Encuarentenadas. Savka Pollak

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Название Encuarentenadas
Автор произведения Savka Pollak
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789569946950



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al baño sola era un lujo, ¡y este Huaso rico me invitaba a su parcela! Donde podría estar tranquila por algunas horas y nadie me diría mamá.

      Como soñar es gratis, pensé en avivar la tontera. Total, cero posibilidad de que algo resultara. O, a lo más, me llegaban unas naranjas extras para la Antonia de este Huaso cuico.

      −Daniela, vente, acá están los días preciosos. Estoy con un amigo, podemos comer algo rico y te devuelves al otro día.

      Empecé a pensarlo más en serio, ya tenía una persona con quien dejar a los niños y de verdad, ¡el trabajo a la cresta por veinticuatro horas! ¿Qué podría pasar?

      Para hacerme la buena, empecé con condiciones y confusiones.

      −Cristián, mira, iría con una amiga en todo caso. Nada de cosas raras. Yo conozco a tu ex, ¡imagínate la media cagada si sabe que me fui a tu parcela en plena cuarentena, yo sola! Es media psicópata y me va a agarrar mala. Mejor me voy a la segura, con chaperona y de verdad, esto súper claro, yo no tengo ningún interés en nadie. Que quede claro, pero bien, bien claro. −Reiteración anula la premisa.

      −Yo jamás te haría algo que no quisieras. −Ese era el problema, pensé, imaginando mis quejidos en plena noche−. Daniela, vente con tu amiga y hacemos un fogón con mi amigo que se muere de ganas de conocerte.

      −¿Y por qué? Quizás qué le hablaste de mí. Como sea, yo no estoy para aventuras. El último pinche me duró un par de semanas y me patió. Fue humillante, Cristián. −Y partí contándole la historia−. Fuimos a almorzar con mis hijos y le pedí que tuviera a la Antonia un segundo en brazos. Pataleaba como loca para soltarse, pero yo tenía que ir a “cazar” al José, que se creía explorador en plena selva. La Antonia, que su segundo nombre es estítica, de tanto moverse ¡se cagó! ¡Y con ruido!

      »Parecía que toda la gente del restaurante se calló para poner atención al sonido fuerte e intenso que salía del traste de la Antonia. ¡Justo en la rodilla del pololo! Comienzo la evaluación;

      »Manejo de crisis: Cero.

      »Color de piel: ¡Rojo encendido!

      »Mirada: desorbitada en busca de la mía, así como para dejar claro, frente a todos, que él no tenía parentesco directo con la cría.

      »Mientras, yo estaba simplemente derrotada. Tomé al José de la polera y recibí a la Antonia, que me la devuelve como si tuviera PCR positivo, influenza tipo B, lepra o fuera un desecho radiactivo.

      »Por si fuera poco, Alonso, el mayor de mis hijos y el más compasivo de todos, ¡me hizo la desconocida! Muy despacio me dijo que iba al baño. Sentí odio, rabia, soledad y toneladas de pena, pero como es habitual, lo disimulé.

      »Mi pololo estaba más preocupado del resto de los comensales que de animarme. Su expresión mezcla de cara de póker, cara de gil ¡y charlatán de la Fisa! −Me reí fuerte−. ¿Te acordai de la Fisa, Cristián? −Escucho su voz, contagiándose conmigo−. Bueno, de esos charlatanes que vendían cuchillos que cortaban hasta fierro y luego llegabas a la casa, ¡y no cortaban ni un tomate! Debí patearlo ahí mismo, pero una, apegada al dolor y apanicá por el abandono… termina aguantando.

      »A los pocos días vino la cuarentena. Me dijo que necesitaba tiempo de introspección, que nos veríamos poco y eso lo complicaba. Puras excusas. A mí nadie me saca de la cabeza que quedó angustiado con la cagada de la Antonia, seguro que él de chico cagaba en el baño y nunca usó pañales. Quedé picá, Cristián, como dolida. Me tragué la humillación del restaurante porque no quería estar sola y mira, me pateó igual.

      −Pero princesa, qué bueno, así yo puedo atenderla −responde Cristián meloso−. No le sirve ese tipo de hombre. Yo, mi reina, le cambio el pañal a la niña para que usted no tenga ni que levantarse. Y con el otro brazo, agarro al crío que se escapa sin que usted tenga que mover un pelo. Miro a la gente del restaurante, les tiro una broma y los dejo a todos riéndose con la trifulca de la digestión de la chica. Y usted, en mis brazos, siempre protegida. Yo la atiendo y la cuido. La media mujer y anda con tipos tan re lesos. Véngase al campo y va a ver cómo se devuelve tranquila y contenta. No le haré nada que no quiera, soy respetuoso ante todo. Venga con su amiga si gusta.

      ¡Qué típico! Una se queja del mino anterior y todo te lo resuelve el nuevo. Pero es rico creerle un rato. Debo confesar, que cuando El Huaso me empezó a tratar de usted, así, en forma repentina, me calentó. Era tan sexy, ¡me daba jerarquía de mando! Era la jefa de la relación, del juego o lo que fuera. A estas alturas solo quería ir a su parcela.

      −Cristián, pero no tengo cómo −recordé de golpe−. ¿Qué hago con los permisos? Sacar uno para ir al supermercado no creo que me sirva para ir a Puchuncaví.

      −De eso me preocupo yo −respondió altiro. La tenía clarísima−. Mándame tu rut, nombre completo, patente del auto en que vendrán y lo mismo de su amiga, la chaperona. En veinte minutos le envío su permiso. Mi “ salgocongusto”, con ese puede pasar el “condón sanitario” sin problema. Si quiere lo usa para venir y si no, lo usa para ir a ver a alguien más.

      ¡Chuta, me daba libertad! Eso es súper provocador para mí. Me puse ansiosa y más ganosa. Ya no podría trabajar, ni atender a los niños después de esta conversación. El foco lo tenía en mi entrepierna, más que nada.

      −Cristian, déjame ver si puedo organizarme y te cuento.

      Llamé a la Margarita en tres segundos. La verdad, mientras hablaba con El Huaso rico le escribía y ella se estaba entusiasmado. Así nos cuidábamos ¡y nada de aventuras! ¡Cómo no! La idea era despejarnos de los niños y estar en el campo. Estoy en periodo de expansión, no de maltrato. Solo cosas y sensaciones buenas, porque el resto parece ser un caos. ¡Más con la puta pandemia!

       El Huaso la tenía clara. Firme y decidido, me quería “atender”. Y yo quería correr a ese espacio y coger ese regalo tal cual. ¡Qué tanta cosa! Ambivalente andaba porque por un lado quería puro ir a hacerlo tira y por otro quería arrancar del encierro. Y el destino de ambas justo era la parcela del Huaso rico.

      En fin, metí un calzón, una escobilla de dientes y un pantalón en la misma cartera y partí. Ansiosa era mi apellido. ¡Y pucha que andaban lentos los autos a mi alrededor! Yo, desesperada, llegué donde la Margarita y le pedí que manejara ella. Así, la mitad del camino me fui trabajando y la otra cantando como pendeja. La verdad es que no tenía intenciones de nada más que de distraerme un rato. Me pasaba rollos igual, porque una es mujer y tanto tiempo sin sexo me tentaba. Además, este Huaso tenía su atractivo, era guapo, alto, medio bruto. Entonces una se lo imagina tirando rico, aunque un poco torpe, lo que me resultaba interesante también.

      La Margarita, por su parte, se separó en plena cuarentena. Es de esas mujeres buenas del alma, de esas que de verdad quieren lo mejor para el ex. Buena, buena, pero bueeeeena y civilizaaaada. Yo en cambio, hasta el último, el que me dejó porque se le cagó la Antonia arriba y que solo duró unos meses, ¡lo odio!

      Capaz que hoy, me tire al medio Huaso cuico y te saque de mi cuerpo, para dejarte en el olvido, junto con tu voz de pito. Aunque igual tirábamos rico. Era resistente, tengo que decirlo, hacíamos el amor por horas. Realmente nos fundíamos. Yo lo miraba a los ojos mientras entraba en mí, ufff, y lo dejaba loco. ¡Quedábamos locos los dos! Era lo mejor que teníamos. A veces nos reíamos mientras estábamos tirando. Nos contábamos historias y nos movíamos juntos. Después, él se quedaba quieto y solo yo me movía. Me gustaba mirar cuando entraba, pero bueno, con su tula promedio y media chueca, igual hacia lo suyo, hay que reconocerlo. Pero ahora tenía que sacarlo de mi cuerpo para dejarlo ir con gratitud; al final, no fue un mal tipo, solo un bastante weon.

      Llegamos a la parcela y apareció El Huaso con sus botas de chiporro. Atrás venía el amigo, no se veía mal, pero irradiaba depresión. Tenía como un cartel pegado en la frente que decía “estoy cagado después de separarme”. El Huaso tenía la chimenea ardiendo y el amigo