Название | Alcohólicos Anónimos llega a su mayoría de edad |
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Автор произведения | Anonimo |
Жанр | Здоровье |
Серия | |
Издательство | Здоровье |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9781940889962 |
En otra sesión de la Convención se estaba facilitando mucha información acerca del Grapevine de A.A., nuestra revista con una circulación de más de 40,00012 ejemplares y nuestro mejor vehículo para comunicar las ideas y experiencias actuales de A.A. en lo que concierne a mantenerse sobrio y mantenernos unidos y servir. Entre los miembros del personal del Grapevine allí presentes estaban el editor, Don, tres asistentes de la redacción, un fotógrafo y varios artistas y expertos en el campo de revistas. Por medio de charlas y exposiciones nos enseñaron la forma en que las páginas bien ilustradas podrían servir como un medio entretenido y convincente para presentar A.A. al nuevo o posible miembro de A.A. y cómo sus artículos podrían ofrecer buenos materiales para conversaciones y reuniones cerradas. Consideramos al Grapevine como un espejo mensual de A.A. en acción, siempre basado en el mismo principio y en constante desarrollo en busca de mejores formas de hacer y ver las cosas en los diversos aspectos nuevos de nuestra emocionante aventura de vivir y trabajar juntos.
Hubo una sesión titulada “Les presentamos al personal de la Sede”. El personal, encabezado por Hank G., el gerente, estaba compuesto de compañeros de trabajo experimentados en finanzas, relaciones públicas y similares, y otras cinco muy competentes mujeres miembros del personal de A.A. Había varias exposiciones que enseñaban a los asistentes la amplia variedad de actividades de nuestros servicios mundiales. Para los asistentes, la Sede Mundial de Alcohólicos Anónimos ya no era una fuente de estadísticas secas referentes a toneladas de literatura, miles de solicitudes de ayuda y cartas de contestación y centenares de problemas de grupo y de información pública, ni sólo una fuente de súplicas para contribuciones voluntarias. Allí presentes estaban las personas de carne y hueso que actualmente hacían estas cosas y constituían un grupo de gente dedicada y bien capacitada, al igual que el grupo de nuestra revista, el Grapevine.
Incontables A.A. presentes en la Convención llegaron a conocer a nuestros custodios, los fieles amigos alcohólicos y no alcohólicos que nos habían servido tanto tiempo. Muchos compañeros de las bases hablaron con Archie Roosevelt y así se enteraron de que este hombre genial y exuberante acababa de incorporarse a la Junta y se había encargado del puesto de tesorero, un trabajo a veces ingrato y que siempre supone una gran inversión de tiempo. Tanto los paletos como los citadinos empezaron a decir: “Pues, si nuestro nuevo amigo no alcohólico Archie puede pasar años vigilando las finanzas globales de A.A., nosotros sin duda podemos pasar un minuto dos veces al año sacando de nuestra bolsa los dos dólares que Archie necesita para hacer cuadrar las cuentas de A.A.”
Entre las revelaciones más significativas de la Convención figuraron las reuniones de los Grupos Familiares de Al-Anon, tituladas: “Les presentamos al personal”; “Los hijos de alcohólicos”; “Reajustes entre los esposos”; y “Los Doce Pasos”. En St. Louis, muchos A.A. escépticos tuvieron su primera oportunidad de conocer a este movimiento dentro de un movimiento y se enteraron de que, para su gran asombro, el número de grupos familiares habían pasado de 70 a 700 en el espacio de tres años y otro más aparecía en el mundo casi cada día. Lois y otros oradores de diversas áreas nos informaron que los Grupos Familiares tenían un centro de información y servicios parecido a la Sede de A.A. y que ya tenían literatura, una revista de próxima publicación e incluso un nuevo libro.
Muchos miembros de A.A. se habían preguntado de qué tratarían estos Grupos Familiares. ¿Eran clubs de chismorreo?, ¿sociedades de conmiseración mutua?, ¿servicios auxiliares de café y pasteles? ¿Desviaban a los A.A. de su único y primordial propósito, la sobriedad? En las reuniones de los Grupos Familiares encontramos las respuestas. Estos grupos nuevos no eran pálidas imitaciones ni rivales de A.A., y no eran fábricas de chismorreo. Las familias de los alcohólicos —esposas, esposos, madres, padres e hijos— estaban tratando de poner los principios de A.A. en práctica en sus propias vidas y no en las vidas de nadie más.
Los oradores de los Grupos Familiares hicieron muchas preguntas y contestaron a otras más, como por ejemplo: “¿No éramos nosotros tan impotentes ante el alcohol como los alcohólicos mismos?” “Claro que sí”. “Y cuando nos dimos cuenta de serlo, ¿no estábamos tan llenos de amargura y autocompasión como pudiera haberlo estado cualquier alcohólico?” “Sí, así fue en ocasiones”. “Después de pasar por esa primera sensación de tremendo alivio y felicidad producida por la aparición de A.A., ¿no solíamos recaer y volver a sentirnos dolidos porque A.A. había hecho un trabajo que nosotros no pudimos hacer?” “Para muchos de nosotros, era sin duda así”. “Por no saber que el alcoholismo es una enfermedad, ¿no nos habíamos puesto de parte de los hijos contra el bebedor?” “Sí, muy a menudo lo hicimos, para gran perjuicio suyo. No es de extrañar, por lo tanto, que cuando lograron la sobriedad, siguiéramos pasando por borracheras emocionales, y a veces eran peores que las de antes”.
Mientras los A.A. los escuchaban, los oradores de los Grupos Familiares seguían hablando: “¿Podíamos encontrar una solución para todo eso? Al comienzo, no. Las reuniones de A.A. a veces nos ayudaban, pero no lo suficientemente. Íbamos formándonos una más clara idea del problema alcohólico, pero no de nuestra propia condición. Creíamos que los Doce Pasos de A.A. eran maravillosos para los alcohólicos, pero no creíamos que nos fuera necesario tomarlos muy en serio. Visto que nosotros habíamos estado haciendo lo mejor que podíamos, no era mucho lo que había de malo en nosotros. Así razonábamos y por lo tanto nos quejábamos cuando las cosas seguían yendo mal en casa. O, a menudo, si nos iban bien las cosas, nos volvíamos muy satisfechos o tal vez celosos porque nuestras parejas creían que les era necesario pasar mucho tiempo en asuntos de A.A.
“Pero cuando se formaron los Grupos familiares, empezaron a cambiar estas ideas y actitudes, y los mayores cambios solían ser dentro de nosotros mismos. La transformación comenzó a tener su mayor efecto cuando empezamos a poner en práctica los Doce Pasos de A.A. en nuestra vida diaria, en todos nuestros asuntos, y en compañía de gente que podía comprender nuestros problemas mucho mejor de lo que podían nuestros cónyuges alcohólicos.
“En los Grupos Familiares vemos a hombres y mujeres, incluso los que aún viven con alcohólicos activos, librarse de sus penas y empezar a vivir con serenidad, sin culpabilidad ni recriminación. Hemos visto a muchas personas cuyos cónyuges eran miembros de A.A., pero con quienes les era todavía difícil convivir, cambiar completamente su manera de pensar. Y hemos visto a hijos de alcohólicos, deformados por su experiencia, llegar a enderezarse y empezar a amar y respetar a sus padres nuevamente. Hemos visto multitud de tipos de soberbia, miedo, dominación y exasperantes actitudes posesivas y rezongonas desaparecer a medida que pusimos los Doce Pasos en práctica en nuestros hogares. Al igual que nuestros cónyuges alcohólicos, nosotros los miembros de los Grupos Familiares ahora recibimos el gran dividendo producido por la puesta en práctica del Paso Doce, el de ‘llevar el mensaje’. Y el mensaje de nuestro Grupo Familiar es el siguiente: ‘Puedes tener en tu familia más que la sobriedad del alcohólico. Puedes tener la sobriedad emocional. Incluso si los demás miembros de tu familia no han encontrado todavía la estabilidad, puedes tener la tuya. Y tu propia sobriedad emocional puede acelerar la llegada del feliz día de cambio para ellos’.”
Muchos miembros de A.A. que vieron los Grupos Familiares en acción en St. Louis y en fechas posteriores dijeron más tarde: “Ésta es una de las mejores cosas que ha sucedido desde que A.A. nació”.
Cuando vieron la oficina reservada para la prensa en la Convención, muchos visitantes se dieron cuenta por primera vez de que las buenas comunicaciones, internas y externas, son las arterias por las que la sangre vivificadora de A.A. circula entre nosotros y de allí a nuestros hermanos y hermanas que aún sufren en todas partes del mundo. Claro que nos era necesario contar con algún medio más eficaz de llevar el mensaje que el de pasarlo de boca en boca. Muy poco trabajo de Paso Doce podría realizarse hasta que no llegáramos a los enfermos y sus familias y los