Kid en la Cumbre de los animales. Gwenaël David

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Название Kid en la Cumbre de los animales
Автор произведения Gwenaël David
Жанр Книги для детей: прочее
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Издательство Книги для детей: прочее
Год выпуска 0
isbn 9788418304132



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dejados ahora tan solo en manos de los humanos. Todos sabíamos que corríamos un gran peligro y que se estaba cometiendo una terrible injusticia con los demás seres vivos del planeta; casi todos estábamos preocupados, tristes o abatidos, mientras los poderosos terminaban de destruir tranquilamente todo lo que quedaba, más que nunca para su propio beneficio. Kid podría contarlo mejor, ya que no ha parado de recordarles a todos que cada ser vivo tiene su sitio, y que ese es el derecho fundamental de todos los habitantes de la Tierra.

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      Fue una época extraña, difícil, pero indudablemente necesaria, para que por fin cambiásemos y para que llegase el mundo de hoy. Hubo demasiadas catástrofes, perdimos mucho, pero supimos reaccionar y ver las cosas de otro modo. Aún queda mucho por hacer, pero ahora todos los seres vivos respiran mucho mejor, y nosotros con ellos.

      El apagón afectó a toda la ciudad, no brillaba ni una sola lamparilla y solo nuestras tazas fosforescentes adornaban el humo de nuestras bebidas con un cálido resplandor. Después de un largo sorbo de té, Kid sonrió de oreja a oreja, como es habitual en ella, y dijo que esos pocos días de julio de 2030 habían sido los más extraordinarios de su vida.

      Con los ojos brillándole en la oscuridad, me ofreció el relato preciso de los cuatro días que duró la primera Cumbre de las Especies, después conocida como la Cumbre de los animales, una sorprendente reunión en la que ella participó. La profesora de Ciencias Naturales había apuntado a la clase a un concurso nacional de periodismo, y Kid, que nos representaba, había ganado el premio con un artículo sobre las lenguas animales. Por aquel entonces presumía de conocer el idioma de las liebres, de los zorros y de mil y un bicharracos más, y lo demostraba con muchos gritos, carraspeos y gemidos, lo cual nos hacía preguntarnos a veces por su estado mental, pero casi siempre nos partíamos de risa. Como premio, había ganado el codiciado puesto de reportera en la primera Cumbre de las Especies, que consistía en asistir un día a dicho congreso, escribir una redacción y enviarla a las clases y colegios que lo habían solicitado.

      Todo el mundo estaba muy emocionado, era la primera vez que se celebraba una cumbre de ese tipo, una especie de gran reunión mundial con representantes de muchas especies animales. El objetivo era mostrar que la humanidad todavía se preocupaba por los animales y era capaz de escuchar lo que las otras criaturas de este planeta tenían que decir y esperaban las unas de las otras. La idea no gozaba de una popularidad unánime, faltaría más; algunos se partían de risa y otros estaban que trinaban: ¡una reunión de animales, nada menos! Pero la primera cumbre acabó celebrándose. En 2030. En julio. En París. Y Kid estuvo allí.

      Se acordaba de todo, y me lo contó durante las tres horas que duró la tormenta. Obviamente, todos habíamos leído su reportaje y nos había encantado, pero era la primera vez que la oía hablar de lo que realmente había vivido allí. De lo que había sentido y de todas las cosas que no había podido o querido incluir en esa redacción.

      Preparaos un chocolate caliente y meteos en la cama. Lo que me contó me pareció tan loco que a mí también me gustaría contároslo. A Kid no le importará.

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      CAPÍTULO UNO

      MAÑANA

      Con la mirada fija en el techo, donde se mueve una extraña araña, Kid sueña despierta. A sus once años ya ha vivido muchas aventuras y experiencias, pero ninguna puede compararse con la que la espera mañana. Se imagina sentada junto a un panda, una jirafa o un águila. Se tumba de lado y tira del edredón con un amplio movimiento del brazo. La marmota, el coyote y el cálao se han unido a sus sueños despiertos, y de pronto ya son multitud. La preocupación sustituye al nerviosismo. Se da la vuelta de nuevo y se envuelve en el edredón. ¿Por qué habrán votado por ella todas esas personas a las que no conoce? ¿Por qué los maestros y los alumnos de otros colegios de Francia, lejos de allí, han decidido que ella era la mejor? ¡Que un día escribiese un texto sobre las lenguas animales no quiere decir que sea periodista, ni la más capacitada para cubrir esta cumbre! Había muchos candidatos para los que habría sido un honor; se habrían hecho los interesantes y habrían hablado del tema hasta el infinito. Más que ella. ¿Por qué toda esa gente que la eligió no se dio cuenta de que no se le dan bien los dictados, que no le gustan ni la informática ni el inglés, que ni siquiera es guapa? Que participase en el concurso no significa que quisiera ganarlo. La verdad es que la profesora la presionó un poco; a ella el concurso le importaba un bledo. Kid se estremece y luego intenta relajarse respirando hondo.

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      Los escalones crujen bajo los pasos de su padre.

      —Cierra los ojos, Kid, sé que no estás dormida. Mañana tienes que estar en forma.

      —Vale, papá. Buenas noches.

      Por primera vez, las especies animales del mundo entero se reunirán para plantearse un reparto del planeta. Sería más correcto decir «para plantearse la idea de un reparto», pero ya es un gran paso.

      Mañana, Kid estará allí.

      Tiene que reconocer que le gusta la idea de ver a todos esos animales y de intentar mejorar su suerte; además, todos los momentos que ha pasado con su comité de apoyo han sido geniales. Pero el caso es que nunca pensó que podría ganar; si no, no habría aceptado representar al colegio.

      Inspira, espira... Todo va bien. Kid piensa que no mola nada estar contenta y no estarlo al mismo tiempo, que es un poco molesto.

      Se incorpora en la cama, con los brazos hacia delante, y busca con la mirada, en la penumbra, sus cosas sobre la mesa: una libreta de espiral en forma de estrella de mar, un boli que también sirve de goma de borrar, chicles de grosella y una botella de acero inoxidable. En la silla, su camiseta y pantalones favoritos cubren el respaldo, justo encima de sus zapatos. Se deja caer en la cama y se queda unos minutos mirando el techo y la sombra de las patas de la araña, estiradas por la luz de la luna.

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      CAPÍTULO DOS

      EN MARCHA

      Cuando el coche negro aparece a la vuelta de la esquina, a la hora prevista, Kid deja escapar un suspiro. Aliviada por poner fin a la espera y también por librarse de sus padres, que tiemblan de emoción en la acera, sigue el vehículo con la mirada hasta que este acaba deteniéndose a su altura. De él sale un hombre con traje negro, rodea el coche por delante, saluda con frialdad a los dos adultos tomados de la mano, abre la puerta trasera e invita a entrar a la «señorita» Kid. Una última mirada a los ojos húmedos de sus padres y la puerta se cierra. El coche arranca y se va, ¡ya era hora! Las calles de la capital van desfilando, pero Kid está ausente, apoyada en la ventanilla.

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      El conductor no dice ni una palabra y a ella le parece bien. Así puede concentrarse en los latidos de su corazón y en sus pulsaciones por minuto, que suben sin parar. Enseguida se sorprende al notar una sonrisa irreprimible que se le extiende lentamente por la cara. No ha pensado en nada gracioso, confiesa que incluso está un poco asustada, pero sonríe a pesar de todo. Y no hay nada que hacer, es algo potente que le crece por dentro. Kid sonríe por esa sonrisa que se le escapa y de repente la invade una intensa alegría: va a ver los animales, va a estar rodeada por ellos, va a ser enorme, va a ser una de las pocas personas presentes, tal vez incluso la única. ¿Habrá camaleones de Madagascar, sus favoritos, que se mueven dos pasos hacia delante y uno hacia atrás? ¿Y peces globo, que se hinchan cuando se asustan? ¿Y ranas de Costa Rica? ¿Repartirán regalos a los participantes? ¿Camisetas