Название | Cuando Vips era la mejor librería de la ciudad |
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Автор произведения | Alberto Olmos |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788412103465 |
Hace nada se ha entregado el premio mayor de este género en España, auspiciado por la marca de ropa de lujo Loewe, con gran afluencia de poetas antaño inopes y hoy aseadísimos, muy cómodos en el salón espléndido de un hotel de cinco estrellas donde solo de casualidad alguien diría que la vida merece un verso.
No pasa nada porque Loewe lleve varias décadas creyendo que la poesía vale algo. Es más grave que decenas de ayuntamientos en toda España crean que entregar miles de euros a poetas sea mejor que —incluso— robarlos.
Burgos, Melilla o Barbastro retiran de sus fondos públicos unos 30.000 euros por ejercicio para dárselos a un libro de poemas, libro que casi siempre viene firmado por el mismo poeta que ganó otro premio en la ciudad vecina y avalado por un comité de expertos que, casualmente, se pasa el año entero dando premios a un puñado de liróforos escandalosamente reiterativos.
Entiendo que alguien le cuela en algún momento al concejal de cultura de una ciudad mediana o pequeña que la poesía hay que fomentarla, y que nada mejor para ello que fundar un premio y soltar amarras en el presupuesto de cultura. El concejal, ingenuo como una oveja, cree que promociona la escritura y la lectura del noble arte de Quevedo, y así pasan los años regados de millones y nadie acaba de comprobar si tanto empuje por parte del erario público ha servido para que una sola persona en todo el país despierte a las delicias del poema.
De hecho, puede afirmarse sin margen de error que todo el dineral que han dedicado decenas de ayuntamientos, diputaciones, conserjerías —amén del Ministerio de Cultura— a promover la poesía en España ha dado un resultado igual a cero. No solo no leemos poesía, sino que ningún poemario premiado es tenido en cuenta por la propia poesía española pasadas veinticuatro horas desde su publicación. ¿Están los poetas inquietos por la falta de lectores para libros que han escrito con todo el amor del mundo y que les han reportado 15 o 20.000 euros? No, no están inquietos. Les importa un huevo.
Cuanto menos talento tiene un autor, más pequeño es el lugar donde se cobija. El género de la poesía cobija tantos autores mediocres y tantos vendedores de humo que es normal que lo último que quieran es que abras sus libros. Sobre la catadura estética del falso poeta ha publicado una novela muy simpática David Pérez Vega: Los insignes.
Con todo, el poeta que no es de postal me cae casi peor. Al igual que Cristiano Ronaldo o Neymar, el poeta serio gusta de hablar de sí mismo en tercera persona, otorgándose toda esa importancia que procura el distanciamiento. «El poeta mira la vida», «el poeta trabaja con el silencio», «el poeta…», dicen los poetas sin parar, mientras se ajustan el pañuelo del cuello.
Antonio Gamoneda es uno de los autores de poesía más valorados en nuestro tiempo. Practica esa poesía a la que, como hacía Andrés Trapiello con los poemas de Octavio Paz, puedes cambiarle los versos de sitio y ni se nota. Últimamente ha salido en los papeles al hilo de sus problemas con el fisco. (¡Quién le iba a decir al poeta famélico del XIX que al poeta del XXI le reclamaría dinero Hacienda, igual que a Messi!).
Pues bien, va Gamoneda y afirma que, como no le cambien la ley, deja de escribir. Lo tiene claro: entre el dinero y la poesía, se queda con el dinero.
Y así todos.
El Vips es la mejor librería de la ciudad
Hace tiempo que quería gritar a los cuatro vientos que el Vips es la mejor librería de la ciudad, pero me faltaba valor. Luego he leído de un tirón Mac y su contratiempo, de Enrique Vila-Matas, y Cómo ser Bill Murray, de Gavin Edwards, y me he dicho: yo he nacido para gritar a los cuatro vientos que «El Vips es la mejor librería de la ciudad», ¿para qué engañarnos?
Vila-Matas y Bill Murray hacen con su vida una cosa que, la verdad, todos deberíamos practicar un poco más: el tonto. Hacer el tonto —lo que los franceses llaman «situacionismo»— genera entornos de anormalidad, lo cual, necesariamente, acaba dando al día huella narrativa. Quiere decirse que llegas a casa y tienes algo que contar, a diferencia de todos ustedes, que solo tienen algo que reportar.
Esta disciplina de la estupidez, que ya confesaba Salvador Dalí en sus diarios («no estoy loco, hago como que lo estoy para provocar a la vida»), solo tiene un problema: no es apta para tímidos. Como todos somos tímidos, no podemos ir por la calle y taparle los ojos a un desconocido y preguntarle: «¿Quién soy?», como hace Bill Murray; o meterle dinero en el bolsillo a la gente, cosa que también ha hecho. Tampoco podemos ir a la Grand Central Station en Nueva York con En Grand Central Station me senté y lloré, de Elisabeth Smart, en el bolsillo y sentarnos y llorar, como hizo Enrique Vila-Matas.
Por mi parte, lo único que puedo hacer es titular un artículo «El Vips es la mejor librería de la ciudad» y ver qué cara me ponen.
Y adónde nos lleva todo esto.
Porque lo normal es que la mejor librería de la ciudad esté en una coqueta calle del barrio bohemio y ande siempre llena de hipsters con un libro de Blackie Books en cada mano, al punto de que no saben por dónde anda su patinete. La mejor librería de la ciudad sale en los tops de mejores librerías de la ciudad y es visitada por los propios escritores, que la eligen para presentar sus libros. La mejor librería no vende Cincuenta sombras de Grey ni el último premio Planeta. Sus dueños son amorosos y saben de libros y, si eres autor, debes adorarlos. Cuando la mejor librería de la ciudad cierra, el cosmos se contrae, casi parece imposible que a la mañana siguiente salga el sol.
Esta es la tesis normal, loable. Algunas veces hasta estoy de acuerdo con ella.
Así, en Madrid molan Tipos Infames, Cervantes y Cía, La buena vida o La Central. Si leen Librerías, de Jorge Carrión, podrán ver las librerías que molan en casi todas las ciudades del mundo.
Muy bien. Pues a mí la librería que me mola es el Vips. En concreto, el Vips de la calle Ribera de Curtidores de Madrid.
¿Por qué le hago publicidad al Vips? Bueno, porque me da la gana. Siguiente pregunta.
¿Cómo coño va a ser el Vips la mejor librería de la ciudad? Esa es buena.
Pues yo voy al Vips y me pongo a mirar entre toda la increíble porquería de libros que tienen allí y me lo paso en grande. El hecho de que el 90% de los libros esté rebajado, con una etiqueta rojo fracaso pegada en la cubierta, me dice mucho sobre el mundo editorial.
Además, siempre que voy al Vips me apetece comprar uno o dos libros. Cuando entro en una librería independiente, con tantos libros preciosos, escogidos con mimo, de sellos respetables y cuyos autores sé que se han dejado la vida escribiéndolos, me dan ganas de comprarlos todos. ¿No hay más veneno capitalista en una tienda pequeña que busca que te arruines —encima: en libros— que en una cadena comercial que te deja dinero para comer mañana? Cuidado con esos prejuicios.
Además, cuando quieres comprarlo todo, no sabes qué comprar y no compras nada. Pero si vas al Vips, como todo es una mierda, ves un libro medio literario y piensas: lo han puesto aquí para mí, me lo tengo que llevar. ¡Tengo que salvarlo!
Por eso yo me gasto dinero en la librería del Vips siempre, amigos. Siempre. El Vips es mi ONG.
Me ayuda el hecho de que en el Vips el que más sabe de libros es el que entra a comprarlos. ¿Quién necesita a un listillo diciéndole que lea a Pascal Quignard? El cliente siempre tiene la razón, pero ¿cómo va a creer que tiene razón si no sabe quién es Pascal Quignard y tú vas y se lo restriegas por la cara?
El éxito del Vips con gente como yo es que su librería no tiene ningún criterio, salvo que cualquier cosa que publique Anagrama, gane un premio o sea basura estará disponible. Lo demás es un gran misterio maravilloso.
Por ejemplo, el otro día. Voy al Vips. Basura por doquier. De pronto, La uruguaya, de Pedro Mairal. ¿Cómo ha llegado aquí este libro? Me lo pregunto hasta enloquecer. ¿Cuántos errores de mozos de almacén y de transportistas han hecho que la novela de este escritor argentino completamente desconocido en España esté en un Vips? ¿No tiene más mérito que esa novela esté en el Vips que