Название | La orgánica del cine mexicano |
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Автор произведения | Jorge Ayala Blanco |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786073035972 |
La orgánica desempolvadora didáctica se mueve entonces de manera desarmante entre la idealización ñoña y la egregia creación de un equilibrado universo aparte de existencia puramente cinematográfica hasta el hartazgo, entre el cruce de promesas que hace el maestro (“Eras mi mejor alumno y lo volverás a ser, te lo prometo”) y la que se hace al maestro (“Yo sí regresaré, no como otros, se lo prometo”) como representantes de la conciencia del pueblo y su evolución ascendente (“Si Dios existiera, no habría tantas injusticias en el mundo”, espeta el niño Leo al cura que le contesta en automático un “Las injusticias las hacen los hombres”, para replicarle ipso facto: “¡Epa!, Dios creó a los hombres”) y generadora de un primitivo proyecto crítico (“Escribiré cuentos para decir que hay políticos que nos tienen en el hambre y la miseria”), porque de lo que primordial y primorosamente se trata es de exaltar en exclusiva las figuras del maestro y del discípulo en complementarios planos y niveles visuales y conceptuosos (“Lo admirable en este oficio es hacer que amanezca el día en los rostros”: Jean-Louis Bory en Mi mitad de naranja), según los dictados de los grandes humanistas latinoamericanos (“Es la educación primaria la que civiliza y desenvuelve la moral de los pueblos. Son las escuelas la base de la civilización”: Domingo Faustino Sarmiento en Facundo, civilización y barbarie) y universales ancestrales (“El espíritu infantil no es un vaso que tengamos que llenar, sino un hogar que debemos calentar”: Plutarco en Vidas paralelas), aunque deba cumplirse con la paradoja educacional lúcidamente señalada por Hanna Arendt: “Es precisamente para preservar lo que hay de nuevo y revolucionario en cada niño que la educación debe ser conservadora” (en La crisis de la cultura), para plasmar las ansias aurorales y las añoranzas crepusculares de una película a su modo autoficcional, filmada por un niño sinaloense de 10 años que apenas cumple 69 y que de seguro se prometió a sí mismo en la infancia regresar a su pueblito querido, o acaso jamás dejó de residir dentro de él, en su fuero interno, porque debía asumirse como un alter ego del cineasta / literato famoso que regresaba al imaginario pueblito de Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988) hasta con la presencia viva de una Lumi Cavazos que pasó de ser novia eterna a inmortal madre abnegada, como la búsqueda de una alegría y una dicha bobas que no ha dejado de hacer la película misma.
Y la orgánica desempolvadora didáctica culmina con el aventón de la adulta madre soltera perdonada María Julia (Marisol Chiquete aún con grácil lunar en el labio) al adulto Leo para que éste acabe chapoteando en un sucio charco como le había prometido desde niña, pues siendo él mismo una promesa más que cumplida y pronto a cumplir su promesa de matrimonio al ofrecerle de rodillas a su hermosa novia infantil un enorme anillo de bodas, ésa era la mejor manera de probarle que no era el único gran pagador de promesas.
La orgánica sexomarásmica
En Loca por el trabajo (Spectrum Films - Eficine 189 - Cable y Comunicación de Campeche - Cadena Radiodifusora Mexicana - Canales de TV Populares - Intellectus - Terma - Transmisiones Nacionales de Televisión - Televisora Peninsular - Herdez, 96 minutos, 2018), abigarrada séptima comedia romántica del veterano dramaturgo-cineasta ya sexagenario Luis Eduardo Reyes (Amor letra por letra, 2008; Más allá del muro, 2009; Qué pena tu vida, 2016; Ni un minuto más, 2017; Una mujer sin filtro, 2017, y la dominicana Cómplices, 2018; libreto de Casi una gran estafa de Guillermo Barba Behrens, 2017), con sobretrabajado guion conjunto del también realizador excuequero shocking José Luis González Arias, Concepción Taboada Fernández y Gustavo Rodríguez, la alta ejecutiva de una empresa de juguetes infantiles Alicia Toscano (Bárbara de Regil aún más graciosamente seductora que en Ni tú ni yo) cree orgullosamente llevar una vida perfecta cuando su jefe Carlos (Esteban Soberanes) la asciende a envidiable y presuntuosa encargada del marketing con exigencias por encima del tiempo completo (“No te preocupes, mi vida personal es lo de menos”), a pesar de ser una prepotente y patética maniaca adicta al trabajo, de ser además una madre pésima de un listísimo niño Santiago (Emilio Beltrán) cuyos mensajes demandantes de compañía o de porra futbolera ni se acomide a consultar en el celular (“Que metas muchos goles” le desea porque aún no se entera que juega como portero) y de ser en esencia una lamentable frígida sexual que por atender su teléfono móvil acostumbra desgraciarle el intento de coito matinal a su guapísimo esposo Leonardo Leo (Alberto Guerra) que prefiere irse al sillón (“Yo tampoco quiero nada ya entonces, me voy a dormir a la sala, mi cielo”) y una misógina discriminadora que mira con igual desprecio tanto a su obesa sirvienta ignorantaza Rosa (Martha Claudia Moreno) como a su progenitora cincuentona aún ganosa Marcedes (Adriana Barraza) que se está dando un segundo aire con el nuevo mastodóntico galán otoñal Braulio (Hernán Mendoza) dándose espacio para socorrer a su hija enajenada (“Estás en crisis, hija” / “Tengo un trabajo increíble, ¿qué más quieres, mamá?”) y a la flaquilla ultratatuada vecina en apariencia superpromiscua Marcela (Marianna Burelli) con quien suele toparse en el elevador de su común edificio lujoso, y por eso, cuando la insufrible arrogante Alicia sea a la vez abandonada por su marido (“Para darnos un tiempo”), para descubrirlo casi de inmediato fornicando tras la puerta de la esbelta rubia despampanantemente operada Daniela (Pamela Almanza), y sea despedida de su formidable empleo al desplegar sobre la mesa de la exigente clientela los juguetes eróticos (descomunalmente fálicos en su mayoría) contenidos en una caja de la vecina que ha confundido (tomando un 6 por 9) con la que debía incluir los nuevos gusanitos musicales, la muy desdichada verá su mundo feliz desplomarse a pedazos, no quedándole otro remedio que refugiarse con la erotizada vecina causante involuntaria de su desgracia, descubriendo en cuatro estocadas de esgrima verbal que nunca ha tenido siquiera un orgasmo verdadero, no fingido, acompañar a su nueva amiga a reventarse con irresistibles galanes en un antro de ligue y a la sexshop Erotika Store que la libérrima chava heredó por vía materna, aceptar allí el regalo de un inofensivo conejito que oculta un enloqueciente vibrador infalible, probando luego la eficacia de un calzón que provoca orgasmos en serie al ritmo de cualquier música escuchada, incluso la de los himnos del partido de los Titanes vs. Visitantes que lanzan los altavoces para hacer gritar de gozo incontenible a la instantánea entusiasta eufórica del equipo deportivo de su hijito (“Mamá, no te conocía así”), y entonces la exejecutiva desempleada se aliará con Marcela y su socia Fabiana (Regina Blandón) en su negocio (“Esto no es una tienda, es una mina de oro”), urdiendo una hábil campaña publicitaria en internet y sus redes sociales (“El placer viene a ti”), para promover sin falla y evitar la quiebra del establecimiento caído en la rutina y lleno de impagables deudas, con enorme éxito, pero aún falta retener al marido amoroso que ha retornado a casa sólo para disfrutar de los cambios de esa ahora sexualizada cónyuge que sin embargo le oculta con mentiras manipuladoras y no se atreve a revelarle la naturaleza de su nuevo trabajo, situación que provocará un sinnúmero de malentendidos y desencuentros difíciles, involucrando a las aspiraciones de la abuela deseosa de convertirse en demostradora de juguetes en una feria erótica donde participa su hija, así como a la sospechosa seudoamante de su marido Daniela ante la que fingía demencia o vómitos repentinos, y a la devastada vida amorosa de la socia Marcela revelada en su genuina infelicidad para aprovecharse de ella, hasta que la maniática Alicia decida renunciar a los éxitos subrepticios de esa nueva actividad laboral que otra vez la absorbe y enajena, admitiendo abiertamente además sus desalmados ocultamientos y embustes, y reconciliándose al fin con medio mundo, con todos aquellos a quienes había dañado por egoísta y malísima administradora, con su madre vuelta momentáneamente deleznable, con la victimizada amiga socia Marcela a la que había intentado alejar de su novio perpetuo a espaldas