Название | Reavívanos |
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Автор произведения | Mark Finley |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Reavivamiento y reforma |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877983944 |
Elena de White concuerda: “Muchos, aun en sus momentos de devoción, no reciben la bendición de la verdadera comunión con Dios. Están demasiado apurados. Con pasos presurosos, penetran en la amorosa presencia de Cristo y se detienen tal vez un momento dentro de ese recinto sagrado, pero no esperan su consejo. No tienen tiempo para permanecer con el divino Maestro. Vuelven con sus preocupaciones al trabajo” (La educación, p. 260).
El hecho es que no podemos enfrentar al diablo con nuestras propias fuerzas. La oración es la respuesta. Por medio de la oración, Dios nos sumerge en su presencia y en su poder. Por medio de la oración, toca los corazones de nuestros seres amados. Armados de la oración, podemos enfrentar al enemigo en el tiempo del fin. Sin oración constante, no podremos vivir en santidad durante el tiempo del fin. Cuando se quebranta nuestra conexión con Dios, nuestro poder, que viene de Dios, se interrumpe. Cuando hay poca oración, hay poco poder. La oración es nuestro humilde reconocimiento de que no podemos vivir la vida cristiana sin “sus” fuerzas. Es la admisión de nuestra incapacidad para enfrentar solos las tentaciones de Satanás. Por medio de la oración, somos más que capaces de rechazar las tentaciones de Satanás. El diablo no puede vencer al hijo de Dios que ora y confía.
De rodillas, en ruego a Dios, experimentaremos milagros. Veremos la mano de Dios de un modo milagroso. Tal como Jesús, saldremos de estos encuentros de oración refrescados y vigorizados. Sentiremos que Dios obra por medio de nuestras oraciones para transformar también la vida de los que nos rodean. ¿Desea vivenciar una nueva experiencia espiritual? ¿Está cansado de la complacencia espiritual? ¿Anhela un reavivamiento espiritual en su iglesia?
Nuestro Dios ha prometido responder a los anhelos fervientes de sus hijos. Él nos responderá según lo busquemos. Sus promesas son nuestras. Él ha dicho: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crón. 7:14).
Jesús añade esta promesa: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Luc. 11:13).
Cuatro principios que transforman la vida
Si usted incorpora los cuatro principios básicos de la oración bosquejados abajo como parte de su vida devocional, Dios derramará su Espíritu abundantemente sobre usted. Su vida espiritual será reavivada, y Dios lo utilizará como un agente de reavivamiento en su hogar, en su escuela, en su lugar de trabajo, en su vecindario y en su iglesia local.
1. Dedique un momento específico cada día para estar a solas con Dios. Este tiempo ininterrumpido a solas, en la presencia de Dios, debe tener prioridad absoluta. Muchos han encontrado que el modelo que sigue los ayuda a mantener su mente concentrada durante sus momentos de devoción. Quizás a usted también lo ayude a evitar que sus pensamientos divaguen mientras ora.
A - Adoración
C - Confesión
A - Acción de gracias
S - Súplica
A- Adoración. Comience su período de oración con un momento de adoración y alabanza. Alabe a Dios por lo que es y por lo que representa para usted. El salmista declara que Dios habita entre la alabanza de su pueblo (Sal. 22:3). Otro Salmo declara: “El que sacrifica alabanza me honrará” (Sal. 50:23). La alabanza eleva nuestra alma de lo que somos a lo que él es. Dirige nuestra atención a su grandeza, no a nuestra debilidad; a su sabiduría, no a nuestra ignorancia; y a su poder, no a nuestra fragilidad.
C- Confesión. Pídale a Dios que humille su corazón y le revele cualquier cosa, en su vida, que no esté en armonía con su voluntad. Confiese abiertamente las actitudes, los hábitos y las acciones que Dios le indique que no son afines con Cristo. La confesión abre el camino para que el Espíritu Santo obre poderosamente en nuestra vida. Se nos dice que los discípulos entraron en este tipo de análisis profundo de sus almas justo antes del Pentecostés. “Estos días de preparación fueron días de profundo escudriñamiento del corazón. Los discípulos sentían su necesidad espiritual, y clamaban al Señor por la santa unción que los había de hacer idóneos para la obra de salvar almas” (Los hechos de los apóstoles, p. 30). El Espíritu Santo fue derramado sobre estos discípulos sedientos, que humillaron su corazón en arrepentimiento y confesión.
A- Acción de gracias. Piense específicamente en lo que Dios ha hecho por usted recientemente y dele gracias por ello. El apóstol Pablo nos dice: “Sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Efe. 5:18-20). Enumere las cosas por las que está agradecido. No tome livianamente las bendiciones de Dios. Dele gracias por lo concedido. Quizás usted no tenga una gran voz, pero permita que él coloque en su corazón un canto de gratitud durante sus momentos de oración, y prorrumpa en cantos de acción de gracias a aquel que ha sido tan bueno con usted.
S- Súplica. Dios queda absolutamente encantado cuando venimos a él como niños pequeños que dependemos de nuestro Padre celestial. Jesús nos promete que, si pedimos, recibiremos (ver Mat. 7:7). Santiago nos amonesta, al decirnos: “Pida con fe, no dudando nada” (Sant. 1:6). Pablo estaba confiado en que “mi Dios [...] suplirá todo lo que os falta” (Fil. 4:19). Podemos arrodillarnos ante el Trono de Dios con la absoluta confianza de que obtendremos “misericordia y [...] gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16). Traiga ante él los deseos de su corazón, de manera que sus deseos sean los de él.
A medida que pasemos más tiempo con Dios, más tiempo desearemos pasar en su presencia. El meollo de la vida cristiana es conocer a Dios. Mientras más lo conozcamos, más lo amaremos. El modelo de oración ACAS (adoración, confesión, acción de gracias y súplica) lo ayudará a conocerlo aún mejor.
Nuestro segundo principio de una vida devocional revitalizada es este:
2. Lea la Biblia en oración y permita que el Espíritu Santo impresione su mente. Permita que la Palabra de Dios se convierta en el tema de sus oraciones. Si la oración es el aliento del reavivamiento, el estudio de la Biblia es su corazón. La oración y el estudio de la Biblia son los mellizos siameses del reavivamiento. Están interconectados. Mientras más ore, más hambre tendrá de la Palabra de Dios. Mientras más estudie la Palabra de Dios, más deseará orar. He aquí algunas sugerencias prácticas:
a. Tome un Salmo a la vez. Lea algunos versículos. Pregúntese qué le está diciendo Dios en estos versículos. Hable con él, en oración, sobre lo que el Espíritu le está indicando. A medida que ore mientras lee los Salmos, escuchará la voz de Dios hablándole al corazón, como lo hizo con los salmistas.
b. Tal vez desee también concentrar su devoción personal en las últimas escenas de la vida de Cristo. La Biblia contiene seis capítulos sobre la muerte de Cristo: Salmo 22, Isaías 53, Mateo 27, Marcos 15, Lucas 23 y Juan 19. Tome un capítulo a la vez. Lea unos pocos versículos. Visualice los sufrimientos de Cristo en su favor. Permita que el Espíritu Santo lo impresione con la enorme magnitud de su sacrificio. Encontrará que su corazón se quebrantará por los pecados que lo llevaron a la cruz. Sentirá que su amor lo abriga; se sentirá atraído hacia él por su gracia y abrumado por su sacrificio.
Estudie con oración los grandes pasajes de la Biblia. Esto marcará una diferencia notable en su vida devocional. Permita que Dios le hable por medio de su Palabra. Ore con el salmista: “Vivifícame con tu palabra” (Sal. 119:154).
Si seguimos este consejo de la mensajera de Dios para los últimos días, veremos resultados maravillosos: “Tomad la Biblia y, sobre vuestras rodillas,