Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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Lameculos y tonto.

      -NAVE. Nave Uno a 250 pársecs.

      Aquella nave repetía el mismo estribillo que la suya. También allí querían saber, lógicamente, puntualmente de aquella importante llegada. Ist se había alejado del aludido despectivamente y se repetía una y otra vez en la desconsiderada insistencia mientras daba vueltas cómicamente a la par que aleteaba con sus brazos. Asi que, venga “lameculos, lameculos, lameculos” y más “lameculos”. Como guinda un “ahí viene tu dueño” ¡¿Pero qué estaba tramando semejante bellaco y sus consentidores?! Yert volvió sobre sus pasos en un primer momento, pero muy seguro de sus escoltas, y súbitamente, en un acto reflejo de pura furia, se allegó Ist, al que tomó con ambas manos por su ropaje a la altura del pecho. Un gesto de poder.

      -¡A mí no me...!

      Tampoco en esta ocasión tuvo tiempo de terminar la frase, porque Ist se abalanzó sobre el orondo comandante y lo inmovilizó con un brazo sobre el cuello. Automáticamente, los dos protectores morphos adoptaron postura de ataque. Si se hubiesen encontrado ya en posición militar, o incluso simplemente él a un poco más distancia del vanidoso, no habría podido acometer algo así con provisional éxito jamás. Tal era la confianza de Yert en estar cubierto y la respuesta que se jugaban los imprudentes -la muerte segura- que se jugó el descuido. Tal como estaba previsto, uno de los dos morphos se dirigió primero hacia el morpho del General. El choque fue brutal. Dos morphoides fuera de combate instantáneamente, despedazados entre si. Visto y no visto, el segundo, perfectamente operativo, procedió a desencadenar la sanguinaria secuencia de combate esperada. Ist primero, por supuesto.

      Sintió que el aire a su alrededor vibraba y apenas pudo visualizar que la guadaña de la muerte se cernía sobre su cuello. Los haces energéticos -salvo circunstancias muy concretas- estaban prohibidos dentro de Nave, y el tripunzón-taladro-percutor que le iba a perforar mil veces por estado el cráneo cumplía sobradamente su función para este caso. Dos por uno: rebanado y con infinitos agujeritos. En ese último instante se supone que uno suele pensar que hay mejores modos de morir, y que “qué hago yo aquí”; y es exactamente lo que le ocurría a él. Por ello cuando a escasos centímetros de su querida y tierna cabecita sí pudo notar la sombra de aquellas letales herramientas, fue consciente que el morpho no había podido perseverar en su impertinente empeño. “¡¿Qué es esto?!” -exclamó sobresaltado Yert-. Más bien, quién. Qué bonito que Sarie pudiera contener en fuerza y precisión a un morphoide de clase 1 en fase 3, aunque quedaba un poco raro, ¿no? A lo mejor era que Sarie había desayunado muy bien aquel día; o bien que la cosa tenía truco, pues por lo pronto no parecía muy normal que le arrancara de cuajo al pobre bicho cabeza y brazos, y a continuación se despachara a deshacerle de cintura para arriba, más como claro entretenimiento que asunto necesario. En un par de actos el morphoide tenía más utilidad de macetero de drilias que otra cosa. Si el morpho se hubiese dirigido directamente hacia ella, el resultado hubiera sido el opuesto. El gancho había funcionado. Un cuarto de estado, suficiente, sí. La diferencia entre el tiempo de reacción necesitado para no terminar siendo eyectado en forma de rayo azul; más prosaicamente, el límite entre la vida y la muerte ¿Cómo rayos había podido calcular Sarie…? Pero... más bien... ¿cómo diablos había podido aceptar aquella misión envenenada hasta la médula? Ah, sí, sí... Qué bonitos ojos. Humanos somos.

      El resto de la tripulación, que aún no había tenido tiempo siquiera de girar la cabeza para contemplar la escena, apenas fue consciente de la nueva y eficaz habilidad de la letal Sarie para recortar cuerpos humanos. Obsequio por su cuenta, y parecía muy dada a los caprichos personales. Había que modificar esos protocolos, ya. Qué se le va a hacer; Ist no había tenido tiempo de reconfigurar al experto matatodo para anular el tan eficaz como riano método de “por si acaso, cadáveres”. No habría reprimenda ¿Para qué pedirle explicaciones a un morpho sin alma y con los recuerdos borrados? “No mires hacia ninguna parte, se dijo”, pero todo era todas partes.

      -Sarie, quiero decir... Ri... hijoputa, aunque ya no viva en ti el espíritu de Eva, sigues, siendo tan bueno en lo tuyo como siempre, hijoputa. Y qué maravillosa capacidad de replicar el cuerpo humano, hijoputa. Maldita sea. Hijoputa.

      Efectivamente, aquella otra replicada Sarie, tan guapa que era, se había cargado a todo un señor morpho general en tan sólo un cuarto de estado, y prácticamente en un cuarto de cot al resto de la tripulación. Menuda maldita precisión. Ist bajó la cabeza, su consternación era total. Él no habría querido aquel final para aquellos mandados de la vida, pero aquella conducta venía de serie en el modelo y Sarie había contado con el tiempo suficiente para practicar la oportuna reconfiguración. Por su parte Coi, mostraba la dolorosa resignación de quien en tantos años había visto de todo.

      -No le extrañe lo de haber podido con todo un morpho general, no es un modelo convencional. Además es un superviviente nato.

      Lo indudablemente cierto, era que el superviviente había pasado intachablemente el filtro de morphos. Nave lo había considerado en todo momento como un ser humano.

      -Gracias comandante por su valiosa contribución, vamos ahora a proceder al bloqueo del compartimento.

      Coi, tras recuperar su cetro como quien recupera su divinidad, le habló entonces al aire.

      -Nave, regístrame.

      Registro aceptado. Sin lameculos, a rey muerto, rey puesto.

      ***

      Había transcurrido algo más de medio tas y después de hacer todo lo que había que hacer y una vez liberado el sello de seguridad, ya sólo faltaba lo más importante: acceder al premio. Coi dictó entonces nuevas órdenes. Una vez él y sus acompañantes abandonasen la nave e inmediatamente se produjese el desacople del Puente, la Dos debía dirigirse al Planeta E554. Qué bien, el Comandante Ist había obsequiado a los tripulantes de más allá de la compuerta y al gordito General con ellos, ni más ni menos que con un viaje en piloto automático hacia el planeta más cochino que se conocía hasta le momento: el reino de las boñigas de ñec, y poca cosa más. Era el planeta más conocido entre la comandancia, ya que, en alguna vez de la vida se había enviado a alguien allí, bien espiritualmente -“vete al ñec”- o literalmente, como era el caso, a degustar el producto. En el peor de los casos tardarían al menos un par ets en ser rescatados de la mierda total por la barcaza anexa a la base de experimentación, que estudiaba, eso: excrementos de ñec, que todo se estudia en esta vida. Suerte.

      Una vez cumplido el objetivo, Coi -por fin- dio la orden de abandonar Nave. En lo tocante a Ist, encantado. Sobre todo porque el medio de transporte en esta ocasión no lo iba a desintegrar, aunque sólo fuese provisionalmente. Ya le estaba entrando hambre. A ver si terminaba siendo verdad aquello de que el teletransporte abría el famoso apetito. Algo de ello debía ser cierto, porque no cesaba de pensar en devorar a alguien.

      -Desacopla.

      Ahora la Nave de Ist iba a tener dos puentes de mando, uno en su sitio de siempre, el otro en una de las muchas bodegas de carga. Por espacio que no fuera.

      Capitulo 3

      Ist inspeccionaba el curioso artilugio. No es que fuera demasiado grande, todo lo contario, incluso parecía bastante frágil. Constaba de unas cuantas piezas unidas entre sí por un haz de energía. Sólo una de ellas no permanecía conectada por el rayito naranja ¿Cómo funcionaba? Coi iba a responderle, pero Nave interrumpió su explicación anunciando contacto a 30 pársec. Se encontraba al habla el General Dart ¿Dart? Precisamente ahora no podía atenderle porque iba a explicarle a su querido amigo Ist como dejarlo a él con un palmo de narices.

      -No sé como pudiste conseguirlo, sabes que yo nunca cedo en mis empeños.

      Coi resolvió sin contemplaciones y cortó la comunicación como había prometido. Ya podía proseguir donde le habían interrumpido. Sí, un mecanismo aparentemente muy simple, y de dimensiones tan reducidas que era difícil de creer que con aquello pudiera conseguirse algo, y es que se podía llevar tranquilamente en un bolsillo.

      -NAVE. Nave Uno a 25 pársec. Aceleración máxima. Múltiplo de tres.

      Por tres. En fin, ya contaba con eso