La sorpresa del millonario. Kat Cantrell

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Название La sorpresa del millonario
Автор произведения Kat Cantrell
Жанр Языкознание
Серия Miniserie Deseo
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788413489575



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se acercó al escritorio y se sentó en él, a unos centímetros de la silla donde estaba Gage. Sin dejar de mirarlo, se cruzó de piernas lentamente. La minifalda se le subió hasta el límite de la decencia.

      A Gage se le secó la boca y la sangre huyó de su cerebro para agolparse en una espectacular excitación. Bastaría con que empujara un poco la silla de Cass con el talón para acercarse al delicioso banquete que se hallaba a unos centímetros.

      ¿Era ese el castigo por haberle quitado la silla? Era evidente que ella no sabía cómo funcionaba la política empresarial, sobre todo entre competidores.

      –Gracias por venir tan deprisa.

      –Gracias por llamarme. ¿Estás dispuesta a hablar de los detalles?

      –Desde luego, si quieres que lo hagamos inmediatamente –ladeó la cabeza sin dejar de observarlo–. Mis socias no quieren vender, pero las convenceré.

      Lleno de un repentino recelo, Gage sonrió y se cruzó de brazos recostándose en la silla para ver a Cass toda entera.

      –¿A qué resortes vas a recurrir?

      –A ninguno en especial –agitó la mano y se inclinó hacia adelante, apoyándola en la mesa. Él le miró el escote, pero la blusa no revelaba nada.

      Se le hizo la boca agua al pensar en verle algo de piel.

      –Di el precio, Cass –murmuró. Se preguntó qué haría ella si la bajaba del escritorio y se la sentaba en el regazo–. Supongo que cien millones no te parecen bastantes.

      –No, no lo son. Además, primero tienes que ayudarme a descubrir a quien está filtrando la información.

      Él volvió a mirarle el rostro.

      –¿Que te ayude? ¿Es que aún no lo has descubierto?

      Era inaceptable. ¿Acaso ella no había aprendido nada importante de él? El día anterior no lo hubiera pensado, pero era evidente que necesitaba algunos consejos más sobre el modo de dirigir una empresa.

      –Tengo un plan –explicó ella con calma–. Tú eres el plan. Hasta que no se descubra al culpable, Fyra no tomará decisiones importantes como la de vender la fórmula. No me cabe duda de que lo entenderás.

      Lo entendía. Era un truco que no había previsto. E implicaba que tendría que quedarse en Dallas más de lo esperado. Él también dirigía una empresa, que no podía dejar abandonada. Si se quedaba, tendría que mandar a Arwen a casa, y ella no se lo perdonaría.

      –Deberías haberlo descubierto ya.

      –Lo sé.

      La voz de ella no se alteró. Tampoco su expresión. Pero él se dio cuenta de lo difícil que le resultaba aquella conversación, aunque no estuviera dispuesta a reconocerlo.

      Molesto por la repentina revelación, la miró y el corazón le latió de manera extraña. Había estado tan ocupado examinando los distintos ángulos que no había sido capaz de ver lo que era una clara petición de ayuda, bien disimulada.

      –Trabaja conmigo, Gage. Juntos, como en los viejos tiempos.

      Ella quería retomarlo donde lo habían dejado. Tal vez en más de un sentido. Sus palabras le resonaron en el cerebro y el pecho, y la idea le gustó.

      Era una repetición de lo sucedido en la universidad, cuando él era su tutor y ella lo absorbía todo como una esponja y lo adoraba como a un héroe, lo cual hacía que se sintiera invencible a sus veinticuatro años.

      Sin embargo, ya no eran niños.

      Y no subestimaba a Cass. Si ella le había propuesto eso, sus motivos tendría, aunque todavía no sabía cuáles eran. Pero eso no le impedía aceptarla.

      Aunque, ¿a quién pretendía engañar? Había deseado a Cass desde el momento en que la había visto en el aparcamiento. Si se quedaba y la ayudaba, tendría la oportunidad de volver a desnudarla.

      Y se aseguraría de que el problema de la filtración se tratase como debería haberse hecho desde el principio, además de que podría descubrir los verdaderos motivos de la petición de ayuda de Cass.

      Ella lo miraba con sus grandes y cálidos ojos, y se sintió perdido. No podía negarse. No quería hacerlo. Pero aceptar implicaría que movería los hilos como quisiera.

      –Te ayudaré hasta el domingo. Tengo una reunión el lunes que no se puede cambiar a otro día.

      Su sonrisa lo conmocionó, pero desapareció cuando él se inclinó lentamente hacia ella. Sin decir nada, ella le miró la mano, que estaba a un milímetro de su muslo. Podía meterle el dedo por debajo de la falda. Y él se entretuvo imaginando a dónde lo conduciría hacerlo.

      –Pero tienes que hacer algo por mí –murmuró él.

      Se acercó a ella todo lo que se atrevió invadiendo su espacio, y todos las trampas empresariales desaparecieron y solo quedaron un hombre y una mujer.

      Ella olía a perfume caro y elegante y él quiso que la piel le oliera así, que ella se lo transfiriera mientras se retorcía debajo de él. Podía tumbarla en el escritorio y el placer sería intenso. Se mareó al imaginárselo y su excitación aumentó.

      –Ya te he dicho que hablaré con las demás sobre la venta de la fórmula –dijo ella con la voz ligeramente entrecortada, aunque no movió un músculo que delatara si prefería que él estuviera tan cerca o que se alejara–. Si atrapamos al culpable de la filtración.

      Él tenía que conseguir que desapareciera aquella frialdad de diosa, pero eso no sucedería allí ni en esas circunstancias. Si quería llevar las cosas al siguiente nivel debía ser atrevido o irse a casa.

      –Sí, pero lo haces porque, en tu fuero interno, sabes que estás en deuda conmigo. Si te ayudo a buscar al culpable, volverás a estar en deuda conmigo, cariño.

      –¿Qué es lo que quieres?

      «¿Por dónde empiezo?», se preguntó.

      –Nada que no puedas concederme.

      El guiño cómplice de la mirada de ella le indicó que se hacía una idea del guante que le iba a lanzar. Se miraron durante unos segundos y ella contuvo la respiración, cuando él le paso el pulgar por la mandíbula.

      –Tienes que llevarme a cenar.

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