Название | Los números de la felicidad en dos Perúes |
---|---|
Автор произведения | Enrique Vásquez H. |
Жанр | Социология |
Серия | |
Издательство | Социология |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789972574597 |
Los Perúes desde los grupos sociales
Mirar a los Perúes en sus múltiples aristas sería inacabable, pero merece la pena cerrar esta presentación con tres ángulos que determinan el desarrollo de comunidades o grupos poblacionales. Estos aspectos, que de alguna u otra manera cimientan o dividen en algún momento a las personas y grupos, para bien o para mal, son lo religioso, lo político y lo económico. Cabe mencionar que las aristas religiosas y políticas estructuralmente no alimentan Perúes contrapuestos, antagónicos o de superposición de uno con el otro. Sin embargo, sí existen diferencias que por momentos se han acortado, ignorado o avivado. De ahí que valga la pena examinar con pinzas los rostros políticos y religiosos, pues sus aspectos dependen de las particulares circunstancias en las que se están tomando las fotografías respectivas.
Los Perúes desde la religión
Desde la arista religiosa, el Perú ha sido siempre catalogado como un país católico, tal como lo indican el censo de 1981, en el cual el 89,25% de la población era católica, así como el censo de 2017, donde se precisa que había 17 millones de católicos (76,03%), 3 millones de evangélicos (14,07%) y un millón de personas que no profesa una religión (5,09%). Otras religiones (cristiana, adventista, mormones, etc.) representan el 4,31% restante, y ello significa casi un millón de personas (INEI, 2018a). ¿Hasta qué punto este avance de otras religiones, diferentes a la católica, se ha traducido en preferencias de credo por segmentos o espacios particulares dentro del Perú? Cabe preguntarse si esta coexistencia de preferencias religiosas genera una coexistencia entre prójimos y la comunión de principios y valores. ¿Se cimienta así una sociedad sin distinciones? Según la Constitución Política del Perú, somos un Estado laico. Sin embargo, estudios legales argumentan que esto no se corresponde con la realidad y que el Estado no es del todo independiente de la Iglesia católica (Abad, 2012). Es cierto que existe libertad religiosa en el país, pero esto no significa que no exista discriminación religiosa (Blancarte, 2003). En 2011, se proclamó la Ley de Libertad Religiosa. Sin embargo, los nuevos requerimientos para inscribir un grupo religioso minoritario impidieron la reinscripción de 73 de los 143 grupos que estaban inscritos hasta el momento (Bureau of Democracy, Human Rights and Labor, 2015). En el pasado, las persecuciones religiosas existían y no se pueden negar. Existen registros de que la Inquisición consideraba un delito contra la fe ser luterano, judaizante13, morisco, etc. (Congreso de la República del Perú, 2019). En síntesis, el Perú es un país con una mayoría católica significativa. Esta arista no presenta desventajas estructurales hoy en día. No obstante, la opresión por religión es parte de nuestra historia.
Los Perúes desde la política
¿Y cómo es el Perú político? ¿En qué medida hay una división de las preferencias políticas por zonas geográficas o por cualquier otra variable? Según los resultados de las Elecciones Generales de 2016, en la segunda vuelta, Fuerza Popular (FP) ganó en 14 de un total de 25 regiones, mientras que el Partido Peruanos por el Kambio (PPK) ganó en 11 (ONPE, 2016). Sin embargo, estas regiones eran más pobladas, lo que hizo que PPK ganara a FP por una diferencia de más 40.000 votos. No obstante, en la primera vuelta, Fuerza Popular ganó en 16 regiones; el Frente Amplio, en 7 regiones; y el partido vencedor, PPK, tan solo un región, y tuvo altos porcentajes en regiones pobladas como Lima. Esto quiere decir que el panorama político peruano es sumamente cambiante14. Es más, Vergara (2013) argumenta que las elecciones están llenas de incertidumbre, a tal punto que los ciudadanos toman al «mal menor» como la elección de su voto. Es cierto que durante las elecciones del siglo XXI los partidos han ido apareciendo y desapareciendo. Sin embargo, no podemos decir que estemos en una «democracia sin partidos», ya que existen al menos dos partidos de un tradicional arraigo nacional, como Acción Popular y el APRA y, además, han surgido dos partidos de alcance nacional: Fuerza Popular y Alianza para el Progreso (Meléndez, 2016). En las elecciones de 2016, estos dos partidos lograron obtener un total de 82 escaños en el Congreso: 73 de Fuerza Popular y 9 de Alianza para el Progreso (ONPE, 2016). La debilidad de los partidos políticos en el país se refleja también en la pérdida del control subnacional de los partidos políticos grandes; es por eso que tan solo 5 de los 25 presidentes regionales pertenecen a un partido de alcance nacional (ONPE, 2016). En conclusión, en el Perú existen pocos partidos con alcance nacional, y los que existen tienen limitaciones para mantener presencia en las regiones, lo que genera espacio para el surgimiento de innumerables movimientos locales y hace del Perú político un rompecabezas de muchas cabezas políticas.
Los Perúes desde la economía
Por último, revisemos la arista económica del Perú. Entre los años 2007 y 2017, la línea de pobreza monetaria subió de S/ 119 a S/ 183 en las zonas urbanas y de S/ 95 a S/ 153 en las zonas rurales del país (INEI, 2019a). El número de personas en condiciones de pobreza bajó en un 20,7% entre los mismos años (INEI, 2019a). De manera similar, la pobreza multidimensional, que aborda las privaciones, bajó del 30,3% al 20,4% entre los años 2007 y 2014 (Midis, s. f.). Pero ¿qué consecuencias tiene en la sociedad ser pobre? Vivir en una zona pobre implica, históricamente, el abandono del Estado (IEP, 2011). Por consiguiente, ser pobre extremo e indígena incrementa la probabilidad de estar atrasado en los estudios primarios y secundarios (Vásquez et al., 2009) y, por lo tanto, existe menos probabilidad de reducir la transmisión intergeneracional de la pobreza. Ser pobre también implica tener un menor nivel de acceso a servicios de salud (Seclén, 2008) y a un trabajo (Roca Rey & Rojas, 2002). En síntesis, ser pobre o vivir en una zona pobre excluye a esta población del acceso a la salud, la educación y el trabajo decente. Dado que esta arista es de fundamental preocupación, debido a que genera la división de las poblaciones centrales del presente estudio, merece ser desarrollada en profundidad. Por tanto, se buscará en el siguiente capítulo revisar con gran detalle las diferencias más relevantes entre los ricos y los pobres en el Perú, para luego centrarnos en los extremos.
Una rápida exploración de estos diferentes lentes nos permite observar cómo las diferencias sí importan. Algunas significan ventajas y otras, desventajas, para unos a costa de otros, y, a fin de cuentas, pueden generar heridas, barreras y más puntos de desencuentro que de sintonía entre peruanos. ¿Cómo se sobrevive ante ello? En este Perú fragmentado por cristales arañados o quebrados, por diferentes causas, las personas deben subsistir. Para ello, buscan, crean o encuentran espacios de interacción donde comparten similares condiciones de etnia, lengua, condición económica, entre otras dimensiones humanas. El compartir esquemas de vida y formas de interacción origina espacios de convivencia que de alguna u otra manera adquieren contenido, identidad o espíritu de grupo. Los grupos construyen sus lenguajes, valores, aspiraciones, quehaceres y otros que se traducen en bienestar y –¿por qué no?– en felicidad del espacio o comunidad compartida. El problema comienza cuando cada espacio adquiere vida propia, se encierra o excluye y se desvincula de otros dentro de un territorio. Cuando el Perú urbano se desentiende del rural, cuando las comunidades nativas no existen para los que hablan el spanglish y cuando una lejana provincia pobre resulta indiferente o inexistente para el residente de un condominio de nuevos ricos.
Quizás el aislamiento ha seguido un proceso natural de supervivencia para protegerse de «los otros» o para afianzar a la existencia entre «gente como uno». Cada cual existe por su cuenta dentro de un mismo territorio y es regido por una misma Constitución, pero la coexistencia es solo formal, sin compartir más allá de la euforia por el fútbol o la fe por el Cristo Morado.
Dentro de estos espacios llenos de vida,