Название | La razón perversa |
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Автор произведения | Emilio Garoz Bejarano |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788418337123 |
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Para terminar esta introducción me gustaría dejar sentada mi opinión respecto a un tema muy de moda últimamente en determinados ambientes intelectuales: la idea de que la irracionalidad actual tiene su origen en el desprecio de la razón por parte del pensamiento filosófico de la posmodernidad en general y, en particular, de una tradición que puede remostarse hasta el escepticismo de Hume. Pienso que, por el contrario, este pensamiento irracional denominado post-moderno es más bien una consecuencia –o, por mejor decir, un cómplice- de los intereses económicos y políticos que propician esa irracionalidad desde una postura perfectamente racional. Si la racionalidad consiste en un análisis del coste-beneficio, entonces la irracionalidad social, en términos de beneficio para el poder, es perfectamente racional.
De hecho, la crítica a la irracionalidad desde la perspectiva señalada anteriormente también contiene un elemento irracional, cuya base es considerar que existe una realidad objetiva y aprehensible que tenga un valor social más allá de nuestras ideas o interpretaciones sobre ella. De esta forma esta realidad se intenta imponer a todas las demás –precisamente por eso se la considera objetiva- cuando no es más que una interpretación entre muchas. Pienso que después de pasar por la Filosofía de Kant ya no debería caber lugar a dudas de que la realidad en sí misma es inaprehensible.
El mecanismo de estas críticas que fomentan la irracionalidad haciéndola pasar por racionalidad es el siguiente. En primer lugar equiparan una supuesta objetividad científica con el sentido común para, posteriormente, aplicar esta objetividad científica disfrazada de sentido común a la realidad social2. De esta forma caen en dos falacias. En primer lugar consideran que existe algo así como una objetividad científica, un problema que es objeto de debate continuo en el ámbito de la Filosofía de la Ciencia. En segundo lugar suponen que esa objetividad científica equivale al sentido común, lo que significa reducir éste –que es común- a la mentalidad científica. Y en tercer lugar, puesto que se ha realizado esta equiparación ilegítima, consideran que la realidad social forma parte de la objetividad científica. En el fondo el objetivo de estas críticas no es otro que desacreditar a la Filosofía y con ella a su instrumento y consecuencia: la racionalidad, en nombre, paradójicamente, de esa misma racionalidad. En suma, aquello que se ha caracterizado como racionalidad perversa.
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Me voy a permitir, por último, plantear un caso de racionalidad perversa que no afecta al desarrollo de la sociedad pero que quizás, por cotidiano, resulta especialmente llamativo. Si de algo podemos estar seguros en esta vida es de que nos vamos a morir. El único consuelo o la única esperanza que nos queda es no saber cuándo: consuelo y esperanza, elementos, pues, irracionales. Cuando un médico comunica a un paciente que su enfermedad no tiene cura y que tan sólo le queda un tiempo corto de vida –unos meses, unos días o unas horas-, además de no sanarle le está quitando su única esperanza. Pero –y aquí está el elemento de racionalidad perversa- si no se lo dijera le estaría mintiendo. Sin embargo, si a un paciente sano le dice que va a morir, aunque no pueda determinar cuándo, no le estaría mintiendo. Se da así una situación paradójica que se resuelve en la idea del consuelo ante la muerte. Una idea irracional, pero que puede ser utilizada racionalmente.
En el capítulo siguiente se expondrán una serie de fundamentos teóricos alrededor de los cuales se edifican los conceptos de racionalidad e irracionalidad. A continuación se analizarán: la reaparición, cuando no la pervivencia, de elementos míticos, y por tanto irracionales, en la sociedad contemporánea (capítulo 2); los elementos de racionalidad perversa en los medios de comunicación, como instrumento de su exportación a la masa social (Capítulo 3) y su presencia en la política y la economía (Capítulo 4) y en la educación (Capítulo 5).
1. .- En esta obra se cita por extenso el término poder. Aunque por economía intelectual este término aparezca siempre como hipostatizado e “in abstracto” hay que tener en cuenta que el poder nunca es abstracto. No es “utópico”, en el sentido de no ocupar ningún lugar, sino que constituye un espacio social muy concreto ocupado por individuos de carne y hueso.
2. En todo caso lo que nos diría el sentido común sería justamente lo contrario. Que no existe una realidad objetiva, sino que más bien cada uno capta la realidad de una manera distinta. Quizás el ejemplo más claro sea algo que a todos alguna vez se nos ha ocurrido: si todos captamos los colores de la misma manera. La respuesta que nos da el sentido común es que, en el mejor de los casos, no podemos saberlo, porque no podemos entrar en las terminaciones nerviosas que aprehenden las longitudes de onda de los demás. Lo que nos dice el sentido común es, entonces, que la realidad es subjetiva.
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