Nuevas voces de política exterior. Cristóbal Bywaters C.

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Название Nuevas voces de política exterior
Автор произведения Cristóbal Bywaters C.
Жанр Социология
Серия
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9789562892292



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de la sociedad internacional y aporten a la generación de condiciones para el desarrollo. El establecimiento de una hoja de ruta que vincule los derechos humanos y el derecho internacional es una tarea necesaria en el nuevo ciclo político del país.72

      Impulsar una política exterior feminista e inclusiva

      Una política exterior progresista es, por definición, una política exterior feminista e inclusiva.73 En un mundo donde predominan los valores liberales respecto a la relación entre las mujeres y el Estado, aquellos países que sean audaces en la implementación y conducción de una política exterior feminista, en base a una diplomacia también feminista, serán aquellos que influirán consistentemente en la generación de nuevas normas, estándares y políticas a nivel internacional. Para ello, es imperativa la generación de una masa crítica, así como de líderes y lideresas capaces de llevar adelante estos cambios.

      Ninguno de los grandes asuntos de la agenda internacional podrá resolverse de forma exitosa sin una visión inclusiva. El cambio climático, la pobreza y el hambre, las constantes crisis y restricciones económicas, e incluso las futuras pandemias que enfrentaremos, deben tener una aproximación de este tipo. Por ello, el establecimiento de una política exterior feminista e inclusiva, así como el efectivo establecimiento del principio de transversalización de género en todas sus dimensiones, constituye un componente medular del nuevo ciclo de la política exterior.

      Convertir a Chile en una “potencia turquesa”

      Chile debe aspirar a convertirse en una potencia turquesa; es decir, en un líder internacional en la lucha contra el cambio climático, tanto en sus componentes ambientales tradicionales (verde) como en el cuidado del océano (azul).74 Para un país altamente vulnerable a los efectos del cambio climático, la protección del medio ambiente constituye un nicho diplomático en el que puede cultivar una reputación y mejorar su estatus internacional. Ello implicará redefinir nuestras prioridades y objetivos de política exterior con un claro foco en el desarrollo sustentable, sostenible e inclusivo, así como en el medio ambiente, las comunidades, las personas y la forma en que interactúan. En acción colaborativa con actores estatales y no estatales del Sur Global, una política exterior turquesa debe poner su foco de atención en la preservación de la zona austral de América del Sur como un bien público regional de proyección global.

      El posicionamiento de Chile como una potencia turquesa requiere de decisión y voluntad política robusta, pero también del involucramiento activo del conjunto de la sociedad. Son necesarios un enfoque integrador de políticas domésticas e iniciativas diplomáticas, y un esfuerzo colectivo en que converjan la sociedad civil, la comunidad científica, el sector público y el privado. Ello permitirá asegurar su continuidad en el tiempo, haciendo que descanse menos en los liderazgos personales circunstanciales y más en políticas y programas de mediano y largo aliento.

      Avanzar hacia una política exterior con identidad plurinacional

      Uno de los supuestos implícitos sobre los cuales descansan las políticas exteriores es el de la unidad cultural del Estado-nación. Este enfoque excluye mañosamente la diversidad cultural al interior de las unidades territoriales prioritarias del sistema. Ese modelo, por cierto, no da oportunidad ni cabida al reclamo histórico de las naciones que conviven y enriquecen el Estado.

      Un nuevo proyecto progresista de política exterior no solo debe potenciar la visibilidad de las diferencias étnico-nacionales, sino también debe adoptar como parte de su identidad el reconocimiento a la autodeterminación de los pueblos indígenas.75 Esta desafiante tarea plantea, asimismo, un igualmente desafiante instrumento: el establecimiento de una diplomacia indígena. Esta propuesta constituye un llamado de justicia y restitución histórica, en un país que durante décadas ha promovido una imagen-país homogenizadora y unitaria. Lejos de ello, Chile debe potenciar su riqueza cultural como parte esencial del nuevo ciclo político progresista.

      Una política exterior más democrática y participativa

      Tradicionalmente, las políticas exteriores han sido un espacio en el que se privilegia la eficiencia en la toma de decisiones por sobre la participación y control democrático.76 No obstante, el nuevo ciclo de la política exterior del país requiere superar este falso dilema y construir un marco institucional que permita contar con una política exterior que sea más eficiente y, al mismo tiempo, más democrática.77

      Ello implica, por un lado, fortalecer las instancias de participación de la sociedad civil en el Ministerio de Relaciones Exteriores, superando el actual enfoque unidireccional, por medio de su involucramiento activo en la planificación estratégica e implementación de la política exterior. Se trata de abrir más puntos de acceso al proceso de toma de decisiones, no de limitarlos. Asimismo, en el contexto del rediseño de las reglas básicas de la política exterior que tendrá lugar en la Convención Constitucional, será necesario también recalibrar las relaciones entre los poderes legislativo y ejecutivo en la conducción de las relaciones exteriores, de modo de atenuar la exacerbada autonomía estructural con la que cuenta este último por medio de contrapesos institucionales.

      Una diplomacia emprendedora

      Con la notable excepción de la política comercial y, en menor medida, la política de cooperación internacional, el ciclo extensivo de la política exterior, como es propio de una perspectiva de este tipo, se caracterizó por un enfoque generalista con un bajo nivel de especialización diplomática y una aproximación primariamente táctica a las relaciones exteriores. Si bien esta fórmula dio resultados, la persistencia en este modo de hacer las cosas ofrece, no obstante, perspectivas limitadas si se pretende apostar por un proyecto internacional que supere al anterior.

      Prueba de ello es el poco auspicioso destino que ha tenido la pretensión de convertir al país en un “puente” entre América Latina y el Asia Pacífico. Esta ha sido, con seguridad, la idea estratégica más ambiciosa desde el retorno a la democracia. La política comercial y, más recientemente, la política internacional de la defensa, han dado algunos pasos en este sentido. Si bien Chile ha logrado acumular capital social suficiente para posicionarse como un bróker entre ambas regiones,78 los esfuerzos realizados no han estado a la altura de la visión en cuestión, privilegiándose una aproximación de bajo perfil y primariamente táctica, en lugar de estratégica.79 Más allá de las buenas intenciones, se ha carecido de los medios necesarios para embarcar al conjunto del Estado, al sector privado y la sociedad en este ambicioso proyecto, así como para generar las condiciones materiales y diplomáticas necesarias para su desarrollo en el largo plazo. En la medida que los países de la Cuenca del Pacífico profundicen su integración, la diplomacia nacional encontrará cada vez menos oportunidades para ejercer el rol de “puente” birregional.80 A fin de hacer efectiva esta visión, se requiere de una gran estrategia país.81

      Dada la escala de los objetivos a los que debería aspirar un nuevo ciclo de la política exterior, es preciso superar el enfoque extensivo y adoptar una diplomacia emprendedora.82 Como ya se ha mencionado, esta aproximación de tipo intensivo apuesta por una alta especialización en áreas diplomáticas clave, un enfoque integrador de políticas a nivel doméstico (whole-of-government), la capacidad de innovación e iniciativa diplomática, y la construcción de coaliciones internacionales ad-hoc.83 Se trata de un esquema opuesto al laissez faire por cuanto el Estado pasa, a tener un rol estratégico activo, al identificar y seleccionar áreas temáticas (o geográficas) en las que posee intereses estratégicos (más allá de lo territorial) y movilizar recursos políticos, técnicos y financieros para la consecución de dichos intereses.

      La racionalidad que subyace a la idea de una diplomacia emprendedora es que, ante la carencia de capacidades de poder duro que distingue a las grandes potencias, los países pequeños y medianos pueden ejercer influencia en su medio externo por medio de la concentración de sus actividades diplomáticas en ámbitos de acción alternativos que contribuyan a la buena gobernanza de la sociedad internacional. La focalización de recursos en áreas específicas permite a estos países compensar su debilidad en otras áreas. En este sentido, lejos de ser una condena a la irrelevancia, nuestra condición de país pequeño o mediano ofrece posibilidades que, de ser abordadas con la visión e instrumentos adecuados, contribuirán a la generación de condiciones para una mayor autonomía