Название | Amor romántico y muerte voluntaria |
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Автор произведения | Abraham Godínez Aldrete |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786075478265 |
Amor romántico y muerte voluntaria. Vida y obra de Manuel Acuña
se terminó de editar en junio de 2020 en las oficinas de la Editorial Universidad de Guadalajara, José Bonifacio Andrada 2679, Lomas de Guevara, 44657. Guadalajara, Jalisco.
En la formación de este libro se utilizaron las familias tipográficas Minion Pro, diseñada por Robert Slimbach, y Ronnia, diseñada por Veronika Burian y José Scaglione.
Para mis hijas, Lizeth y Andrea,
poesía y café con leche todos los días, ¡qué alegría!
¿No arderá eternamente la víctima secreta del amor?
Novalis
Índice
Presentación. El mito romántico
Capítulo 1. ¿Una muerte romántica?
Capítulo 2. Un suicidio de a dos
Capítulo 3. Un viaje sin retorno
Capítulo 4. “Y en medio de nosotros, mi madre como un dios”
Epílogo. Al final: Manuel Acuña, nombre de poeta
Nocturno
A Rosario
I
¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro,
decirte que te quiero con todo el corazón;
que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro,
que ya no puedo tanto, y al grito en que te imploro
te imploro y te hablo en nombre de mi última ilusión.
II
Yo quiero que tú sepas que ya hace muchos días
estoy enfermo y pálido de tanto no dormir;
que ya se han muerto todas las esperanzas mías,
que están mis noches negras, tan negras y sombrías,
que ya no sé ni dónde se alzaba el porvenir.
III
De noche cuando pongo mis sienes en la almohada
y hacia otro mundo quiero mi espíritu volver,
camino mucho, mucho, y al fin de la jornada
las formas de mi madre se pierden en la nada
y tú de nuevo vuelves en mi alma a aparecer.
IV
Comprendo que tus besos jamás han de ser míos,
comprendo que en tus ojos no me he de ver jamás;
y te amo, y en mis locos y ardientes desvaríos
bendigo tus desdenes, adoro tus desvíos,
y en vez de amarte menos te quiero mucho más.
V
A veces pienso en darte mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos y hundirte en mi pasión;
mas si es en vano todo y el alma no te olvida,
¿qué quieres tú que yo haga, pedazo de mi vida,
qué quieres tú que yo haga con este corazón?
VI
Y luego que ya estaba concluido tu santuario,
tu lámpara encendida, tu velo en el altar;
el sol de la mañana detrás del campanario,
chispeando las antorchas, humeando el incensario,
¡y abierta allá a lo lejos la puerta del hogar…!
VII
¡Qué hermoso hubiera sido vivir bajo aquel techo,
los dos unidos siempre y amándonos los dos;
tú siempre enamorada, yo siempre satisfecho,
los dos una sola alma, los dos un solo pecho,
y en medio de nosotros, mi madre como un dios!
VIII
¡Figúrate qué hermosas las horas de esa vida!
¡Qué dulce y bello el viaje por una tierra así!
Y yo soñaba en eso, mi santa prometida,
y al delirar en eso con la alma estremecida,
pensaba yo en ser bueno, por ti, nomás por ti.
IX
¡Bien sabe Dios que ese era mi más hermoso sueño,
mi afán y mi esperanza, mi dicha y mi placer;
bien sabe Dios que en nada cifraba yo mi empeño,
sino en amarte mucho bajo el hogar risueño
que me envolvió en sus besos cuando me vio nacer!
X
Esa era mi esperanza… mas ya que a sus fulgores
se opone el hondo abismo que existe entre los dos,
¡adiós por la vez última, amor de mis amores;
la luz de las tinieblas, la esencia de mis flores;
mi lira de poeta, mi juventud, adiós!
(Acuña, 1949: 190-192.)
Este es el último lamento, el adiós a todo lo que el poeta amó —el amor de sus amores, la luz de sus tinieblas, la esencia de sus flores, su lira de poeta, su juventud—; es una despedida sin declamación ni simulaciones. Meses después de haber escrito el “Nocturno”¸ Manuel Acuña decidió morir: ingirió dos dracmas de cianuro el 6 de diciembre de 1873. Con mano firme dejó una nota exculpatoria: “Lo de menos era entrar en detalles sobre la causa de mi muerte, pero no creo que le importe a ninguno; basta con saber que nadie más que yo mismo es el culpable” (Acuña, 2004: 379).
El suicidio fue un escándalo en México, y la noticia se propagó por América, Francia, España y Argentina, país en el que se le compuso un tango. En ese tiempo se consideró como única culpable a Rosario de la Peña, mujer a quien le dedicó el poema “Nocturno”. Manuel Altamirano, poco tiempo después de la muerte del poeta, llegó de improviso a la casa de Rosario diciéndole: “Rosario, ¿qué has hecho? ¡Acuña se ha matado por ti!”. Se especularon traiciones por parte de Rosario. Ella protestó, dio explicaciones. Todo fue inútil. El mito se hizo indestructible. Rosario tuvo la gloria que Manuel ambicionó. Gracias al sacrificio del poeta suicida, ella pasó