Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017. Franklin Maiguashca

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Название Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017
Автор произведения Franklin Maiguashca
Жанр Зарубежная деловая литература
Серия Elementos de Economía
Издательство Зарубежная деловая литература
Год выпуска 0
isbn 9789978681695



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      El cuadro 1.1 ilustra cómo la relación cronológica de las modalidades a las cuales la humanidad ha recurrido para enfrentar el problema económico de siempre, y que se acaba de reseñar, converge en un caleidoscopio de combinaciones que nos lleva a concluir que por más globalizados que estemos es un grave error pensar que en el mundo existen economías de “talla única”. De igual manera, el cuadro presenta que la noción muy generalizada de que en la globalización de hoy las naciones ya no tienen importancia va en contravía de la evidencia empírica. Michael Porter, con base en los resultados de un estudio de cuatro años sobre los patrones de éxito competitivo en diez importantes potencias comerciales, subraya el siguiente hallazgo:

      En un mundo de competencia cada vez más global, las naciones se han vuelto más —y no menos— importantes. A medida que la base de la competencia se ha desplazado cada vez más hacia la creación y asimilación de conocimiento, el papel de la nación ha crecido. La ventaja competitiva se crea y se sostiene mediante un proceso altamente localizado. Las diferencias en valores, culturas, estructuras económicas, instituciones e historias nacionales contribuyen al éxito competitivo29 (cursivas del autor).

      Es precisamente con la intención de relievar esas diferencias, y también las similitudes, que se seleccionó la muestra de naciones que aparece en el cuadro 1.1. Empezando por las similitudes, está claro que en todas las naciones incluidas las modalidades ubicuas, son las “economías mixtas” y “el sistema de mercado”, y, sin temor a equivocarnos, igual afirmación se puede hacer en lo que al resto de economías del mundo se refiere. De ahí en adelante, las “historias nacionales” han marcado un sinnúmero de diferencias. Se precisan dos de ellas: el tamaño de sus economías, aquí clasificadas en términos de “tallas” y, por la importancia que le damos al concepto, la presencia o ausencia de “dualismo”. El año de referencia es 2007, justo antes de que la Gran Recesión sumiera a la economía mundial en un descomunal desorden.

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      NACIONES DE TALLA MAYOR

      En 2007, en términos del Ingreso Nacional Bruto (INB), la “tallas” de las economías de los Estados Unidos y el Japón ocuparon el primero y el segundo puesto en el ordenamiento mundial de estas.30 A los dos se los conoce como “países industrializados” o “desarrollados”, y se sabe que en ellos predomina el “sistema de mercado” y las “economías mixtas”. Sin embargo, por lo general no recibe igual atención el hecho de que solo en el Japón está presente el “dualismo”. ¿Será, entonces, que ante las difíciles transformaciones culturales, sociales, políticas y económicas que exigen los procesos exitosos de desarrollo, las cosas van mejor cuando no hay dualismo? El recorrido socioeconómico de los Estados Unidos es un argumento fuerte en favor de una respuesta positiva a la pregunta; lo que ha ocurrido en el Japón, en cambio, se podría considerar como una de las excepciones que confirman la regla. China e India podrían ser las otras.

      Por otra parte, a pesar de las proximidades culturales existentes, no es difícil identificar características distintivas propias de las biografías tanto de la Unión Europea como de los Estados Unidos. Por ejemplo, en una encuesta realizada en el 2011 por el PEW Research Center, dentro de su Global Attitudes Project, se encontró que ante la pregunta de si “el Estado debe desempeñar un papel activo para que no haya nadie con necesidad”, en los Estados Unidos tan solo el 35 % de las respuestas estuvieron a favor del enunciado, mientras que en Gran Bretaña, Francia, Alemania y España los porcentajes correspondientes fueron del 55, 64, 62 y 67 %, esto es claramente mayoritarios.31 No extraña, por tanto, que los europeos, para quienes el Estado de bienestar tiene una larga y aceptada trayectoria, caractericen a su régimen económico como “economía social de mercado”, mientras que los estadounidenses, para quienes no existe una experiencia parecida, hablen del suyo como “economía de mercado” a secas.

      NACIONES DE TALLA BRIC

      Desde un punto de vista económico, esta es una categoría reciente, cuyo denominador común es su vigorosa y creciente presencia en la economía mundial contemporánea. En 2007, en el ordenamiento internacional de las magnitudes del Ingreso Nacional Bruto, Brasil ocupó el décimo puesto, Rusia el duodécimo, India el undécimo y China el cuarto.32 Curiosamente, y a pesar de las cercanías cuantitativas, no deja de llamar la atención que, en términos históricos, mientras la Rusia de hoy es de origen muy reciente y Brasil apenas está saliendo de su adolescencia, China e India registran, a la fecha, ancestros milenarios. En este respecto, vale la pena detenernos brevemente en el caso chino.

      Chenggang Xu, en un artículo publicado en el Journal of Economic Literature,33 sostiene que la institución fundamental que rige la economía de ese país es lo que él llama el Régimen Autoritario de Descentralización Regional. Dice que este se caracteriza por una combinación de centralización política y descentralización económica de las regiones. El Gobierno central controla el recurso humano: nombra a los funcionarios de los gobiernos subnacionales; vigila muy estrechamente su desempeño y administra los avances, retrocesos o estancamientos de las carreras de cada uno de ellos. Se asegura de que se cumplan las políticas por él establecidas. Simultáneamente, el Gobierno central delega en los gobiernos subnacionales (provincias, municipalidades, distritos y cantones) la administración de la economía de cada una de sus jurisdicciones incluyendo la potestad de expedir leyes, hacer que estas se cumplan e iniciar y coordinar reformas. Cerca del 70 % del gasto público del país está a cargo de los gobiernos subnacionales. De esta proporción, más del 55 % tiene lugar a un nivel subprovincial.

      Según Xu, el aporte fundamental de este régimen al meteórico avance de la economía china es haber sido la vía para introducir reformas que, desde 1978, se gestaron, se probaron y, si resultaron exitosas, se difundieron a todo el país desde los gobiernos subnacionales. Para este efecto, el mecanismo que el Gobierno central sigue utilizando es poner en competencia a las burocracias de estos gobiernos, premiando o sancionando a quienes cumplan mejor con los objetivos y metas de los proyectos y programas de turno. Lo interesante de su análisis es que atribuye el buen funcionamiento de este régimen a la existencia de dos antecedentes críticos en la historia de la China. El primero radica en la experiencia de administración descentralizada con la cual vivió la China imperial por más de dos mil años. El segundo tiene que ver con la Revolución Cultural que generó en la población desilusión con la ideología comunista y preparó el ambiente para el avance de las reformas que se dieron después de Mao. Al respecto, Xu consigna los siguientes datos: para 1978, el PIB per cápita era aproximadamente igual al de Zambia que, para aquel entonces, estaba en un 33 % del promedio de los países africanos. Hacia 2005 ese indicador se había multiplicado por ocho, transformando a China de uno de los países más pobres del planeta en una potencia económica mundial.

      Lo sorprendente de todo lo anterior —dice Xu— es que la base institucional china en lo que a administración pública, leyes y finanzas corresponde ha sido y es “notoriamente débil” y “poco apropiada para propiciar el desarrollo económico”: la protección constitucional a los derechos de propiedad no se estableció sino en 2004; la competencia entre los gobiernos subnacionales frecuentemente lleva a desviar esfuerzos y recursos en favor de intereses burocráticos; hay un desbalance evidente entre el desarrollo de los conglomerados urbanos y el de un inmenso sector rural; el Gobierno central participa directamente en cantidad de actividades comerciales y, por tanto, no hay una clara distinción entre negocios; el país está sistemáticamente por debajo del promedio de la mayoría