Название | Para una crítica del neoliberalismo |
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Автор произведения | Rodrigo Castro |
Жанр | Социология |
Серия | Fuera de serie |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788483812716 |
El pueblo sin atributos de Wendy Brown nos parece una de las mejores aproximaciones al neoliberalismo desde una perspectiva foucaultiana. Además, la autora explica con gran convicción que allí donde triunfa el neoliberalismo ya no es posible la política. No obstante, este capítulo no está dedicado al pensamiento de la profesora de Berkeley. En las páginas siguientes nos centraremos en los escritos de Lazzarato sobre el neoliberalismo. Aun partiendo de cursos y conceptos foucaultianos, sobre todo del concepto de gubernamentalidad, Lazzarato los va, en algunos casos, a criticar y, en otros muchos, a completar con la ayuda de la filosofía de Deleuze y Guattari. Como los demás autores citados al principio de este capítulo, el autor de La fábrica del hombre endeudado es consciente de que el éxito del neoliberalismo supone el final de la verdadera acción política. Quizá lo más novedoso y radical del pensamiento de Lazzarato no se encuentre en los análisis que surgen a partir de la lectura del Nacimiento de la política, sino en la búsqueda de una salida a la gubernamentalidad neoliberal con la ayuda del arte y del pensamiento estético. Por eso, en este capítulo Duchamp adquiere tanta importancia como Foucault para explicar el ejercicio crítico de Lazzarato contra el neoliberalismo.
2. La crítica de Lazzarato a Foucault: los límites del ordoliberalismo para pensar el neoliberalismo
Lazzarato parte de las principales investigaciones que Foucault ha realizado sobre la gubernamentalidad liberal, esto es, sobre el control y gobierno de las poblaciones y los individuos. Estas investigaciones las encontramos sobre todo en los cursos Seguridad, territorio, población y Nacimiento de la biopolítica. Sin embargo, en lugar de poner todo el centro de la crítica de la subjetividad neoliberal en el empresario de sí mismo, lo ha hecho en el hombre endeudado. Para Lazzarato, el problema del curso sobre el Nacimiento de la biopolítica radica en dos cuestiones: «omite tomar en consideración las funciones de las finanzas, la deuda y la moneda» (2013: 104); y piensa erróneamente que existió «un liberalismo y técnicas liberales de gobierno en oposición o como alternativa a la estrategia del Estado» (2015a: 93).
Sí acierta Foucault, a juicio del autor de La fábrica del hombre endeudado, cuando describe las técnicas neoliberales para transformar al trabajador en capital humano, lo cual exige que este hombre se ocupe de su propia formación, acumulación y valorización como capital. Ahora bien, Foucault olvida añadir —y este sería el núcleo de la primera crítica— que todo ello tiene lugar dentro del marco de la economía de la deuda, como, sin embargo, sí dice claramente Deleuze (1990) en su «Post-scriptum sobre las sociedades de control»: el hombre ya no está encerrado, como en las sociedades disciplinarias, sino endeudado. No obstante, vuelvo a insistir que Lazzarato (2013: 123) asume la pertinencia del concepto foucaultiano de gubernamentalidad, pues considera que es más operativo que el gramsciano de hegemonía para explicar la economía de la deuda. A diferencia del concepto gramsciano, la gubernamentalidad sí permite comprender que las distintas relaciones de poder que imperan en el neoliberalismo, en el seno de empresas, partidos, administración de servicios, medios de comunicación, universidades, etc., son heterogéneas y responden a lógicas diferentes. Pero, según Lazzarato (2013: 123-125), ello no debe impedir apreciar la complementariedad de estas relaciones que responden al mismo enemigo y suponen una nueva expresión de la lucha de clases.
Para este autor, los déficits del análisis focaultiano del neoliberalismo son debidos en parte a que se contenta con el punto de vista de la economía social de mercado que proponen los ordoliberales; es decir, a que el filósofo francés se limita a tomar como referencia la versión industrial del neoliberalismo de posguerra. Sin embargo —anota Lazzarato (2013: 106)— a partir de los setenta ya se impone la lógica de la empresa financiarizada. El tránsito del ordoliberalismo al neoliberalismo implica ante todo el paso de la hegemonía del capital industrial a la del capital financiero (2015a: 109).
Los ordoliberales, que se encuentran vinculados al origen del Estado del bienestar, pretendían, comenta Lazzarato (2013: 107), desproletarizar la población mediante la concesión de ayudas para acceder a la propiedad y al accionariado de las empresas. Se trataba entonces de transformar al proletario en asalariado capitalista. La consigna era «todos propietarios, todos empresarios». Sin embargo, el neoliberalismo evoluciona en un sentido contrario, pues termina imponiendo una economía basada en la deuda y produciendo un sujeto que padece más que nunca la precariedad económica y existencial. Asistimos así al nacimiento de un nuevo y paradójico proletario, dado que se presenta como su propio patrón, que debe hacerse cargo de los riesgos que ni las empresas ni el Estado quieren asumir (2013: 108).
Foucault sí vio bien, añade Lazzarato (2013: 145), que el capitalismo neoliberal precisaba salvar la heterogeneidad que existía entre el homo juridicus y el homo economicus, entre el sujeto de los derechos y el de los intereses. Mientras el primero se integraba, como dicen las clásicas teorías contractuales, en la comunidad política a través de la renuncia de sus derechos naturales en favor del representante político, el segundo se integraba en un mercado donde cada individuo debía hacer valer sus intereses egoístas. Foucault sostenía que la heterogeneidad de estos dos procesos, el jurídico y el económico, pudo ser eliminada con la invención de lo social, esto es, con la introducción de los derechos sociales. Fue precisamente el Estado del bienestar quien se encargó de llevar a su máximo desarrollo estos derechos que son propios de la sociedad civil.
La deuda contraída por dicho Estado benefactor tras universalizar los derechos sociales es, según el Foucault analizado por Lazzarato, una técnica de control pastoral. Se trata de una técnica adecuada para conducir a los hombres colectiva e individualmente a lo largo de toda su vida y en cada momento de su existencia. Las políticas reformistas de redistribución de los ingresos y de acceso a los servicios y derechos sociales sirven de este modo para controlar la vida de los sujetos. Sin embargo, Lazzarato (2013: 147) sostiene que, desde la década de los noventa, ha quedado obsoleto este análisis del Nacimiento de la biopolítica, ya que hoy no es lo social lo que permite superar la heterogeneidad de aquellos dos procesos. En la actualidad triunfan políticas neoliberales de austeridad que restringen todos los derechos sociales y reducen al mínimo los servicios públicos administrados por el Welfare State. Lo social ha entrado en crisis como consecuencia de la producción del homo debitor.
En relación con su segunda crítica a Foucault, Lazzarato sigue a Deleuze y Guattari cuando afirma que el capitalismo jamás ha sido estrictamente liberal, que siempre ha sido capitalismo de Estado, pues la producción y el mercado necesitan en todo momento de la soberanía. Está claro que, si esto es así, si el Estado es «la otra e indispensable cara de la economía», ya no resulta posible afirmar la autonomía del Estado y de lo político (2015a: 135). En realidad, los liberales, en lugar de «representar la libertad de la sociedad y del mercado contra el Estado», lo que hicieron fue construir el Estado soberano que más convenía al capital (2015a: 95). Hoy, el neoliberalismo no hace más que culminar este proceso al perfeccionar la imbricación de soberanía y gubernamentalidad.
Lazzarato (2015a: 95) agrega que la crisis iniciada en 2007 invalida la tesis principal de los dos cursos citados de Foucault: la de que el liberalismo critica «la irracionalidad propia del exceso de gobierno» y aspira a «gobernar lo menos posible». Para Lazzarato (2013: 125), el análisis foucaultiano incurre en cierta ingenuidad cuando convierte la libertad de la propiedad privada y de los propietarios en condición del liberalismo y del gobierno mínimo1. El liberalismo de nuestros días muestra que, en lugar de limitar la soberanía estatal, prefiere multiplicar y centralizar las técnicas autoritarias de gobierno, rivalizando en ello con las políticas de los Estados totalitarios o planificadores (2015a: 96). Pero todo esto no es una novedad. Siempre ha sucedido así desde el nacimiento del liberalismo: «crisis, restricción de la democracia y las libertades liberales e instalación de regímenes más o menos autoritarios, según la intensidad de la lucha de clases que haya que