El cine actual, confines temáticos. Jorge Ayala Blanco

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Название El cine actual, confines temáticos
Автор произведения Jorge Ayala Blanco
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786073009225



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abrumado) que se encargue de rescatar el cuerpo en la morgue y, valiéndose de jugosos sobornos tanto como de un par de exigentes aunque avasallables cónsules israelíes en juego (Rosina Kambus, Julian Negulesco), llevar a enterrar el cadáver hasta su lejana aldea natal, arrostrando cualquier tipo de peripecias y desvíos insólitos. La caravana humanitaria forma de súbito una tragicómica caravana funeral, con el gerente familiarmente atribulado, un viejo chofer sin licencia, un intratable hijo adolescente de la difunta (Noah Silver), un vicecónsul hiperburócrata e incluso un periodista ladilloso que debe darle seguimiento a su crónica denunciadora pero siempre anda corriendo y llegando tarde a todo (Gori Alfi), amontonados en una improvisada camioneta de servicio, robando el féretro a punto de ser inhumado anónimamente, descendiendo a un búnker paranoico bajo la nieve, o prosiguiendo a bordo de un tanque rumano con el ataúd a cuestas, antes de volverse altar admirable y envidiado. La caravana humanitaria reúne aguzadamente los gozosos retorcimientos hilarantes del absurdo mordaz en frío, la fotografía árida a la turca de Ralner Klausmann, la coruscante música gitana de Cyril Morin y una calculadísima edición parsimoniosa de Tora Asher, para bordear y salvar el glorioso archimasoquismo del humor judío a la Woody Alien y entroncar con el western crepuscular a lo Sam Peckinpah ¿quién más? (Obsesión de venganza / The Deadly Companions, 1961) y con las mejores posturas críticas posneorrealistas hoy olvidadas de aquellos albores de un acerbo cine cubano castrista hipercrítico pronto impedido (inclusive estableciendo un significativo paralelismo con La muerte de un burócrata de Gutiérrez Alea, 1966), consumando una expiatoria road movie a fuego lento, en viaje catártico hacia la ignominia. Y la caravana humanitaria terminará haciéndose validar legal y éticamente por la dignísima madre anciana de la fallecida enlutada por fuera y rencor vivo por dentro (Irina Petrescu) que sólo alcanza a juzgar como un grave error la inutilidad del traslado de su hija ya ajena a su comunidad por compulsivamente huida y asimilada al extranjero, pero cuya peripecia post mortem ha funcionado, sin proponérselo, como catalizador para lograr una extraña reconciliación in extremis del chavo con su odioso padre divorciado (Raymond Amsalem) y con el acogedor terruño, así como para demostrar el consustancial vacío inhumano / antihumano / antihumanitario de toda establecida gerencia de recursos humanos, aunque en este caso extremo concediéndole, de manera edificante, un ejemplar remedio perentorio, profundo y sutil, desazonante y psicoinusitadamente sonriente.

      El hurto suntuario

      Ladrones de la fama (The Bling Ring)

      Estados Unidos-Reino Unido-Francia-Alemania-Japón, 2013

      De Sofia Coppola

      Con Katie Chang, Israel Broussard, Emma Watson

      En Ladrones de la fama, quinto largometraje de la heredera dinástica neoyorquina de 42 años Sofia Coppola (Perdidos en Tokio, 2003; En un rincón del corazón, 2010), con base en el reportaje “Los sospechosos usaban Louboutines” de Nancy Jo Sales aparecido en Vanity Fair, toda la banda rinde su declaración y el despistado chavo acomplejadazo paradójicamente megaguapo (Israel Broussard) empieza confesando haberse fascinado e involucrado desde su primer día de prepa para rechazados en Los Ángeles con la manipuladora adolescente chinoamericana Becca (Katie Chang), hechos los mejores amigos, acudido a típicas fiestas grifas de su medio y comenzado a invadir supermansiones de la localidad para sentirse a sus anchas y apoderarse de codiciadas ropas de marca y artículos suntuarios y carrazos y joyas de celebridades cuyas ausencias localizaban por internet (Paris Hilton, Audrina Patridge, Orlando Bloom, Megan Fox, Lindsay Lohan), subiendo cínicas fotos autoincriminadoras al Facebook y pronto haciendo participar en sus hurtos a la contradictoria activista humanitaria hija de madre invasiva Nicki (Emma Watson sensacional), a la luminosa rubia huequita Chloe (Claire Julien) y a la atrabancadísima embotada Sam (Taissa Farmiga), hasta ser detectados por cámaras de seguridad, volverse pasto de TVnoticieros sensacionalistas y arrestados finalmente como culpables de amasar un botín de más de 3 millones de dólares. El hurto suntuario construye la perfecta ficción en espejo gracias a la abundancia del mil por hora y a la bella redundancia, una fascinante película sobre la fascinación por las mercancías de lujo, un film en apariencia más que vacío sobre la vaciedad (como lo fue la frenética dislocada Spring Breakers: viviendo al límite de Harmony Korine, 2013), una autárquica fábula sin fábula ni moraleja ni pálido asomo de juicio moral o condena, una cinta-ensayo-crónica-nota roja reconstruida sobre el robo que se roba ella misma las mejores cualidades de los anteriores trabajos ultravisualistas-neoformalistas de la virtuosística realizadora intentando entender cómo y por qué asaltaban las casas de sus homólogos millonarios, puesto que Las vírgenes suicidas (1999) ya se conforman con usurpar identidades próximo-remotas en vez de quitarse la vida, los extraviados en el deslumbramiento están ahora Perdidos en Tokio a nivel cósmico-evanescente, la majestuosa plástica ultraexquisita apenas dialogada de María Antonieta como rockstar de época (2006) se revela una omnipotencia bovaryana, y la persecución de la celebridad con todas sus consecuencias de En un rincón del corazón alcanza su punto de ignición en las conciencias comunes: forma pura, irritación y decepción seguras en una cinta que es puro esplendor espectacular y fina ironía concluyente episodio por episodio (“La seguridad de poder hacer lo que quieras” / “Si no puedes ser famoso, sé infame” / “¿Qué te dijo Lindsay, cuando coincidieron en la prisión?”). El hurto suntuario hace un ensayo sintomático sobre Las cosas como nadie lo había logrado desde la homónima novela profética de Georges Perec, poblado en exclusiva por una profusión dionisiaca de objetos-fetiche, objetos-signo y objetos-seducción que deshacen la realidad de sujetos-objeto, sean billetes-abanico o zapatillas rosas travestistas, ya que aquí no se saquean bienes sino un estilo de vida, para ver mejor las efímeramente satisfechas ambiciones de viles frustrados del consumo (los sueños de Paty Chapoy producen monstruos), de un colosal consumo cruelmente ajeno e inasequible por siempre. Y el hurto suntuario suprime de antemano todo rasgo psicológico distintivo y niega cualquier profundidad a la energía avasalladora de sus eufóricos robos en cadena porque está llevando la mentalidad estragada por las redes sociales hasta sus extremas consecuencias behaviouristas: la falta de vida privada, el exhibicionismo compulsivo y la existencia relacional vuelta virtual, y recitando su dirección electrónica aún en la peor adversidad: otra de sociópatas indefensos e insumisos.

      La autopersecución sensibilizadora

      Lore (Lore)

      Alemania-Australia-Reino Unido, 2012

      De Cate Shortland

      Con Saskia Rosendahl, Kai Malina, Ursina Lardi

      En Lore, intenso segundo film de la australiana internacionalizada de 44 años Cate Shortland (tras Somersault: como perfume en el aire, 2004), con feminísimo guion suyo y de Robin Mukherjee basado en la novela La habitación oscura de Rachel Seifert, la adolescente de rígida formación hitleriana Lore (Saskia Rosendahl hipersensitiva) debe atravesar peligrosamente la devastada Alemania, en liquidación y repartida en irreconciliables zonas aliadas, desde la Selva Negra hasta Hamburgo en el norte, rumbo a la ansiada casa de la abuela, haciéndose cargo de los cuatro hermanitos: una puberta maternal, dos traviesos gemelitos y un berreante bebé parasitado de brazos, que le endilgaron, en su huida hacia el salvaje castigo merecido, el bruto padre militar (Hans-Jochen Wagner) y la enteca madre exasperada (Ursina Lardi), y entre horrores mil llegará a su destino, en buena medida gracias a la paradójica ayuda del ambiguo joven judío recién liberado de un campo de concentración-exterminio Thomas (Kai Malina) que hace pasar a todos como sus hermanos, logrando así que la chava educada pararracista supere a duras penas el asco visceral y espiritual que le inspira, hasta ser bajado del tren salvador por extraviar su pasaporte y los demás por pequeños puedan proseguir. La autopersecución sensibilizadora trasciende la gratuita metafísica grotesca del horror y la barbarie de los hechos, registrándolos y narrándolos siempre de manera subjetiva e impresionista, diseminados en sensaciones y visiones parciales, sin por ello prescindir de la pesantez y la gracia envilecida y la fuerza objetiva del conjunto, trátese de la hornacina de documentos comprometedores en el traspatio, del progresivo trueque de joyas por comida durante la travesía, del engañoso-asesino pago con cuerpo a un aldeano abusivo, del acribillamiento de un gemelito por emboscada soldadesca soviética, o de la revelación del robo del pasaporte por el otro gemelillo, para