Para una crítica del neoliberalismo. Rodrigo Castro

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Название Para una crítica del neoliberalismo
Автор произведения Rodrigo Castro
Жанр Социология
Серия Fuera de serie
Издательство Социология
Год выпуска 0
isbn 9788483812716



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poder, empezando por el acreedor, y los que no lo tienen (2013: 87). Para el capitalismo, el intercambio, que es el fundamento de la economía mercantil y de los flujos de poder adquisitivo, es, según Deleuze, algo secundario porque el flujo de poder adquisitivo está subordinado a los flujos de financiación. Solo el capitalismo financiero está en condiciones de disponer completamente del tiempo de los hombres y, en consecuencia, de dirigirlos (Lazzarato, 2013: 95-96).

      En la línea de este análisis no economicista de la economía, Foucault, que toma de Nietzsche su concepto de poder, reconoce en su curso del Collège de France del 70-71, Lecciones sobre la voluntad de saber, que la moneda no tiene un origen mercantil. Inicialmente, la moneda no se crea para representar valores de cambio y utilidades en el intercambio entre iguales, sino que se deriva del poder sobre la deuda y la propiedad (Lazzarato, 2013: 91). Para Foucault, la mensuración y la institución de la moneda está unida, en realidad, al endeudamiento campesino. Todo aquello que está en la base de la moneda, la medida, la evaluación o la estimación remite a una cuestión de poder, pues solo quien tiene poder puede ser el medidor o el mensurador de la ciudad y de sus elementos: tierras, riquezas, derechos, poderes y hombres (2013: 92-93).

      Lazzarato (2015a: 78) utiliza al Nietzsche de La genealogía de la moral para pensar la historia de la deuda, y, en concreto, para explicar el tránsito de la deuda finita de las sociedades precapitalistas a la infinita del capitalismo. Las sociedades arcaicas solo conocen la «deuda finita y móvil», la que es reembolsable y eliminable. Con la llegada de los grandes imperios y de las religiones monoteístas nace la deuda infinita, inagotable, impagable o de por vida. En un principio, la deuda infinita se contrae, bien con la divinidad cristiana, bien con la sociedad o el Estado moderno, esto es, con acreedores infinitos. De acuerdo con Nietzsche, Lazzarato considera que la deuda infinita es en el fondo una invención del cristianismo. Se trata además de una deuda que el sujeto interioriza y que produce en él sentimientos de culpa por no poder satisfacerla.

      El capitalismo financiero impone la deuda infinita. Pues, cuando la deuda o la moneda de crédito se convierte en la clave de la valorización del capital, «el reembolso jamás podrá realizarse, so pena de extinción de la relación capitalista»: «al ser el crédito el motor de la producción social, debe reembolsarse en forma sistemática, pero renovarse inmediata y necesariamente, y así al infinito» (2015a: 89). La relación entre acreedor y deudor no se puede saldar nunca porque es tanto una relación de explotación económica como política. Si se saldaran las deudas ya no habría diferencial de poder, asimetría, entre las fuerzas superiores e inferiores y desaparecería el capital. Lazzarato sostiene también que esta relación de dominación basada en la deuda no se rompe con un acto de pago, sino con un acto político de rechazo a pagar, a reembolsar; acción política que, como abordaremos en el último apartado, está unida al rechazo del trabajo.

      Según Nietzsche (1990: 104), «la inextinguibilidad de la culpa», o de la deuda contraída por el primer hombre (el pecado original), engendra al mismo tiempo «la inextinguibilidad de la expiación», la imposibilidad de su rescate (Lazzarato, 2015a: 88). No obstante, el cristianismo —prosigue Nietzsche (1990: 105)— se inventa un «paradójico y espantoso recurso» para salir del atolladero: de pronto, el Dios del cristianismo, el acreedor, se sacrifica por amor para pagar la deuda eterna e infinita contraída por la creatura. El cristianismo enseña que la única manera que tiene el hombre de saldar la deuda consiste en una acción de gracia, de amor desinteresado. Esta ruptura es la propia del acontecimiento. En contraste con los análisis pasados de Nietzsche y contemporáneos de Lazzarato, Žižek reconoce que el mismo cristianismo, que en esto demuestra su complejidad, proporciona un antídoto contra la deuda infinita y, por lo tanto, nos dice cómo combatir en la actualidad la subjetividad neoliberal. La gracia, el amor sin explicación ni contraprestación, rompe completamente con la lógica de la deuda, basada en lo mensurable, calculable e intercambiable. Žižek (2001, p. 169) piensa que el secreto último del cristianismo es el amor puro, sin contraprestaciones, sin estar atado por la cadena de los méritos u obligaciones. Por este motivo, el filósofo esloveno (2014b, p. 177) sostiene, en una línea opuesta a la nietzscheana, que la «médula subversiva de la auténtica experiencia religiosa», la cual difiere radicalmente de las instituciones cristianas y capitalistas, apunta hacia «la fundación en la solidaridad de una nueva forma de vida social».

      Junto a Nietzsche, Marx es el otro filósofo imprescindible para comprender el funcionamiento de la deuda. Para Lazzarato (2013: 85), Marx desvela algo que el capitalismo suele disimular: que la moneda funciona de dos maneras, como ingreso y como capital. La moneda-ingreso es un medio para comprar bienes derivados de la producción capitalista. Esta moneda-intercambio reproduce las relaciones de poder ya establecidas, y por ello refuerza la división del trabajo y la asignación de las diversas funciones y papeles sociales, incluidos los de gobernante y gobernado. Como capital, la moneda es un medio de financiamiento o crédito. Esta moneda ya no reproduce el pasado, lo establecido, como la moneda-intercambio, sino que sirve para decidir el futuro. Además de condicionar la producción futura de mercancías, el flujo financiero influye decisivamente sobre las relaciones de poder y las medidas de explotación y sujeción futuras, y, en consecuencia, sobre la asignación de funciones y papeles. Se comprende así que la moneda-capital haya sido la principal arma de destrucción del fordismo y de creación del orden neoliberal.

      Cuando hablamos de producción, el autor de La fábrica del hombre endeudado vuelve a echar mano de El Anti-Edipo para explicar que el bien más preciado producido por el capitalismo neoliberal es la propia subjetividad del deudor. Con la creación de un hombre capaz de prometer, de ser garante o responsable de sí mismo ante el acreedor, se consigue que este sujeto se vuelva calculable y previsible. Por eso, la deuda permite calcular lo más incalculable, el futuro, lo que ha de suceder, y, como trataremos en el próximo apartado, se convierte en la pieza clave de las sociedades de control, cuyas técnicas de dominación tienen que ver sobre todo con el tiempo (Lazzarato, 2017: 97), mientras que las técnicas disciplinarias se relacionan con el espacio dentro del cual se ejercen. La deuda hace que el tiempo deje de estar abierto e indeterminado. El capitalismo neoliberal sabe que, si se logra objetivar y controlar el futuro a través de la deuda, será posible disponer del tiempo y reducir la incertidumbre, la indeterminación, todo aquello —la ruptura del statu quo y el triunfo de lo nuevo— que es característico del amenazador acontecimiento político.

      Para que seamos conscientes del grave atentado sobre la libertad que implica este control absoluto del tiempo, Lazzarato (2013: 54-55) acude a la crítica medieval de la usura. Según se puede leer en la obra La bolsa y la vida: economía y religión en la Edad Media de Jacques Le Goff, en aquellos tiempos se era plenamente consciente de que el préstamo con interés permitía apoderarse del tiempo del deudor. Se consideraba que el hombre que ganaba dinero con el dinero, el usurero, era un «ladrón de tiempo». Robaba algo, el tiempo y sobre todo los futuros contingentes, que solo era patrimonio de Dios. Desde luego, Lazzarato está convencido, en primer lugar, de que el tiempo es el objeto primordial de la expropiación y valorización del capitalismo neoliberal; y, en segundo lugar, de que la verdadera resistencia contra este poder exige combatir la subjetividad de un deudor, cuyo estilo de vida es el más adecuado para hacerse responsable de la deuda infinita.

      Las foucaultianas nociones de empresario de sí mismo y de capital humano deben entonces redefinirse a partir de la relación más desterritorializada y abstracta o general: la relación entre acreedor y deudor. Como se sabe, el mercado monetario es el más abstracto porque, en contraste con lo que sucede con el capitalismo industrial y comercial, la mercancía es siempre la misma: el dinero. Para llevar a cabo la tarea de comprender la economía de la deuda, Lazzarato vuelve a recomendar la lectura de Marx, tanto la de un texto de juventud como Crédito y Banca (1844) como el libro III de El Capital. En este último libro, el filósofo alemán expone que el dinero concedido por los banqueros a crédito constituye una riqueza futura. Esto significa, como ya sabemos, que la moneda-capital determina las decisiones más importantes sobre la producción y las relaciones de poder venideras (Lazzarato, 2013: 70).

      El primer texto es también importante porque el joven Marx advierte en él que lo decisivo del crédito no es la relación entre capital y trabajo, sino la relación moral de confianza entre acreedor y deudor (2013: 65-68). Ciertamente, lo único que favorece el obrar en condiciones de incertidumbre, cuando