Empresa, persona y sociedad. Cristian Mendoza

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Название Empresa, persona y sociedad
Автор произведения Cristian Mendoza
Жанр Документальная литература
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Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786079380816



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como Philipp Rösler, antiguo vicecanciller de Alemania y vicepresidente del Foro Económico Mundial; o con Paul Laudicina, director general emérito de AT Kerney Internacional.

      En junio de 2017, con ocasión de los 50 años del IPADE, algunos representantes del Foro Económico Mundial y otros emprendedores sociales se dieron cita en la Ciudad de México para proponer estrategias de desarrollo en beneficio de la persona, la empresa y la sociedad.

      Gracias a su impulso e ideas hemos podido reflexionar sobre el futuro del país desde un punto de vista estratégico. En los años que tenemos por delante, deseamos que estas estrategias puedan convertirse en una realidad tangible, de la mano de empresarios preocupados por hacer crecer sus empresas de manera inclusiva; es decir, no solo desde el punto de vista económico sino también con una clara conciencia social y una responsabilidad por la preservación de los recursos naturales.

      Pensamos que, en la medida en que los profesores colaboremos con los empresarios, las estrategias pueden convertirse en líneas de acción. Para cambiar el estado del mundo es necesario tener un método o un camino que pueda repetirse de región a región y de industria a industria. Pero sobre todo, y tal vez lo más importante, vale la pena que aquellos que pueden hacer la diferencia; es decir, los mandos medios y altos de las corporaciones de América Latina, sean los protagonistas del cambio.

      Estos ensayos de pensamiento social inspirados en la fe cristiana no pretenden decir qué es lo que hay que hacer para desarrollar la persona, la empresa y la sociedad. Estos ensayos pretenden subrayar que la persona, la empresa y la sociedad pueden modificarse de verdad, y que los protagonistas del cambio son los empresarios quienes, como decía Fromm, han recibido el derecho a la esperanza.

      En El Principito, Antoine de Saint Exupéry nos recuerda que para conseguir que los hombres construyan grandes barcos no es necesario enseñarles a cortar la madera, basta con hablarles de la grandeza del mar y de la belleza del océano. Cuando estén convencidos de esto último, harán por sí mismos los barcos sin dificultad. Estos ensayos, en definitiva, hablan de la capacidad del ser humano para entregarse a los demás, del valor del esfuerzo y del atractivo de la creatividad. Están escritos para creyentes y no creyentes; para personas con espíritu emprendedor, comprometidas con las posibilidades que ofrece un país como México; por esto los he escrito pensando ante todo en quienes, de una u otra manera, son y se sienten parte esencial del IPADE.

      .

      Rev. Prof. Cristian Mendoza

      2018

      Capítulo 1

      Hace algunos años, en el aeropuerto de Madrid-Barajas, un joven ingeniero se acercó a mí y me preguntó qué es lo que puede ofrecer la Iglesia a sus hijos. La pregunta provenía de una buena persona que pensaba en su familia y consideraba a la Iglesia como proveedora de valores y bienes para sus hijos. Después de responder lo que consideré que era oportuno en aquel momento, me quedé pensando en el sentido de la pregunta.

      Las personas hoy consideran a la Iglesia católica —y por lo general a las demás comunidades de fieles— como una institución que ofrece bienes y servicios, a la manera de un «spa» espiritual. Constatar que nuestra sociedad contemporánea, al menos en Occidente, juzga la realidad bajo categorías económicas no es ni bueno ni malo, es simplemente una realidad que no podemos ignorar.

      Nuestro punto de partida, por tanto, para considerar el papel que la fe pueda tener en la sociedad actual debe analizar una ­dinámica social con una fuerte conceptualización económica, pero que es al mismo tiempo fruto de la interacción de tres distintas esferas: la política, la económica y la sociedad civil (Taylor, 2007, p. 578). Cada uno de estos sistemas de pensamiento y de desarrollo para y en la sociedad tiene una lógica y una dinámica que interactúa con los otros dos.

      Algunos autores afirman la autonomía de las esferas económica y política; señalan que la sociedad civil es simplemente fruto de la educación o de la filosofía social que nos ha sido inculcada. Sin ánimo de limitar la realidad a una serie de conceptos, podemos observar desde el principio que estos sistemas no solo se influyen unos a otros sino que también cambian por instituciones y lógicas que no son ni políticas ni sociales ni económicas.

      Benedicto XVI, por ejemplo, dirigió tres importantes discursos a estas distintas esferas que interactúan en nuestra sociedad contemporánea. En su discurso en Westminster Hall, con ocasión de su visita pastoral al Reino Unido, el pontífice subrayó la importancia de la libertad de conciencia que, además, debe ser respetada por los gobernantes. En el evento estaban presentes el primer ministro de entonces, Gordon Brown, y dos ministros anteriores: Tony Blair y Margaret Thatcher. The Guardian, una publicación que en pocas ocasiones defiende la enseñanza tradicional de las religiones organizadas, publicó al día siguiente un artículo donde afirmaba que el imperio británico había caído aquel día. En realidad, Benedicto XVI hacía un discurso importante. La Iglesia anglicana nació bajo el reinado de Enrique VIII, cuando las autoridades políticas reconocieron que la autoridad moral de Gran Bretaña era el rey y no el papa. En cambio, el día del discurso en Westminster Hall, las autoridades políticas del reino que representaban a la población británica se habían ­reunido allí porque, en definitiva, reconocían que la autoridad moral del reino era el papa y no el rey. Un círculo se había cerrado en la historia.

      Además, Benedicto XVI pronunció un segundo discurso crucial para la interacción de los sistemas sociales que estamos analizando. En su famoso discurso de Ratisbona, en la universidad que acogió al joven profesor Joseph Ratzinger, se dirigió a la academia para subrayar la incompatibilidad entre la fe y la vio­lencia. Para él, la racionalidad con la cual comprendemos la realidad fue siempre una fuente de maravilla para el hombre. Lo sorprendente no es que con la física o con las matemáticas podamos medir y pronosticar el mundo natural en el que nos movemos, sino que aquello que contemplamos con nuestros sentidos esté en sintonía con lo que comprendemos con nuestra capacidad intelectual. La fuente de racionalidad natural y humana es la misma, el Creador del hombre. La violencia, en cambio, es siempre irracional, niega esa afinidad humana con la verdad, crea mundos que destruyen tanto lo humano como lo natural. Para Benedicto XVI, el discurso de Ratisbona fue un momento amargo en su pontificado; en general, los medios de comunicación ignoraron el contenido central del discurso para enfocarse en una cita del Corán, libro sagrado de la religión musulmana, donde el emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo critica una cierta actitud en su conversación imaginaria. No obstante las opiniones de los medios, un grupo de intelectuales del mundo islámico escribió a Benedicto XVI para agradecerle haber expresado aquello que ellos mismos deseaban manifestar en público desde hacía tiempo.

      El tercer discurso con el cual el romano Pontífice se dirigió a la dinámica social no reflexionaba sobre el papel de la fe en el mundo político ni en el florecimiento de la sociedad civil. En su plática pronunciada en el Collège des Bernardins de París, el Papa habló del desarrollo cultural de la humanidad. Curiosamente, el tercer gran discurso de Benedicto XVI no repercutió en aquello que consideraríamos más importante, es decir, en la dinámica económica. Para Benedicto XVI, reflexionar sobre el sentido de la cultura cristiana era considerar que un Dios que no tiene poder en este mundo puede ser desconocido, ignorado o incluso negado. La creatividad con la cual los benedictinos y otras órdenes monásticas a lo largo de la Edad Media cultivaron la escritura, la música y la poesía, era la manifestación de que la fe se convierte en cultura cuando es capaz de generar belleza; y esta última no es más que la expresión de la verdad y del bien en esplendor. A mayor belleza, mayor bien y verdad unidos; de ahí que la naturaleza, al recibir un influjo positivo del hombre, se convierta en una belleza mayor, en la expresión de una verdad y un bien que la excede. Porque finalmente, como enseña la fe cristiana, por la encarnación de Cristo el hombre tiene acceso al mundo sobrenatural. La fe parecería, por tanto, tener un papel no solo real sino fundamental en el florecimiento de la sociedad auténticamente humana.

      Estos y otros discursos de Benedicto XVI han fundamentado el interés que tiene la Iglesia