, probablemente surja en la infancia como otros proyectos vitales de los cuales no somos concientes.
El autobiógrafo, en lugar de hablar de sí mismo, se dedica a hablar mal de los otros y los contrasta con su propia visión del mundo; evidentemente mejor y más clara. Los diarios son sinceros y, la mayoría aburridos, por la prolijidad de lo real, Borges dixit.
Ahora sabemos que Borges tenía razón: hay individuos que pueden recordar su vida entera, día a día. A esta memoria autobiográfica se le ha llamado memoria episódica o de hechos, está cargada de emociones. De hecho recordamos en nuestra vida aquello que nos ha conmovido y que, casi siempre, quisiéramos olvidar. También existe una memoria de conceptos, de ideas: esta memoria se ha llamado memoria semántica. Tal vez las llamadas biografías intelectuales, como las intentadas, magistralmente y sin afectaciones, por Bertrand Russell, sean las más interesantes porque muestran la progresión o la disolución de la mente y de las ideas de un individuo a lo largo de una vida, y la confrontación de sus propias ideas con las de otros. Sapere aude fue el lema que utilizó Leonardo Da Vinci para el Renacimiento. Sapere aude, atrévete a pensar. En su ensayo sobre la Ilustración, Kant dijo que sapere aude significaba en realidad “atrévete a pensar por ti mismo”. Casi nunca nos atrevemos a pensar. Por eso Nietzsche, filósofo extraño por excelencia preguntó: ¿Cuánta verdad puede soportar un hombre?
El psicoanálisis nos ha enseñado que en todo tipo de lectura existe la identificación con el héroe. Esta identificación ya está en Gilgamesh y en los viajes imaginarios de Ulises y de Simbad el marino, El asno de oro de Apuleyo, en Don Quijote de La Mancha y en numerosos pasajes de la Biblia, como en el enigmático viaje de Jonás, en los libros para niños y es la base de los mitos; está en la profunda raíz de la literatura: toda vida es un viaje... sin retorno. Al final uno tiene que morir.
Esta proyección del inconsciente del lector que se identifica con ciertos personajes, y de esa forma, con el inconsciente del autor es una forma muy importante de lectura. Sin la empatía con el personaje es imposible leer un libro, en las primeras páginas el lector lo tirará al cesto de la basura. Como se ha dicho, Aristóteles veía a la tragedia como una catarsis; la identificación con el héroe trágico, es decir, con el reconocimiento de que a uno mismo le pueden pasar los mismos hechos horribles que a los protagonistas encaramados sobre los coturnos y las caras tapadas con máscaras, le permite purgar en gran parte los sentimientos negativos y la tragedia inevitable de toda existencia: la muerte de los seres queridos, la enfermedad, la separación, la miseria, a través del horror y la piedad por la vida del héroe. No obstante, el héroe es castigado por su orgullo, la hubris griega, cuyo personaje emblemático es Edipo, rey de Tebas. La literatura moderna ha reconocido que el héroe no existe aunque es la base de los mitos que nos sostienen, y declara que el hombre se encamina directamente a su desgracia. Los primeros que reconocieron esta terrible realidad fueron los escritores de lo heterodoxo, lo inminente, lo extraño y lo inquietante.
Fernando Pessoa, tengo varios genios en mí
Fernando Pessoa es el único escritor que ha tenido varios genios en uno, Genius.
Harold Bloom
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Autopsicografía
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que hasta finge que es dolor
El dolor que de veras siente.
Y quienes leen lo que escribe,
Sienten, en el dolor leído
No los dos que él poeta vive
Sino aquel que no han tenido.
Y así va por su camino,
Distrayendo a la razón,
Ese tren sin real destino
Que se llama el corazón.
Fernando Pessoa
Versión de Santiago Kovadloff
Fernando Pessoa: El poeta es un fingidor
“Autopsicografía” es uno de los poemas más intensos de Pessoa. En él revela la verdadera naturaleza de su yo poético múltiple y versátil y sus egos imaginarios, verdaderos y desnudos. También, la verdadera fuerza de su creación. El escritor es un ser que se siente atrapado en su Yo o en su identidad: su nombre, su idioma, su nacionalidad, su lugar de nacimiento, su memoria, sus manías, sus defectos, sus vicios, sus talentos, su historia personal familiar y cultural. Este encerramiento claustrofóbico de la identidad está en el origen de la ficción de Borges, Cortázar, Poe, Pessoa, en los ensayos de Michel de Montaigne, y acaso en el origen de toda la ficción y de toda la literatura. El escritor de ficción es el ser que pretende ponerse en el lugar del Otro y narrar como el Otro y desde la desencantada o encantada orilla del Otro. Puede ponerse en el lugar del asesino, como Edgar Allan Poe o Robert Louis Stevenson, o en el lugar del loco, como Nicolai Gógol, o en el de un borracho fracasado, como Cortázar, en el de un joven o un viejo, en el de un niño o un adolescente, en el de un soldado o un cura, de un médico o de una prostituta, o simplemente ser un impostor. Se pone en el lugar del Otro sin juzgarlo o condenarlo y sin asumir ninguna culpa. No se confiesa ante Dios sino ante sí mismo. “El poeta es un fingidor”. Este fingimiento, no obstante, no es un acto deliberado o racional de enmascaramiento, sino algo que se impone desde algún lugar profundo de su psique. El poeta es un fingidor, no un impostor. “Y así va por su camino / Distrayendo a la razón / Ese tren sin real destino / Que se llama corazón”. Así, paradójicamente, el fingidor tiene la necesidad de fingir, pero no sabe por qué. Muchas veces finge y no se da cuenta. Describe la vida como el fingidor cree que fue o pudo haber sido. Puede amar o tal vez odiar al personaje creado, pero en general se nota la empatía hasta a sus más detestables personajes. En otras palabras, el fingidor asume verdaderamente la visión del mundo del Otro.
En el cerebro existen “neuronas en espejo” que se activan con los movimientos corporales del otro y previsiblemente nos permiten conocer, a través de las expresiones faciales, los sentimientos y deseos y acaso hasta los pensamientos del otro. Se supone que es la base biológica de la empatía.
Además, es necesario esforzarse para comprender por qué