De Cataluña a Chamariapa. Manuel Cedeño

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Название De Cataluña a Chamariapa
Автор произведения Manuel Cedeño
Жанр Философия
Серия
Издательство Философия
Год выпуска 0
isbn 9788412332032



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pensaba entonces), pero ahora veía que Dios le daría mucho más, sería Conde, “Conde de Ciudad Vieja”.

      Sin embargo Don Carlos, tenía miedo de que le rechazaran la solicitud, no tenía ancestros nobles, y no quería convertirse en blanco de burla de sus vecinos. Este obstáculo lo salvó prometiendo él y su esposa, no contarle a nadie de sus aspiraciones, hasta que, por supuesto, la solicitud fuera aprobada, si era el caso. La posibilidad de ser estafado, era para Don Carlos muy pequeña, sabía dónde vivía Goicochea y a este no le convenía ensuciar su nombre, ya no poco empañado por lo ostentoso, presumido y exagerado que era.

       Una vez que Don Carlos le dijo al Duque Goicochea que aceptaba su ayuda para adquirir el título nobiliario, este último pasó dos años en “el proceso” sin cobrarle nada, lo que aumentó la confianza de Don Carlos porque a todos los demás, un pequeño grupo de burgueses de clase alta, les cobraba por adelantado, cosa que hubiese hecho con él si quisiera estafarlo, según él pensaba. Goicochea se excusaba por la demora del proceso diciendo que si tenía una reunión con Fulano para presentarle el caso, que si la solicitud estaba siendo estudiada por Zutano y allí duraba meses, que si el Rey Alfonso XIII tenía suspendido por ahora el otorgamiento de nuevos títulos nobiliarios, pero que tuviese el dinero listo, le decía, porque en cualquier momento aprobaban el título, y tendría que pagar los emolumentos.

      Eso fue así hasta abril de 1914 cuando el Duque le dijo a Don Carlos que su solicitud había sido aprobada por “su amigo el Rey” y debía darle el dinero cuanto antes para la emisión de la gaceta y la logística de la ceremonia respectiva en el Palacio, en la cual varios privilegiados serían beneficiados. Otra cosa que hizo que Don Carlos se aferrara a las esperanzas del título era el entusiasmo de su esposa por darle más oportunidades a sus hijos, y el drástico cambio positivo de su suegra Doña Cano, a favor de él, una vez se hubo enterado de la posibilidad de que su hija Carmen Cecilia fuese nombrada Condesa de Ciudad Vieja, cosa que la llenaba de orgullo, y que según ella, era la respuesta de sus peticiones a Sant Jordi durante muchos años.

      La familia de Don Carlos estaba entusiasmada. No podía quedarles mal. Después de todo conocía al Duque hacía doce años, cuando coincidieron en la Real Escuela de Medicina, a donde Goicochea, con solo 16 años había sido enviado por su padre, Duque del Principado de Cataluña, a estudiar medicina. Don Carlos estaba terminando ya sus estudios y el pequeño Duque, que nunca los terminó por estar más inclinado a los negocios, estaba recién entrando en la escuela donde solo cursó un año de estudios antes de desertar.

      Desde entonces Don Carlos sabía que Goicochea era hablador y echón, que le gustaba alardear que había estudiado equitación y esgrima con el Rey Alfonso XIII cuando ambos eran niños, y aunque eso era cierto, se notaba que exageraba y enfatizaba de una amistad que seguramente no existía y se reducía al mínimo contacto cortesano que debía tener el Monarca con los nobles, pero de allí a ser un estafador, había una distancia muy grande.

      De manera que cuando se enteró de que su solicitud “había sido aprobada”, después de dos años de diligencias, Don Carlos, después de celebrar con su familia, fue al banco, retiró todo lo que le quedaba de su herencia, Carmen Cecilia extrajo sus joyas del viejo baúl que mantenían bajo buen resguardo, y completando la enorme suma de dinero que le pedía Goichochea, se la entregó en sus manos con la esperanza de que esto les abriera las puertas para modernizar su botica y les diera influencias para impulsar a Carlitos, y para casar a Marianita con un buen prospecto. Nada de eso ocurrió. El día del pago fue la última vez que vieron al Duque Goicochea.

      Lo esperó durante días, durante semanas, durante meses y nunca perdió la esperanza, siempre excusándolo con algún cuento imaginario que se inventaba para no darse por vencido, hasta hacía un mes, que recibió la noticia de que el Duque estaba en Francia viviendo como rico después de haber estafado a varias familias prometiéndoles títulos nobiliarios. Ahora estaba por ser juzgado en ausencia por estafa agravada y traición a la corona.

      En ese momento Don Carlos perdió el apetito, las ganas de hablar, dejó de ir a la farmacia que le quedaba muy cerca de su casa, justo al lado del “Bar los Gallegos”.

      Que fueran en ese momento un país neutral era un respiro, pero históricamente España no paraba de salir de una guerra para entrar en otra (las últimas habían sido la Guerra de Melilla, apenas cinco años atrás en la cual Don Carlos había perdido a su hermano menor, y la guerra contra los Estados Unidos en el 98, en la cual él mismo había participado de manera forzosa.

      De manera que todo esto hizo caer a Don Carlos en una depresión sin precedentes. Cuando pensaba que ya estaban en el fondo del foso y que no podían caer más bajo, se desató una plaga de tifus en Barcelona. Un vecino acá y otro más allá iban contagiándose. Se ponía una cruz al lado de la casa donde alguien había muerto y en pocas semanas las calles de Barcelona se llenaron de cruces, hasta los perros y los gastos amanecían muertos en las calles, podridos y llenos de moscas.

      Fue entonces cuando Don Carlos reaccionó y dejó de esperar que todo terminara de derrumbarse sobre ellos. Volvió en sí, se levantó de la cama, se bañó, se afeitó, se vistió como para trabajar, le dijo a su familia sorprendida que no se iba a dejar tragar por todo lo que estaba aconteciendo, y comenzó a elaborar en silencio un plan que una semana después, el día anterior de hablar con su mamá, se lo reveló a su familia a la hora de la cena.

      Cuando estaban reunidos a la mesa, Carmen Cecilia le dijo angustiada que había escuchado que la fiebre tifoidea era causada por el agua del pozo Municipal de Montcada (ellos recibían el agua del pozo privado de la compañía SGAB - Sociedad General de Aguas de Barcelona). Don Carlos le hizo con la mano un ademán de “basta de eso ya” y les contó que había tomado la decisión de que se fueran para Venezuela. No se sabía a ciencia cierta si era solo el agua de Montcada o la de la empresa SGAB también la que estaba contaminada, pero daba terror hasta comer. Una de las amigas de Carmen Cecilia le contó aterrada y privada en llanto esa mañana a Carmen Cecilia que había amanecido con unos pequeños rosetones en la piel. Se sabía que rosetones como esos luego se extendían a todo el cuerpo, excepto a las palmas de las manos y de los pies, se volvían rojo pálido, daban a la piel un olor a podrido y encendían a la persona en fiebres delirantes que se llevaban a la víctima al otro mundo.

      Fuera como fuera Don Carlos no estaba dispuesto a quedarse sentado esperando que la miseria, la guerra o el tifus tocaran a su puerta.

      De manera que el 28 de octubre de 1914, tres meses después de iniciada la Primera Guerra Mundial, y en plena peste del tifus en Barcelona, los Urbáez Cano, se embarcaron junto con otras decenas de familias españolas, en